Infinidad Parte 2 — Oscuridad Sin Límites

Capítulo 21 (V2)

En pocas horas, helicópteros del ejército restringieron el acceso a toda la ciudad y los Protectores a su alrededor levantaron unos enormes muros de hierro de cien metros que abarcaba cuarenta kilómetros desde la montaña.
En la parte superior de los muros había miles de cañones, ametralladoras y lanzamisiles, mientras que en el exterior, por si lograban destruir el muro, había varias minas antitanque enterradas en el suelo y en la distancia, miles de soldados con bazucas y misiles antiaéreos.
<Está todo muy mal ubicado... yo no hubiera puesto cañones, es un arma demasiado lenta y fija, pero bueno, no se puede pedir mucho de los que están mas atrasados intelectualmente ¿verdad Uriel?>
A varios miles de kilómetros sobre el cielo, un drón con una hélice vigilaba la ciudad y a su lado, con las alas desplegadas, Uriel miraba hacia abajo con el ceño fruncido y la cara seria.
—Mike no se trata de la velocidad, sino de generar el mayor número posible de monstruos muertos.
<Si, Uriel. Por cierto, ¿has comprobado el perímetro de distancia en el punto 3, 7 y 8? Quiero hacer mi debut con el mayor escándalo posible.>
—Lo hice, y están perfectamente alineados, pero debes recordar que nuestro principal objetivo es Sundrac.
<Ése es el plato fuerte, y para un "gigantón" como me has descrito al dragón, tengo a punto un arma bastante "especial"...>
Uriel cogió el drón y apuntó su mirada a la cámara.
—Nada de experimentos con energía atómica, quedas advertido, suficiente hizo tu antepasado creando una bomba para que tú ahora le sigas los pasos y crees algo en miniatura, con más usos, e igual de peligroso.
Mike se silenció por un momento, cosa que hizo que Uriel volviera a mirar hacia abajo.
<Bueno... no es precisamente energía atómica, pero sí que es antimateria, y me acabas de dar una idea para un bonito cañón móvil con carga múltiple.>
Uriel simplemente lo dejó estar, no entendía el razonamiento científico de Mike. Sabía que lo hacía con buenas intenciones, pero no comprendía el porqué de crear tantas armas peligrosas.
En la ciudad, las sombras de la noche comenzaron a caer, por lo que Uriel volvió a coger el drón.
—Escucha con atención Mike, yo y Lucifer no podemos intervenir. Debes apoyar a John en todo lo que puedas.
<Eso está hecho. Cambio y corto, suelta el drón, lo auto-destruiré desde aquí.>
El pequeño drón se incendió y seguidamente explotó en miles de piezas, dejando a Uriel solo entre la tierra y el espacio mientras observaba con nervios lo que ocurriría.
No debía usar su don, eso es lo que aprendió en todos los milenios que vivió en el universo actual, por lo que desarrolló su don enfocándose en el presente y el futuro cercano, en vez de usarlo para ver el futuro distante como lo hacía habitualmente, sobretodo si iba a vislumbrar una y otra vez un futuro desolado con una "criatura" desconocida acechándolo.
Pero aún así lo usó, y lo que vio lo dejó con temblores.
—Luci... ¡Lucifer!... ¡¡¡LUCIFER!!!
Con horror, Uriel desplegó sus alas y se dirigió al infierno. Lo que vio en su visión fue, ni más ni menos, que la muerte de Guilea a manos de Sundrac.

Mike se estiró en la silla frente al ordenador y tocó un botón del teclado. Una de las nueve pantallas cambió y mostró a John con Paul y Guilea.
—Vale, deberían tener protección suficiente para alrededor de una o dos horas.
Mike se giró y miró la pantalla de la derecha, la cuál mostraba un pequeño insecto plateado, parecido a un saltamontes.
—Si el viejo Oppenheimer tiene razón en todo el conocimiento que me ha dado, uno de entre los cien mil tipos diferentes debería de ser completamente indestructible. A raíz de ese podré empezar a experimentar con nanotecnología.
Mike se levantó y del escritorio cogió un cinturón que se puso. En él había varias esferas metálicas y dos pistolas, una de ellas era negra con diversos cables y la restante era plateada con su extremo poseyendo un minitanque lleno de líquido negro.
—Solo me falta buscar el interruptor de acción y programar la auto-destrucción de mi casa.
Tras teclear un par de minutos, en una pantalla apareció una cuenta regresiva de 10 horas.

Paul y Guilea estaban nerviosos, aunque John se había mantenido sereno, sus manos temblaban ligeramente.
—¿Qué debemos hacer, Guilea? Queda un minuto para que sean las doce.
Guilea se quedó en silencio ya que ni ella misma sabía qué debía hacer.
Al pasar los minutos, Paul notó que no habían aparecido monstruos todavía, algo extraño ya que en todos sus servicios habían aparecido en el momento que fueron las doce exactamente. Cuando se dirigió a la ventana, Guilea y John miraron también, solo para ver un enjambre volador de insectos plateados matando a todos los monstruos que aparecían.
—Guilea, tu...
Paul intentó formular su pregunta, pero no sabía ni siquiera qué eran, y al ver la expresión de Guilea entendió que tampoco sabía nada.
Entonces, Guilea recordó a Mike, si los extraños insectos eran cosa suya nadie le negaba que Sundrac aparecería donde Mike dijo que aparecería, por lo que salió de la casa corriendo y miró a la montaña, seguida por Paul y John.
Lo que vieron los dejó impactados, Sundrac miraba la ciudad con solemnidad y orgullo desde la cima de la montaña, regocijándose de todo el caos.
Al mirar a Sundrac, John sintió como su corazón le daba un latido de dolor. Poco a poco, ese dolor le obligó a sentarse en el suelo sin moverse, agarrándose el pecho con ambas manos. Cuando Guilea vio a John en aquel estado, lo apoyó en su hombro y con ayuda de Paul, decidió que hacer.
—Nos vamos, ahora mismo John no puede hacer nada.
En la montaña, Sundrac miraba al grupo de John, y al reconocer el aroma que desprendía John, una mueca de insatisfacción se mostró en su rostro levemente antes de alzar el vuelo y aterrizar frente a ellos.
<Tú, humano, ¿por qué hueles igual que un dragón?>
Temiéndose lo peor, Guilea miró a John, el cual tenía los ojos rojos y sesgados mientras que la saliva caía de su boca.




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