Infinidad — Futuro Sombrío

Capítulo 10 (V2)

Sara estaba detrás de Omega, ambos frente al enorme portón de madera llena de musgo y moho, esperando que el Conde los recibiera, cosa que inquietaba a Sara ya que vería en persona a un ser temido por los dioses.
Un crujido se escuchó tras el portón antes de abrirse con un chirrido, un hombre anciano con el pelo blanco recogido en un moño los recibió con una sonrisa.
—Bienvenidos a mi humilde castillo. Soy el Conde Vlad, ¿y ustedes?
Sara se fijó en la dentadura del Conde, era de un color blanco impoluto con sus puntiagudos caninos más largos de lo normal.
Por un momento tuvo ganas de gritar cuando el Conde la observó con sus ojos amarillos, pero Omega la miró por encima del hombro y se contuvo.
—Ella es Sara, a mi puedes llamarme Omega. ¿Debemos llamarte Vlad o Drácula, señor Conde?
Vlad miró a Omega con una sonrisa en su rostro, aunque en su mirada se podía vislumbrar un atisbo de locura.
—Prefiero Vlad, aunque Drácula también me gusta. ¿Quién eres tú, Omega? Para hablarme sin ningún miedo no debes ser una persona corriente.
—Prefiero discutir las cosas con vino.
—Cortejas a la muerte niño...
Vlad agarró del cuello a Omega, pero antes de que pudiera hacer nada, una hoja negra descansaba en su cuello. Cuando la hoja tocó su piel, sintió que era peligroso ser descortés con Omega.
—¿Un arma maldita?
—Deberías conocerla, es una Muramasa. Es una réplica, pero no tiene nada que envidiar a la original... de hecho, es incluso mejor que la verdadera.
Vlad soltó a Omega, entonces se dio cuenta del agujero negro en el rostro de Omega. Sin su permiso, Omega entró en el castillo, haciendo que Vlad hiciera teorías en su mente sobre la identidad de Omega.
Sara siguió a Omega de cerca, cuando pasó al lado de Vlad, vio su rostro tranquilo.

Omega, Sara y Vlad entraron en un gran comedor con una lámpara de araña colgada en el techo que iluminaba toda la sala.
En el centro de la sala había una mesa rectangular en la que podrían caber alrededor de treinta personas. Vlad se sentó en el extremo derecho de la mesa, mientras que Omega escogió un asiento en el centro y Sara se sentó frente a él. Con un giro de su mano, Vlad llenó las dos copas frente a cada uno con vino y agua, también aparecieron en la mesa diferentes tipos de alimentos.
—Adelante, podéis comer y beber, aunque me tendréis que disculpar ya que yo cenaré más adelante.
Sara miró a Omega, esperando que diera su aprobación, ya que no podía fiarse de una criatura como Vlad.
Omega asintió y Sara empezó a beber y comer, para su sorpresa, tanto el vino como los alimentos eran deliciosos, si no fuera porque había visto a Vlad hacerlos aparecer creería que fueron cocinados por un chef experto.
Omega, en cambio, se mantuvo sentado sin moverse. Al ver su actitud, Vlad lo miró y Omega le devolvió la mirada.
—Perdóneme Conde, pero no puedo comer o beber nada. Eso se debe a mi actual rostro.
Tras beber de su copa, Vlad lo miró y comenzó a entablar una conversación con Omega.
—He tenido esta pregunta desde que te vi la cara, ¿cómo fue reemplazado tu rostro por eso?
—Una maldición...
Vlad bebió de su copa, Sara que comía modestamente, se fijó en la copa de la que Vlad bebía y se dio cuenta de que, a diferencia de su vino, el líquido de la copa de Vlad era más denso.
—¿Qué clase de maldición si me permites la pregunta?
—Si te la dijera, me temo que el ser que me la impuso te mataría y borraría tu alma de la existencia.
Al mencionar esas palabras, no solo Vlad lo miró, sino que incluso Sara dejó de comer y prestó atención a la conversación. Omega cogió la servilleta y con su dedo índice mojado en el vino dibujó un círculo. Debajo del mismo, escribió las palabras "artefacto" y "consciente".
Al principio, Vlad no lo entendió pero al pasar unos momentos, su mirada se convirtió en una con gran sorpresa.
—¿Es un objeto anterior a la creación?
—Sí... y uno bastante fuerte. Es debido a ese objeto que estoy aquí hoy.
Sara miró a ambos, no entendía de lo que estaban hablando. Al ver a Sara confundida, Vlad la miró y le habló.
—Los objetos anteriores a la creación son, en otras palabras, artefactos. Un ejemplo de éstos sería, sin ir más lejos, la espada Excálibur que usó el rey Arturo, o la Muramasa original. Éstos artefactos tienen conciencia propia, y por lo general escogen a su portador hasta que muere.
—¿Cómo se crearon?
La pregunta de Sara hizo que tanto Vlad como Omega se quedaran en silencio.
Tras un sorbo de su copa, Vlad miró a Omega seriamente y continuó.
—Los artefactos son "objetos", por así llamarlos, antes de la existencia del universo mismo, por lo que se podría decir que no sabemos el propósito de su creación o quién los creó.
Vlad miró a Sara y negando con la cabeza continuó.
—Algunos artefactos han ayudado a la humanidad desde tiempos inmemoriales. Un ejemplo sería la Ame no Murakumo, una katana de origen japonés que ayudó en la destrucción de Orochi, un alma que llegó al mismo estado que yo pero perdió el control. En cambio, otros artefactos sólo quieren causar destrucción por donde pasen, un ejemplo de dichos artefactos sería la Muramasa real, que maldecía a su portador.
Vlad terminó el líquido en su copa y se levantó de la mesa, caminando lentamente hacia la entrada.
—Sara, quédate aquí. Voy a discutir en privado algunos asuntos con el Conde.
Omega caminó detrás de Vlad, y ambos dejaron el comedor.
Sara miró la comida frente a ella, pero tras ver cómo Vlad bebía sangre en una copa sus ganas disminuyeron. Al levantarse, sus manos comenzaron a temblar, igual que cuando pisó la tierra frente al castillo de Vlad, comenzó a temer sus alrededores. Aunque sabía que estaba sola, un miedo sin forma la acorraló evitando que pudiera moverse.

En la habitación contigua, Omega y Vlad miraban un espejo en el que se mostraba a Sara en el comedor, sin moverse y temblando.
—¿Por qué tiembla?
—Lo entenderás en breve...
Sin responder a su pregunta, Omega hizo que Vlad mirara el espejo.
—Ella no es una parca destinada al combate.
Tras esas palabras, Vlad sonrió con un rostro demencial y siguió mirando a Sara.
Sara miró a las esquinas del comedor frente a ella, sin embargo, no se atrevía a mirar detrás de ella, pensaba que moriría en el momento en el que se girara.
Su conciencia se apagó poco a poco hasta que no sabía ni quién era. Sin embargo, los ojos completamente blancos de Sara miraban en todas las direcciones a la vez que describía lo que veía.
<Todo está destruido, el castillo del Conde Drácula está en ruinas. En el cielo están los hijos de Dios, Metatrón y Miguel, siendo acompañados por el héroe Hércules y los dioses Zeus, Afrodita, Odín, Thor, Hera, Horus y Ra, todos mirando a John en medio de las ruinas mientras sujeta una katana con la hoja rosa y detrás de él...>
En ese punto se detuvo. Omega miró a Vlad y le habló cortésmente.
—Sara tiene el don de la adivinación, igual que Uriel. Aunque su don es muy inferior, le permite ver el futuro del lugar en el que esté, a diferencia de Uriel que puede ver los distintos futuros del mundo. Si la devoras, podrás llegar al nivel 3, convirtiéndote en el primer alma que alcanza el poder de un dios.
—Pensaba que era tu compañera.
Omega se giró y apareció un agujero negro, aunque antes de adentrarse en su interior miró por última vez a Vlad.
—Yo no tengo compañeros. Ella es sólo una pieza que debía usar, sólo eso.
Vlad suspiró y miró la cara desfigurada por el terror de Sara.
—Debes estar muy sólo.
Al escuchar esas palabras, Omega se detuvo y no siguió caminando al interior del agujero negro, sino que miró a Vlad.
—Tú sólo haz que John invoque un arma sagrada.
Cuando terminó de dar sus instrucciones a Vlad, desapareció en el agujero negro.
Cuando Vlad escuchó las pocas palabras que dijo Omega, pudo sentir la ira y odio que tenía Omega en su interior cuando le dijo que estaba sólo, casi se lo tomó como una amenaza.
Tras mirar a Sara en el espejo, dejó de lado lo que Omega quería y sólo se centró en ella.
Vlad tomó una silla y se sentó frente al espejo, quería más información del futuro, sobretodo si estaban presentes tantos dioses. Aunque lo que le parecía más extraño era el hecho de que no pudiera acabar de profetizar lo que estaba detrás de John.
<Ella está detrás de John... Ella está detrás de John...>
Empezó a decir lo mismo una y otra vez desde que no sabía cómo describir la presencia que resguardaba la espalda de John.
Vlad abrió la palma de su mano y un libro voló desde la estantería de la habitación, aquel libro era su diario personal. Su alma y cuerpo eran inmortales, pero originalmente era un mortal, por lo que no podría recordar toda la información que recolectó a lo largo de los años, y al estar encerrado en el "purgatorio", como lo llamaban todos los seres, por otros cientos años, había olvidado gran parte de su conocimiento.
El purgatorio era el nombre que se le dio a un vacío entre el cielo y el infierno, y lo creó el Dios Cristiano, aunque ninguna deidad, parca o demonio sabía cómo entraban las almas peligrosas en su interior.
Vlad se detuvo en una página y la leyó con interés, no recordaba la última vez que pudo leer algo en su idioma original. Al terminar de leer, una sonrisa se dibujó en su rostro.
—Tenía razón... existe una deidad anterior al Dios Cristiano.
La página de su diario tenia como título con una letra cursiva, escrita en alemán y casi borrado por el paso del tiempo "Teoría de la Deidad Primigenia compaginada con la Teoría del Caos Multilineal Temporal".



#1978 en Ciencia ficción

En el texto hay: angeles, demonios, dioses

Editado: 27.10.2024

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