A la mañana siguiente desperté, Esteban acariciaba mi cabello suavemente y de vez en cuando dejaba besos en mi rostro.
—Buenos días amor.
—Buenos días —sonreí.
Tomé mi ropa, me di una ducha y al salir el cuarto ya se encontraba en orden.
—Te amo tanto amor —se acercó a mí y dejó un beso lento lleno de amor —debemos empacar cielo —asentí y lo hice.
—Listo.
—¿No se te olvida nada bebé?
—No —apreté su mejilla.
—Abrígate bien cielo —cerró el cierre de mi chamarra y me acomodó la mascada.
Me ayudó a guardar mi maleta, subimos al auto, manejó durante un largo rato y llegamos a un hotel muy vintage.
—Pasaremos unos días aquí amor.
—De acuerdo.
Subimos a nuestra habitación, en ésta si habían dos camas cosa que agradecí, pedimos el desayuno y al terminar fuimos a un centro comercial.
—¿Qué hacemos aquí Esteban?
—Ya verás amor —me tomó de la mano y caminamos hasta llegar a un centro de patinaje de nieve. —¿Sabes patinar?
—Sí, pero nunca he patinado sobre nieve.
—Descuida amor, yo ni siquiera sé patinar —rio.
Nos pusimos los patines, entramos cuidadosamente a la pista que era muy resbalosa y los patines chillaban al hacer contacto con el hielo.
—Vamos a empezar agarrándonos amor, ¿te parece bien?
—Sí.
Luego de dar vueltas a toda la pista nos sentíamos preparados para seguir sin el apoyo del otro, nos soltamos, ambos caímos y reímos.
—Es divertido hasta que se te congela el trasero —dijo Esteban rodando los ojos y me mató de risa.
—Que tierno —lo abracé.
Luego de varios intentos por fin pude patinar sin caerme, creo que tenía la técnica correcta, tomé las manos de Esteban y disfrutamos de la pista.
—Oww amor —besó mi mejilla.
—¿Qué pasa?
—Estás muy rojita y te miras más adorable de lo normal —jugó con mis mejillas.
—¿Por qué me aprietas las mejillas?
—Porque son tan suaves, tan grandes, tan moldeables.
—No sé si tomarlo como halago o como ofensa.
—Obvio que como halago, cachetitos.
—Ayy no, por favor —rodeé los ojos.
—Es tu nuevo apodo amor.
—No me gusta.
—Pero a mí si cachetitos —dijo sonriente, besó mis labios y mis mejillas comenzaron a arder por la rabia, no me agrada ese apodo pero sé que no lo dejara de decir aunque le ruegue.
—Ya buscaré un apodo vergonzoso para ti.
—Cualquier apodo me gustará cachetitos —me guiñó el ojo.
Entramos a una grande joyería.
**Esteban.**
*Mi niña miraba todos los collares con mucho interés.
—Amor. —No me escuchó pues estaba absorta en sus pensamientos. —¡Bebé!
—Mande —volvió a la realidad.
—¿En qué pensabas cielo?
—En nada, realmente —sonrió —apreciaba las joyas.
—Bebé, ¿te gustó lo que te regaló Rodrigo? —asintió.
—Me gustó tanto que no me lo he quitado —me mostró el collar.
Katy siguió mirando los anillos, aproveché para echar un vistazo a los collares, había de muchos nombres pero no estaba a la vista el de "Katherine".
—¿Son los únicos nombres que tiene en existencia?
—No hijo, tenemos toda esta lista —la señora me entregó una hoja con todos los nombres que habían y justo ahí encontré el de Katherine.
—Deme este nombre, por favor.
—Enseguida hijo, ¿lo quieres envuelto? —asentí y se retiró a buscarlo.
Mi amor cada vez se acercaba más a donde estaba y era importante que la señora se diera prisa o ya no sería un regalo sorpresa.
Editado: 04.07.2019