Tras dos horas de larga espera, le dieron a John permiso para residir en su casa esa noche con la condición de que sólo usara su habitación, el baño y la cocina.
Mike estaba perplejo cuando el capitán de la policía comentó la muerte de la madre y la posible desaparición del padre de John, por lo que tras despedirse y recordarle que iba a estar despierto hasta tarde se fue, dejando a John con la policía en su casa. Aunque se fueron tras fotografiar las habitaciones restantes.
John estaba en la habitación de sus padres. En ella todavía estaba el fétido olor de los pies de su padre y la colonia que usaba su madre.
Tras respirar profundamente y grabar en sus recuerdos esos aromas que nunca volverían, cerró la puerta.
—Ahora estoy sólo... aunque ahora estarán en un sitio mejor.
John sonrió, aunque en sus ojos había un brillo que mostraba su tristeza interior. Tras suspirar, se dirigió a la cocina.
La nevera estaba casi vacía, por lo que cogió una lata en conserva y se la comió con un trozo de pan. No tenía hambre, pero su madre siempre le decía de pequeño que comer le ayudaría siempre a ser grande y fuerte en el futuro.
Tras cenar, miró el reloj en la pared, las agujas marcaban las once en punto.
—Primero el exterior.
Cogió uno de los botes con polvo negro que le dio la adivina y se fue al jardín trasero. Tras un cuarto de hora, gastó tres de los botes para esparcir el polvo alrededor de la casa formando un círculo, lo que le sobró del tercer bote lo puso en las ventanas y puertas.
Cuando terminó, cogió de la cocina una cerilla y un paquete de sal que se llevó a su habitación junto al último bote.
Encendió la luz y extendió el polvo sobre su ventana y la puerta antes de hacer un círculo que cubría toda la habitación, aunque para lograrlo tuvo que mover algunos muebles y su cama.
Sacó de su bolsillo la nota. Pero antes de quemarla decidió leerla de nuevo.
—Se me olvidó comprar esta tarde la vela roja... pero creo que debo de tener una pequeña que usé en mi cumpleaños con Mike.
Después de buscar en distintos cajones, encontró una vela roja de poco más de un centímetro.
Ahora que tenía la vela roja, hizo el círculo con sal y puso la nota en el centro, encendió la cerilla y con ella prendió la mecha de vela.
—Siempre se debe avanzar, ¿no decías siempre eso papá?
Tras recordar a su padre, quemó la nota con el fuego de la vela. En el momento que la pequeña llama tocó la nota, el color rojo de la vela y la llama cambiaron a un tono purpúreo que le tranquilizaba. En comparación con lo que había sucedido los últimos días, esto no era nada.
Cuando la nota terminó de volverse cenizas, la vela y la llama tomaron su color original. Aunque John no se dio cuenta, en ese momento una sombra aterrizó suavemente en el tejado de la casa vecina.
La sombra vestía un esmoquin negro y de su espalda salían un par de alas blancas. Cuando miró a John, sonrió pesadamente.
—Guilea le debería haber dicho que no tenía que usarlo todo... moler tantas perlas del infierno para usarlas tan de golpe es un desperdicio.
El hombre se sentó en el tejado y, mirando a John, rememoró la última vez que lo vio en el anterior universo.
Eran las siete de la mañana, John se había quedado dormido en el suelo tras quemar la nota, aunque no quedaban rastros del círculo de sal, ni de las cenizas, ni del polvo negro. Era como si nunca los hubiera usado.
John se estiró con un poco de dolor de espalda y se tocó el pecho. Entonces un recuerdo le vino a la mente.
Fue a buscar una aguja de la cocina y volvió a su cuarto.
Tras sentarse en su cama, se quitó el colgante y miró el corazón. Seguía teniendo una pequeña hendidura en el centro, y tras descansar, se fijó que el corazón tenía unos grilletes minúsculos en los lados.
Introdujo el extremo de la aguja en el interior y comenzó a moverlo. Al principio no ocurría nada, pero después de unos segundos se escuchó un clic y el corazón se abrió bruscamente, rompiendo la aguja.
El interior del corazón relucía con pequeñas piedras blancas, pero lo que le llamó más la atención a John fue el corazón rojo de cristal.
John intentó sacarlo pero estaba atorado o pegado, incluso pensó que era parte de la misma pieza. Por lo que cogió una lupa y lo observó.
Sólo podía describirlo como bello, el corazón de cristal era completamente translúcido y en su interior se podía leer la palabra "amor".
Volvió a cerrarlo y se lo puso alrededor del cuello de nuevo, después le envió un mensaje a Mike a través de su ordenador.
«¿Estás ahí Mike?»
Tras un par de minutos, Mike se conectó.
«Si. Dime.»
«¿Puedes buscar un colgante de plata, con un corazón de oro con otro corazón de cristal rojo dentro?»
«Difícil por la explicación, pero lo intentaré.»
John aprovechó para desayunar e ir al baño, incluso el tatuaje había desaparecido por completo.
Tras ducharse y lavarse los dientes, volvió a su habitación, para entonces ya había recibido un mensaje de Mike.
«Es un colgante que venden las wiccas, según la información, es un talismán para proteger a quién se lo des, siempre y cuando tus sentimientos sean puros. Dependiendo de la palabra que tenga en el interior, a distinta persona se lo darás, y a mayor sentimiento, mayor efecto.»
John no pudo entenderlo del todo. La palabra en el interior del corazón de cristal era "amor", pero él no conocía de nada a la vidente, sino hubiera reconocido su voz.
Aunque si sabía algo con certeza, desde que la vidente tocó su mano y le susurró al oído, no podía olvidar ese momento. Cada vez que lo recordaba, el corazón le bombeaba cada vez más rápido.