Infinitamente enamorada.

|Capítulo 1|

Desperté, me di una ducha, le conté a mamá sobre las vacaciones con Esteban y aceptó que fuera, volví a mi habitación a hacer mi pequeña maleta, la llene con ropa de invierno y productos de higiene.

Mi celular sonó, era Esteban.

—¿Hola?

—Buenos días mi amor.

—Buenos días —me sonroje.

—Estoy afuera de tu casa cielo, ¿estás lista?

—Sí, enseguida voy.

—Te amo bebé —colgué la llamada.

Tomé mis cosas, me aseguré de dejar mi habitación en orden, él estaba fuera del auto a pesar de que el frío era intenso.

—Te vas a resfriar —tomó mi maleta, la guardó y me abrio la puerta para que entrara al auto.

—No me enfermaré amor —se acercó a mí y besó mis labios —¿Sabes?, me encanta besarte.

—Lo he notado —lo miré a los ojos.

—Es que he anhelado esto durante toda mi vida amor —besó mi mano y me miró a los ojos.

—¿Durante toda tu vida?

—Sí, verás... Siempre soñé con encontrar a la chica perfecta para mí, siempre soñé con estar enamorado y no lo logré hasta que apareciste.

—¿Qué me dices de tus novias anteriores?

—Las quise y muchísimo Katy, pero no eran como tú, no eran lo que buscaba.

—¿Qué buscabas exactamente?

—A alguien como tú —dejo un beso en la punta de mi nariz —ni siquiera puedo describirlo.

Encendío el auto, me platicó algunas cosas del trabajo, le hablé de la escuela, él me miraba de soslayo cada que tenía la oportunidad y su mirada siempre era dulce.

—Nunca había admirado a alguien como tú.

—¿Por qué me admiras?

—Por tantas cosas amor —apretó mi mano —sonríes como si nunca te hubiese dañado nadie. Eres inteligente, fuerte, eres una chica de casa, tienes buen sentído del humor, no te importa decir lo que sientes, tienes un corazón enorme y simplemente eres la mejor chica que puede existir, eres de esas chicas que están extintas amor —mis mejillas adquirieron un color rojo.

—No es para tanto.

—Sí lo es preciosa, eres simplemente increíble y no te imaginas lo feliz que me siento de ser yo quien sea tu novio, te amo tanto.

—No pensé que detrás de ese chico peleonero y mujeriego estuviese alguien tan dulce —acaricié sus mejillas.

—No soy mujeriego, amor.

—Si lo eres.

—Lo era cielo.

—No creas que el miedo se ha esfumado.

—¿Miedo de qué amor?

—Miedo a que vayas a engañarme o peor aún de que solo juegues conmigo como lo hiciste al principio.

—Nunca jugué contigo amor.

—¿No? —negó —volviste con Tamara sabiendo las consecuencias, besaste a Samantha y quien sabe a cuantas chicas más.

—Sé que fui un estúpido amor, lo hice porque pensé que así cambiarían las cosas.

—Y, ¿cuál era tu plan?

—No losé cielo, solo quería sacarte de mi cabeza pero nunca lo logré.

—Durante los últimos meses me has demostrado que eres increíble pero eso no me quita de la cabeza que llegues a sustituirme.

—Jamás pasará amor —besó mi mano —es imposible hacerlo, ellas no son ni la mitad de lo que tú eres.

—Pero... —aclaré mi garganta —no sé si soporte mirar cómo te tragan con la mirada todas las mujeres, lo peor de todo esto es que puede que entre todas esas mujeres haya una mejor que yo, no creo resistir una desgracia más —quedé anonadada al terminar de escuchar mis palabras, ¿por qué había dicho todo eso, de verdad tenía miedo de perderlo?

—Día con día te hare entender que no hay nadie como tú y todos los días de mi vida te enamoraré, es una promesa —lo miré, sonreí y enfoqué mi mirada en la ventana.

El camino se tornó largo, mientras más avanzábamos en la carretera más frío se sentía.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.