Infinidad Parte 2 — Oscuridad Sin Límites

Capítulo 22

Al recibir el disparo, Sundrac gruño y miró su espalda en la que había una enorme marca circular de piel quemada, incluso las escamas alrededor se empezaban a derretir.

Mike se levantó del suelo y anotó en su cuaderno.
—Una carga taquiónica puede ser excesiva, tendré que hacer las balas a la mitad de carga. ¿Y el sujeto de pruebas?
Mike miró a Sundrac que mantenía sus ojos en él, habiéndose olvidado del olor de John.
—Si tienen la mitad de carga es posible que sea inefectivo, o incluso imposible, de traspasar la piel de monstruos tipo dragón.
Sundrac se acercó a Mike, al cual podría aplastarlo fácilmente con su pata. Pero al contrario de lo que esperaba, Mike tomó notas una y otra vez.
—Si tomamos mi altura de referencia... Lo multiplicamos... pensaba que sería mas alto.
Mike miró a Sundrac sin ningún tipo de temor.
—Solo mides 1.270 metros y 15 centímetros, eres racionalmente más bajo que otros dragones, al menos según de que leyenda o mito. Pero para mí eres lo mismo que los payasos del instituto.
Mike guardó la pistola negra y sacó la plateada, apuntándola a Sundrac.
—Te presento a mi pequeña, Arma Genética de Antimateria. Pero solo puede ser manejada por expertos, ya que no solo es extremadamente peligrosa, si la carga te toca la piel lo más mínimo, corres riesgo de tener una descomposición genética en el mejor de los casos.
Mike destapó el cañón, resultando que la pistola en sí tenía la apariencia de una nueve milímetros estando tapada, pero si le quitaba el cañón mostraba una aguja recubierta con aceite.
— Además, tú eres solo un fósil viviente, ¿quién te has creído que eres para molestar a mi colega?
Mike apretó el gatillo y de la aguja salió un hilo fino de líquido negro, que cuando impactó con Sundrac, hizo eco una explosión enorme que lo envío volando si no fuera porque sus saltamontes metálicos lo sostuvieron en el aire.
—Calidad del disparo: promedio. Mejorable en todos los aspectos, aunque da el resultado esperado.
Sundrac se mantenía sobre sus dos patas a duras penas, ya que todo su cuerpo se estaba descomponiendo.
Pero no solo Mike notó algo extraño en Sundrac, también Guilea y Paul. Sundrac se descomponía, pero no se inmutaba, incluso su rostro semi descompuesto mostraba una fea sonrisa.
Una de sus garras apuntó al cielo nocturno y rugió antes de que se volviera un charco gigante de sangre y descomposiciones. En el cielo, apareció el sol, pero con una diferencia, el cielo no era azul, seguía siendo oscuro con multitud de estrellas en él.
De ese sol, emergió otro Sundrac, aunque en menor tamaño.
—¡Eso no es justo, te acabo de descomponer el cuerpo!
Sundrac miró a Mike, sonrió y le abrió sus fauces, lanzando un fulgor de luz.

Guilea y Paul, sosteniendo a John, llegaron al interior de la casa aunque Guilea miró a Paul.
—Que John no salga, me encargaré de Sundrac yo misma.
—¡Espera, no...!
Antes de que pudiera decir o hacer algo, Guilea se marchó, dejando a Paul y a John mirando por la ventana al nuevo Sundrac.
Las escamas antes doradas habían conseguido un matiz anaranjado, y en los bordes de sus alas, al final de su cola y en su crin, había llamas naranjas.

Mike logró defenderse del fulgor gracias a sus saltamontes, la mayoría destruidos o carbonizados, excepto uno que estaba en perfecto estado.
—¡Ahí está el bueno!
Con una sonrisa en su rostro, miró a Guilea flotando frente a Sundrac.
—Ya no puedo hacer más, ahora es tu turno.
Mike sacó un dispositivo cúbico con un botón rojo, al pulsarlo, desapareció.

Guilea miró a Sundrac, todo su cuerpo estaba temblando.
—Solo lo diré una vez, vete.
Sundrac sonrió y intentó arañar a Guilea con sus garras, pero ésta ya estaba a varios metros sobre el cielo con la mano abierta encima de ella.
—Espíritus de la majestuosa luz, concededme el mayor milagro.
La mano abierta de Guilea se cerró y la dirigió a Sundrac.
—Explosión de la Nova Luminosa.
Todo alrededor de Sundrac explotó en una luz violeta, algo que le hizo recordar lo que dijo hace años el descendiente de Magmius, el Dragón Oráculo del Magma.
Al recordar sus palabras, lleno de temor, desapareció y se situó detrás de Guilea antes de que la atravesara el vientre con su cola.
Guilea, sujetándose el vientre, se transportó a un lugar lejano, donde Uriel y Lucifer aparecieron.
—Me confié... demasiado...
Guilea sacó el diario de Vlad y el colgante de Pyhryus, y se lo entregó a ambos.
—En el diario... hay cosas para el futuro... John ya me habló de esto... eso quiere decir que... el siguiente universo es... el último.
Guilea tosió sangre, de su vientre comenzaba a emerger varias grietas de las que salían luz.
—El colgante... le he puesto un hechizo para... saltar a otro universo... no lo perdáis... y... no me juzguéis en el futuro...
Tras un último tosido, Guilea desapareció en pequeños fragmentos de luz, dejando a Uriel y a Lucifer con lágrimas en los ojos.
—Hermano, si John le dijo que moriría...
—Eso quiere decir que nosotros nos encontraremos a John y le hablaremos de esto. De todas formas Uriel, vamos a ver a John...
Tras la muerte de Guilea, Lucifer y Uriel comprendieron que, si querían continuar, tenían que saltarse las normas.

John vio a Guilea morir, y su corazón comenzó a latir violentamente haciéndole daño.

Lucifer y Uriel observaron desde la cima de la montaña, acompañados por Mike, la casa de John.
—Luci, ¿por qué crees que en el otro universo Guilea dijo que John nunca viera que la hacían daño?
—No lo sé hermano. Pero supongo que, dadas las circunstancias, se volvería una bestia salvaje.
Mike miró a ambos y suspiró.
—No conocéis a John para nada. Él es el tipo de persona, que si llega a saber defenderse, sería mejor correr de él.
En ese instante, un rugido resonó e hizo eco en todo el mundo, John había salido de su casa y en su cuerpo le empezaron a crecer escamas, alas, cola... se volvía un dragón.




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