Infinidad — Futuro Sombrío

Capítulo 6 (V2)

Metatrón miró al anciano por unos momentos, mientras que el anciano le devolvía la mirada y volvía a preguntar.
—¿Qué está escrito en el papel?
El anciano esperaba pacientemente la respuesta de Metatrón. Todos sabían quién era este hombre anciano, ya que su cometido era resguardar las puertas del paraíso.
Dios le dio al anciano el don de la verdad, haciendo que cualquiera en su presencia sólo pudiera decir la verdad, incluyendo a sí mismo. Ni siquiera los dioses o ángeles podían mentir frente a él.
—¿Qué haces aquí, San Pedro? ¿No deberías estar en la entrada al paraíso?
Metatrón sabía que no podía mentir, así que le hizo una pregunta evitando decir lo que estaba escrito en la nota de papel.
—Cuando me enteré de que Uriel había tenido una visión, quería venir, pero debido al trabajo no pude, ya sabes, alguien tiene que juzgar a los difuntos cristianos. Por lo que hace unos minutos le pedí a Noé que me sustituyera por un rato. Ahora Metatrón, di que es lo que dice la nota.
Metatrón no sabía que hacer, no podía mentir frente a San Pedro pero tampoco podía decirle la verdad. Después de pensar, Metatrón se arrodilló.
—Perdóneme padre porque he pecado.
San Pedro entendió las acciones de Metatrón. Al contárselo como una confesión se evitaría que se lo dijera a otros ángeles o dioses. San Pedro sonrió antes de sentarse en el suelo.
—Habla hijo mío, ¿qué pecado te atormenta?
La voz de San Pedro sonó cercana y cálida.
—Mis hermanos y hermanas, dioses de otros panteones, héroes de antaño, y yo, hemos visto un futuro desolado, donde sólo había una mujer ataviada en una túnica dorada.
San Pedro asintió y le pidió que continuara.
—En el primer futuro que vimos, esa mujer nos preguntó por un hombre antes de que el futuro cambiara. Tras el cambio, yo y mi hermano Uriel nos dimos cuenta de que todos los futuros eran iguales. En ese mismo futuro volvimos a ver a esa mujer, pero era distinta, era como si nos protegiera de alguien o algo. Antes de que desapareciera convocó la lanza de Longinus y dejó caer el papel. Cuando apareció de nuevo era igual que la anterior.
—¿Podrías decirme qué hay escrito en la nota?
Metatrón sacó el papel y lo extendió frente a San Pedro, dejando que lo lea.

«El herrero destruirá el castillo del Conde con una verdadera diosa, el hombre con túnica dorada asesinará todo en su camino hasta que tenga las tres armas y libere al ente primigenio. Entonces, todo morirá.»

San Pedro leyó la nota una y otra vez. Estaba escrita en sangre, probablemente esa mujer usó su propia sangre para escribirlo.
San Pedro miró a Metatrón con una expresión serena y tranquila.
—¿Temías por esto que está escrito? ¿Por un futuro que no se ha decidido?
Metatrón no pudo evitar que sus manos temblaran. San Pedro colocó su mano en el hombro de Metatrón y le siguió hablando con una voz tranquilizadora.
—No es pecado temer al futuro incierto. De hecho, el futuro tiene una posibilidad de cambio ahora. Metatrón, tu penitencia será unir los cielos y el infierno para encontrar a ese hombre con túnica dorada, y protegerás al "herrero" con la ayuda de todos como última voluntad de esa pobre mujer.
Tras ponerle a Metatrón su penitencia, San Pedro se marchó con el papel en su mano mientras que Metatrón se quedó pensativo. Cuando San Pedro miró el papel, su sonrisa se endureció.

<Esta es mi última voluntad siendo consciente de mí misma. He usado magia de sangre para ocultarla, si logras leerlo, transmite mis palabras al dios que gobierna sobre el amor y el sol. Ayúdame, por favor... ¡necesito tu ayuda, Allen!>

En el infierno, John estaba sentado en una silla al lado de Lucifer. Frente a ellos, había una gigantesca mesa rectangular con los otros dioses, regidores y nobles del infierno.
En la mesa había todo tipo de alimentos, aunque nadie se atrevía a coger nada sin permiso explícito de Lucifer, todos esperaban que diera su complacencia. Lucifer estaba leyendo los informes de las otras zonas del infierno, sin prestar ninguna atención a los demás.
John, cansado de esperar, agarró una manzana dorada y la mordió, haciendo que los demás lo miraran mientras rompía el silencio con su mordida. Si no estuviera presente Lucifer, todos se habrían enfrentado contra John por interrumpir la reunión.
John sonrió mientras reclinaba la silla y apoyaba sus piernas en la mesa.
—¿Quién ordenó a los tres inútiles de turno que me mataran?
Cuando John hizo esa pregunta, todos esperaban que Lucifer lo castigara, pero lo único que hizo fue dejar en la mesa los documentos y sonreír levemente mientras cerraba los ojos, bostezando mientras se rascaba su barba incipiente.
Al no escuchar la respuesta a su pregunta, John saltó encima de la mesa y lanzó la manzana a la cara de un hombre anciano con una larga barba. Este hombre vestía una túnica roja, aunque era blanca en un principio, su color se debía a que tenía la costumbre de bañarse en sangre con su túnica.
Los ojos completamente amarillos del anciano miraron a John con odio, pero aún así no hizo nada en su contra.
—Vejestorio, la última alma que traje te mencionó. Mejor dicho, se hizo pasar por ti.
En efecto, este anciano era Barbas, uno de los nobles del infierno.
Barbas se tragó su orgullo y habló cortésmente con John.
—De acuerdo, me encargaré de castigarlo adecuadamente.
John cogió una fruta parecida a una fresa, aunque era negra y estaba deforme. Tras morderla, se la escupió a Barbas.
—Muy amarga para mí, quizá a ti te guste, vejestorio.
John lanzó a la cara de Barbas la fresa negra que había mordido.
Barbas llegó a su límite de paciencia y se levantó de su asiento, en ese momento, Lucifer abrió los ojos y miró a Barbas, mientras Barbas apuntó su mano a John, haciendo aparecer en el interior de su pecho una luz morada que tras unos segundos se expandió al exterior, haciendo que John fuera atravesado por una barra de luz puntiaguda.
—Ya que no quieres admitir la orden que les distes a los tres inútiles, ¿por qué no me dices quién te sustituyó el día que escapó esa alma?
John habló sin prestarle atención al ataque de Barbas.
Un olor a quemado impregnaba el aire a la vez que del pecho de John emanaba humo negro. Con sus ojos fijos en Barbas, se quitó la barra de luz en su pecho empujándola hasta que logró quitarla por completo. Con la barra de luz en su mano, John se la insertó en el hombro a Barbas, haciendo que se volviera a sentar debido al impacto.
—Viejo, ¿tengo carta blanca?
Lucifer se puso en pie y caminó hasta que estuvo frente a Barbas.
—Barbas, ¿quién era el demonio con túnica dorada?
—¡No me jodas, angelito! ¡Déjame zurrarle un poco, ya verás como habla!
Aguantándose las ganas de golpear a Barbas, John retorció la barra de luz en su hombro, haciendo que mostrara una mueca de dolor. Mientras, Lucifer lo miraba fijamente con una sonrisa.
—Y-y-yo n-n-no sé quién era... lo juro...
Lucifer sonrió más cínicamente y le hizo un gesto a John, haciendo que retorciera la barra de luz aún más. Con cada giro que daba la barra en las manos de John, más se acercaba al alma de Barbas, la cual se encontraba en el centro del pecho. Barbas retenía sus ganas de gritar por el dolor, y cuando notó que John la movía lentamente hacia su alma, su rostro se volvió pálido.
—Sabes que no me gustan las mentiras, responde, ¿quién era?
—Hablaré... pero ordena al humano que deje de intentar matarme.
Lucifer miró a John y ambos sonrieron.
—Me debes un favor viejo.
—Soy un ángel de palabra John, da por hecho lo que quieras.
Barbas y los demás miraron a ambos, nadie entendía a qué estaban jugando.
—Al recuperar el alma prófuga, John descubrió que se escapó gracias a un demonio con túnica dorada que, según él, estaba sustituyéndote. Si lo decía abiertamente lo negarías, por lo que John hizo un trato conmigo, si él lograba obligarte a reconocer que conocías a quien dejó libre a esa alma le haría un favor, y si no lo conseguía lo enviaría a perseguir a Sara hasta que la trajera de vuelta.
John sonreía mientras impactó su pierna sobre el pecho de Barbas.
—Di quién era vejestorio.
—No te conviene hacerlo esperar mucho Barbas, John suele ser un poco... impaciente, con algunas cosas... y está muy irascible desde que intentaron matarlo.
Barbas miró a Lucifer y comenzó a suplicar.
—Mi señor, yo sólo sé que era un hombre con barba y ojos castaños, su nombre no me lo dijo nunca. Pero recuerdo que siempre preguntaba por la zona central.
—John, déjalo, y tú explica mejor, ¿qué preguntaba?
John dejó a Barbas mientras se reclinaba en la silla frente a él. Barbas se aclaró la garganta antes de hablar.
—Siempre preguntaba si había mapas de la zona central, o qué había en el interior.
Lucifer volvió a su asiento y con un leve gesto de su mano, Barbas desapareció. John miraba a Lucifer mientras caminaba en la mesa.
—Aguafiestas...
Sin prestar atención a John, se dirigió a todos los demás reunidos.
—El infierno se encuentra ahora mismo en alerta de nivel 1. Nadie tiene permiso para salir del infierno, y quiero que todos busquen a ese hombre con túnica dorada.
Todos sabían que ese hombre tenía que estar loco para buscar información sobre la zona central. De hecho, ni siquiera Lucifer sabía exactamente qué había dentro, sólo sabía que estaban encarcelados el titán Atlas junto a otros seres que eran inmortales. Si ese hombre llegara a liberar a un único ser de la zona central, provocaría caos no solo en la Tierra, también en el infierno y en el cielo.
John miró a Lucifer y sonrió.
—Viejo, voy a ir a la Tierra unos días como pago por el trato.
No solo Lucifer lo miró, sino todos los presentes también. Sabían que Lucifer era estricto cuando se trataba de las reglas, llegando a encarcelar incluso a un dios si trataba de ignorarlas. Incluso si John estuviese protegido por Lucifer, no podría romperlas. Pero como había dicho Lucifer previamente, ya que John ganó el trato, podía exigir lo que quisiera.
Lucifer cogió una copa dorada con vino y le dio un sorbo antes de que una idea pasara por su mente.
—Te permito estar en la Tierra, sólo, pero con una condición.
Lucifer sacó del bolsillo de su chaqueta una píldora transparente, el líquido en su interior era azul.
—Esto me permitirá ubicarte, ver y escuchar todo lo que hagas.
En ese instante John lo comprendió. Lucifer sabía de antemano lo que iba a ocurrir, por lo que esperaba el momento en el que John dijera que quería ir a la Tierra como pago, así no rompería las reglas, y preparó esa píldora para tener a John en contacto en la Tierra.
—Zorro astuto...
—Bueno... ya sabes lo que dicen del diablo, John.
Tras esas palabras, John se tragó la píldora y se marchó.



#1978 en Ciencia ficción

En el texto hay: angeles, demonios, dioses

Editado: 27.10.2024

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.