Infinidad Parte 2 — Oscuridad Sin Límites

Prólogo (V2)

Miles de soldados se encontraban en el centro de la ciudad rodeados por millones de criaturas oscuras que avanzaban lentamente en la noche. Algunas armas que apuntaban a las criaturas temblaban en las manos de los soldados, mientras que otros mantenían sus ojos cerrados rezando a Dios.
Un hombre que se mantenía en pie sobre un tanque pesado miraba con ojos llorosos a las criaturas alrededor del ejército, desvió su mirada a las montañas a lo lejos sólo para ver que más criaturas llegaban de ella.
—Que Dios me perdone por esto.
Cerró los ojos y alternó su mirada entre el detonador a sus pies y los cables que se extendían de él por todas las calles, perdiéndose en la oscuridad.
—Esta es la única manera...
Suspiró y se dirigió a su ejército, gritando a pleno pulmón.
—¡Soldados, apuntad y disparad a matar! ¡No quiero ninguna aberración viva al final de la noche! ¡Y recordad, si alguien es atrapado, es mejor suicidarse que ser devorado por esos monstruos!
El hombre temblaba por el genocidio que se iba a cometer en ese momento, pero al dirigir su mirada al horizonte contempló horrorizado una criatura gigante que brillaba con un color dorado, como si fuera la encarnación del propio sol.
Con un rugido, todos los presentes, incluyendo las criaturas oscuras, comenzaron a temblar. El ser dorado se posó en la cima de una montaña y dirigió su mirada al campo de batalla.
El hombre encima del tanque sólo podía quedarse mirando el brillo del monstruo gigante, estupefacto tanto por su belleza como por el poder que desprendía. Una criatura oscura se acercó tras él y le agarró el cuello, cuando se dio cuenta del toque, la sensación desapareció casi al instante.
Giró su cuerpo sólo para ver a una persona en una armadura completa sosteniendo una espada con la hoja en llamas.
Inclinando la cabeza, el hombre con la espada caminó lentamente, cuando llegó al centro de la formación circular, clavó su espada en el suelo, y se formó una cúpula de fuego protegiendo al ejército.
El caballero miró a la radiante luna llena en el cielo y la línea de luz en el horizonte.
—No queda mucho tiempo, y dudo que pueda sobrevivir esta noche.
El soldado líder lo escuchó decir esas palabras, sin voluntad para preguntarle por todo lo que había ocurrido ese año. Se dejó caer al suelo y posó sus manos en el detonador antes de mirar al caballero una última vez.
—Sundrac, el dragón del sol, ese es el nombre de ese monstruo gigante.
El caballero se quitó el casco, mostrando el rostro de un anciano con múltiples cicatrices y heridas sin curar.
—Es el primero en aparecer, y nunca ha aparecido el segundo. Nunca ha sido vencido.
El soldado miró al dragón dorado en la montaña y preguntó sin aliento apenas.
—¿Qué... quién...eres?... ¿Qué son... estas criaturas?
—Yo soy sólo un anciano que ha vivido demasiado, ¿no es así, Magmius?
El anciano miró su mano derecha, la cuál sostenía un rubí engarzado en un anillo, y suspiró.
—Lo que harás ahora se convertirá en una leyenda entre los Protectores. Un mero humano, sin antepasado, se atrevió a luchar contra una ola de oscuridad, o tal vez...
El soldado no parecía escuchar sus palabras, estaba dudando si explotar la ciudad con las bombas que había instalado o pedir refuerzos.
—Tal vez te vuelvas loco después de esta noche, si logras sobrevivir, claro. ¡JAJAJAJA!
Tras reír fuertemente, la cúpula de fuego se disipó y mostró a Sundrac volando frente a todos ellos. Abrió lentamente sus fauces y un destello plateado iluminó toda la ciudad, y toda la noche.
Todo había sido reducido a la nada, de la ciudad y el ejército que la ocupaba sólo quedaba polvo. El único que quedaba con vida era el anciano, con su armadura derretida uniéndose a su cuerpo.
—Esta vez... ganas tú... Sundrac... ja... ja...
El anciano tosió y escupió una bocanada de sangre, mientras el dragón lo miraba desde arriba.
—Esa arrogancia... acabará contigo.
El anciano levantó su brazo y abrió su mano, intentando atrapar el sol que aparecía por el horizonte.
—Dejadme verlo... dejadme saber... si algún día... la humanidad... sobrevive a la oscuridad... espíritus... realizad mi deseo... la última petición de un viejo loco...
En ese momento, todo perdió su color y se volvió de un gris ópaco, a excepción del anciano y Sundrac. En el horizonte, todo se volvía oscuridad y vacío.
<¿Crees que unos mortales como vosotros podéis vencerme? ¡JA! Ni siquiera podéis dañarme, matarme es sólo un sueño.>
—En eso te equivocas...
Sundrac miró al anciano mientras una luz celeste surgía entre la oscuridad.
—Pyhryus.
Al escuchar esa única palabra, Sundrac tembló y fijó su mirada en la luz celeste que, lentamente, se tornó violácea. Con sus ojos llenos de miedo, no podía dejar de mirar la luz, hasta que lentamente se fue desvaneciendo y todo volvió a la normalidad.
—Ese es... tu futuro... Sundrac... Pyhryus te matará... cuando empiece de nuevo.
El cuerpo completo de Sundrac temblaba, no por temor a morir, sino por Pyhryus. Agarró el cuerpo del anciano con su enorme garra y lo puso delante de sus fauces.
<Pyhryus no existe, es una simple leyenda. Un dragón muerto.>
Cuando terminó de hablar se dio cuenta de que el anciano había muerto al agarrarlo, moliendo sus huesos y músculos. Sundrac gruñó y tiró el cuerpo al suelo mientras miraba la luz del sol que lo envolvía lentamente.
<Es sólo una leyenda.>
Tras sus últimas palabras, su cuerpo desapareció como un espejismo en el momento en que la luz del sol resplandeció en él.




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