Cada zona del infierno poseía una ciudad en el centro. En esa ciudad se podían conseguir perlas del infierno, armas, y objetos para defenderse en la Tierra.
Pero lo más importante, en las ciudades estaban los palacios de los dioses del infierno. En su interior, había pasadizos que conducían a las mazmorras de las almas donde pasaban por su propio infierno personal en un ciclo infinito. Aunque también estaba conectado a las otras zonas, permitiendo el intercambio comercial entre las zonas. Los demonios que pertenecían a la nobleza, cómo Barbas, poseían una residencia propia en algún lugar de las mazmorras.
Sara era una parca, traía las almas de personas que habían muerto al infierno. Sin embargo, nunca quiso que John la acompañara. Ella creía que como era una parca, podía matar a cualquiera si ella quisiera, y ese pensamiento casi le costó la vida con el alma prófuga.
Ella no sabía qué había hecho John para convertirse en un demonio, pero era un hecho innegable que un demonio estaba por encima de una parca, o al menos, en el caso de John.
Ella todavía recordaba el día que conoció a John. Sara había muerto y sólo conservaba la mitad de su alma, ya que una de sus mitades había sido tragada por un alma de nivel 0 antes de que pudieran salvarla. Al llegar al infierno, Lucifer le propuso que se convirtiera en una parca, una discípula de la Muerte, cosa que ella aceptó al creer que no habría nada que pudiera amenazarla de nuevo. Pero Lucifer la obligó a llevar a John con ella, estando sellado en uno de sus tesoros.
Al llegar a la ciudad, Sara y John se dirigieron al palacio de Lucifer. Sara llamó a la puerta, en cambio, John la abrió directamente, siendo recibido por una espada negra que atravesó su garganta.
—¿Cuándo aprenderás que es de mala educación entrar sin llamar, John?
La mujer que atravesó la garganta de John le preguntó con un tono de desdén. Obviamente, ningún ser del infierno quería la existencia de John, a excepción de Lucifer.
John agarró la hoja de la espada y la rompió, luego la atravesó completamente por su garganta. En ese momento, un río de sangre salió de ambos agujeros antes de regenerarse a los pocos segundos.
—Una pequeña parca como tú no me dice lo que puedo o no hacer, Lissibell. ¿Dónde está el vejestorio?
Lissibell vestía una túnica negra, mostrando sólo sus manos y rostro. Igual que Sara, sus ojos tenían un color blanco. Su piel era blanca, casi como si nunca le hubiera dado el sol, y su pelo negro estaba atado en un moño.
El mango con la hoja negra rota en la mano de Lissibell se volvió cenizas y miró a John con odio.
—¿Sabes que la espada que has roto me la dio el Señor Belial por recuperar un alma de nivel 1 yo sola?
John la ignoró y entró a la fuerza en el palacio de Lucifer y miró a todas partes, buscando al siguiente ser que lo emboscaría.
El palacio de Lucifer era igual que los otros palacios. Su exterior era de un color blanco impoluto, mientras que su interior era absolutamente negro. En las paredes de la entrada y la planta baja había cuadros de la historia de Lucifer, como cuando se reveló contra su padre, o tentó a Adán y Eva en el Jardín del Edén. En el segundo piso estaría el salón con el trono de Lucifer, y por último, en el tercer piso estarían las dependencias privadas del propio Lucifer.
Justo cuando John iba a dar un paso, múltiples flechas atravesaron su tórax. Pocos segundos después, dos parcas le insertaron dos espadas negras cada uno en sus extremidades antes de que Lissibell utilizara una perla del infierno para prender fuego al cuerpo de John.
—¿Está muerto?
—No estoy segura Bax.
Bax era uno de las dos parcas que atravesaron a John con las espadas, la otra parca era su hermano gemelo Valt.
Valt sacó una perla del infierno y la aplastó en su mano, apareciendo una lanza. Cuando fue a tocar a John con la lanza, la mano de John sujetó la lanza, haciendo que Bax, Valt y Lissibell tuvieran un leve escalofrío.
—E-e-era una broma John... suelta la lanza...
Valt habló con voz temblorosa, ya que no creía que John pudiera aguantar esa cadena de ataques.
Las llamas alrededor del cuerpo de John se disiparon, mostrando sus heridas curadas. Las espadas y las flechas se habían derretido debido al calor de las llamas, y al derretirse, el cuerpo de John expulsó el líquido permitiendo que se curara fácilmente.
—Hermanos sin cerebro, y tú zorrita egocéntrica, deberíais saber que no podéis matarme con vuestra fuerza actual. Y el que está viéndolo todo tan tranquilo, has tardado viejo, estaba a punto de derrumbar tu palacio si no venías.
—¿Cómo os ha ido a ti y a Sara con esa alma? ¿Habéis descubierto algo nuevo?
Un hombre vestido con un traje negro descendió las escaleras con una sonrisa en su rostro. Este hombre era Lucifer, el soberano de la zona sur del infierno.
Lucifer ignoró la amenaza de John, pero miró a las tres parcas que atacaron a John.
—Creo recordar que dije exactamente "quien se atreva a tocar a John respondería ante mí". ¿O acaso recuerdo mal?
Bax y Valt temblaron ante la pregunta de Lucifer, aunque Lissibell también temblaba podía mantener la compostura.
—Todos lo recordamos señor.
—¿Entonces qué hace la ropa de John quemada y con rastros de sangre?
Lissibell no se atrevió a responder a esa pregunta. Había pasado los últimos cinco años en el infierno y conocía el carácter de Lucifer, una vez que respondiera y no le gustara la respuesta, Lucifer podría enviarla a una mazmorra o incluso expulsarla a la zona central.
—Ante vuestra negativa a responder no me dejáis otra opción.
Lucifer agitó su mano evocando una densa niebla negra que envolvió a los tres antes de que Lissibell suplicara a Lucifer con su mirada.
En unos minutos, los tres habían desaparecido, y Sara se puso frente a Lucifer.
—Quiero ser un demonio.
A John no le importó lo más mínimo lo que quería Sara, por lo que se mantuvo en silencio.
—Me temo que es imposible para ti.
Ante la respuesta, Sara agarró a Lucifer por el cuello de su camisa.
—¿Por qué? Tú mismo dijiste que John antes era un humano y se convirtió en un demonio, ¿por qué yo no puedo?
—Es distinto. John y yo tenemos un trato desde antes de que entrara al infierno. En cambio, tu cuerpo murió y tu alma entró al infierno, donde decidiste ser una parca.
—Correcto, soy una parca...
Sara contestó con un tono frío, antes de que en su mano apareciera la daga negra y amenazara con ella a Lucifer.
—Como parca, puedo matarte si quiero.
Lucifer sonrió y la daga negra se volvió polvo. John se mantuvo al margen, pero podía entender los motivos de Sara. Ser asesinada por un alma prófuga de nivel 0, perdiendo la mitad de su alma, y sin poder hacer nada frente a las almas de nivel 1, hicieron que se sintiera cada vez más insegura.
—Cuando recibiste esa arma del infierno, te dije que depende de ti si mejora o no. Si el arma se vuelve una espada, un hacha, o cualquier otro tipo de arma, y si pesa más que antes, tu fuerza como parca se consolida. Pero la daga sigue igual.
Lucifer empujó a Sara con un leve toque, aunque hizo que se estrellara en la pared.
—Has sido una parca por 9 meses, y has capturado 4 almas de nivel 0. En cambio, John ha capturado 13 almas de nivel 1, obviamente las que tú no podías vencer.
Sara escupió un bocado de sangre antes de mirar a Lucifer.
—¿Por qué John es el único demonio que puede salir del infierno?
Ante la pregunta de Sara, John no pudo hacer otra cosa que suspirar y bajar la cabeza. En su interior sabía que no podía hacer otra cosa ya que estaba obligado por el trato con Lucifer, aunque debido a eso era vigilado por los dioses y los ángeles, y era el objetivo del odio de todo el infierno.
—Eso no te concierne.
Sara miró a Lucifer y extendió su mano.
—Quiero hacer el mismo trato que hizo contigo.
Lucifer miró a Sara por unos momentos antes de que se girara y subiera las escaleras.
John se mantuvo mirando a Sara. Incluso si no hubiera sido él, entendía el motivo de Sara, quería que Lucifer la convirtiera en un demonio con los mismos derechos de John, así podía capturar almas de nivel 1 y mantener su propia seguridad.
Los demonios se volvían más longevos cuantas más almas devolvían al infierno, pero como no podían emerger en la Tierra debido a las leyes del infierno, enviaban a las parcas que Lucifer les asignaba. Sara era la única parca de John, aunque debido al trato, estaba obligado a acompañarla y recolectar almas junto a ella.
Una parca era originalmente un alma que había llegado al infierno y, debido a su arrepentimiento, se ganó el favor de uno o varios ángeles que se lo comunicaban a Lucifer. Las almas que devolvían al infierno las liberaba de su arrepentimiento, provocando que después de cientos de miles de almas pudieran ingresar al cielo.
Sara miró a John con desprecio antes de dirigirse al exterior del palacio.
—¿Estás segura que quieres tomar ese camino?
John le preguntó sin moverse del sitio donde estaba. Sara no fue su primera parca, incluyéndola, habían sido 38 en total, y las 37 anteriores desaparecieron en el infierno al no conseguir lo que querían.
—John, eres el perro de Lucifer.
Sin esperar a que respondiera, Sara desapareció poco a poco, había usado una perla del infierno.
Poco le importaba a John lo que hiciera, pero no sabía que la desaparición de Sara iniciaría un suceso en el futuro que cambiaría por completo el equilibrio en el infierno. El único que logró ver las variables de lo que podría ocurrir fue un ángel, el cuál alertó no sólo a Dios, sino a todos los dioses y figuras importantes en el paraíso y en los otros reinos del cielo.