Infinidad Parte 3: El Corazón que Olvidó Amar

Prólogo

Después de que Adán fuera reducido a cenizas, Eva huyó hasta que llegó a un bosque a un par de kilómetros de distancia.
En su mente no había otra cosa más que miedo, miedo hacia ese hombre que se volvió un guerrero con armadura completa. Fue ese miedo el que hizo que huyera, aunque ahora que estaba en mitad de un bosque y no tenía ninguna forma de guiarse, el miedo se tornó en ansiedad.
Eva escuchaba atentamente su alrededor, ya que una vez se introdujo en el bosque empezó a escuchar como si alguien pisara una rama y la rompiera, aunque cuando se giraba no había nadie, por lo que siguió adelante lentamente, tapando su cuerpo desnudo con sus brazos.
Las hojas caídas de los árboles eran amarillas en un principio, aunque después de un tiempo, las hojas del suelo se comenzaron a tornar rojas al igual que los árboles.
Eva caminó un poco más antes de escuchar otro crujido, haciendo que mirara detrás suya sin encontrar a nadie.
 —¿Hola?
La voz de Eva hizo eco en todo el bosque hasta que se disipó, y ése eco no mejoró su ansiedad.
 —Hola.
Eva escuchó un susurro, casi como si estuviera detrás de ella, por lo que se giró. Aunque no había nadie tras ella, sus piernas empezaron a temblar, al igual que el resto de su cuerpo.
Sin pensarlo, Eva comenzó a correr con sus ojos llorosos, y a su vez, cada tres o cuatro pasos, volvía a escuchar una pisada tras ella.
Eva cerró los ojos y corrió sin ver lo que tenía frente a ella, si los hubiera mantenido abiertos, habría visto que atravesó una grieta que se formó en el aire.
Al sentir el suelo frío y no la tierra y el césped, Eva volvió a abrir los ojos, estaba en una pendiente de una montaña, tras ella estaba el bosque pero no era rojo como en el que había estado, ya que las hojas en los árboles tenían un pigmento verde fuerte y saludable.
A unos cuatro o cinco kilómetros de distancia, Eva pudo ver a miles de personas luchando entre ellas, la mayoría tenían una túnica que cubría todo su cuerpo e incluso su rostro, y la minoría vestía con normalidad, algunos con chándal o uniforme y otros con vaqueros y camisas o camisetas.
Aunque lo que le impactó a Eva no fue la batalla masiva, sino la lucha que ocurría en el aire, ya que estaban los dos ángeles que lucharon contra Adán peleando contra otras dos personas con túnica, y un humano en un traje metálico luchando contra un hombre con túnica negra.
En la lucha terrestre, una persona salió disparada al lugar donde estaba Eva e impactó contra el suelo.
 —Joder... ¿por qué tienen que usar magia de gravedad? Capullos...
Eva miró a la persona que se levantaba tranquilamente con miedo en sus ojos, ya que era el mismo que mató a Adán.
 —Éstos no saben quién soy...
El hombre miró a su alrededor y encontró lo que buscaba, una pequeña roca que cabía en su mano.
 —Ahora verán lo divertido que va a ser.
El hombre levantó la piedra antes de que fuera bañada en llamas celestes que emergían de su mano y derretían la piedra. El líquido se lo tragó al instante con una cara de repulsión.
 —Mi asimilación debería activarse, si no lo hace...
Con una cara de preocupación se tocó el estómago, por lo que rápidamente tocó el reloj en su muñeca.
 —Hey, profe soy John. Acabo de intentar asimilar una piedra fundida, ahora está en mi estómago, cuando volvamos ten preparado un médico... por si acaso.
 <Oye, espera un mom...>
 —Adiós profe.
John dejó de tocar el reloj, cortando la comunicación.
John sonrió y empezó a flexionar las piernas, la matiz de su piel en sus puños se tornaba lentamente grisácea. Cuando se tornó de un color gris profundo completamente, sus nudillos así como algunas zonas donde el hueso resaltaba, se volvieron picudas y afiladas.
Con una sonrisa pícara, John dio un salto que hizo retumbar la tierra alrededor de él, llegando al lugar de donde había sido expulsado antes.
Eva miraba sin expresión al hombre, aunque por poco tiempo, ya que detrás de ella alguien atravesó su cuerpo con una espada. Mirando la hoja, Eva vio que era una hoja de katana violeta con una línea verde en su plano.
Poco a poco, Eva perdió la vista, aunque logró discernir que la persona que la atravesó era un hombre que tenía una túnica dorada y, tras el, estaba el bosque carmesí.

 

En otro lugar, Guilea avanzaba lentamente mientras una multitud de puntos luminosos la miraba.
 —¿Vais a dejar las cosas así?
<No está en nuestra mano evitar el destino.>
Guilea apretó el puño mientras miraba a las pequeñas partículas de luz en todas partes.
 —¿Destino? ¿Entonces es el destino que la Caja de Pandora maldiga a John también? ¿Es el destino que Ouroboros destruya universos uno detrás de otro?
<Los Pilares ya no existen. Cesa en tu empeño de querer hablar con ellos. Deja de buscarlos. Las Leyes somos los que regimos el universo.>
 —¡No me jodas! ¡Incluso los dioses rigen más que vosotros!
<Ouroboros te mató, absorbió gran parte de tu vida. Solo te salvamos porque aún debes cumplir un papel en el universo.>
Cansada de discutir, Guilea hizo aparecer en su mano derecha una gran espada de dos metros con un mango rojo, la hoja brillaba como si fuera hecha de luz.
 —Esta espada fue el último regalo que me hizo... la llamó Claimh Solais, lo mejor es que me dijo que con esto puedo atravesar cualquier cosa.
<...>
Las voces se callaron mientras Guilea apuntaba el extremo de la espalda hacia los puntos luminosos.
 —Vosotros sois la encarnación de las leyes del universo, Ouroboros también os absorbe, y también estáis catalogados como "cosas"...
Mirando abajo, Guilea pudo ver el universo en constante expansión. Y fijándose en un punto, pudo ver a John enfrentándose contra las personas con túnicas, sonriendo mientras de su mejilla caía una lágrima.
 —Yo soy el futuro de ese idiota. El es mi pasado... sé que está bendecido por el Pilar de la Vida, por lo tanto, está vivo. No tengo miedo de las repercusiones que puede haber al matar una ley del universo, solo quiero que John no sufra.
<Las respuestas que buscas siempre han estado frente a ti, pero nunca has prestado atención.>
 —¿¡Y a qué le tengo que prestar atención!?
<Al cuento que resuena en el universo.>
Al recordar ese cuento, Guilea tembló.
 —Ese cuento... ¿es real?
<¿Qué crees que hay en el interior de la caja, Guilea?>
 —El demonio oscuro... entonces... ¡Tengo que...!
Justo cuando se giró, uno de los puntos luminosos atravesó su corazón.
<Como has dicho, es tu pasado. Tú ya has muerto. Y el tejido del destino no puede deshacerse.>




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