Infinitamente enamorada.

|Capítulo 7|

Salí más temprano de lo usual a tomar el autobús para llegar a la academia, al llegar a la parada me encontré con Esteban.

—¿A dónde vas, amor? Apenas iba a ir a verte.

—Voy a ir al centro.

—¿Quieres que te lleve, cielo? —negué —anda, vamos.

—Puedo irme sola —estacionó el auto y se sentó a mi lado.

—¿Qué tienes, muñequita?

—Nada.

—¿Por qué estás molesta, amor? —intentó besarme pero giré mi rostro.

—Quizás porque no contestaste mis mensajes.

—No me mandaste nada amor.

—¿Y esto qué es? —le mostré mi celular con los mensajes.

—De verdad no me llegó nada, cielo, puedes revisarlo —me entregó el celular y negué—hazlo para que veas que no te miento, amor.

—No lo revisaré, mejor dime, ¿qué hiciste durante estos días?

—Perdón por no ir a verte y por no llamar cielo —se acostó en mi hombro —ocurrió algo.

—¿Qué?

—Me ofrecieron un trabajo.

—Sabía que algo te preocupaba.

—Esa fue la razón principal del porque me alejé, cielo. Necesitaba tiempo libre para pensar claramente mi decisión, ¿me disculpas?

—No tienes por qué disculparte.

—Me reclamaste del mensaje que ni siquiera me llegó amor por eso te pedí perdón.

—Sólo quería que me dieras una señal de que estabas vivo —rodeé los ojos y él rio.

—No puedo morirme sin disfrutarte, bebé, entonces, ¿estoy perdonado? —asentí.

—Y, ¿aceptarás? —jugué con su cabello.

—No lo sé, amor —suspiró —es una gran oportunidad pero me encanta reparar autos y simplemente no puedo dejar botado ese trabajo.

—¿De qué es el trabajo?

—Tendría que planear y dirigir operaciones de manufactura y mantenimiento de maquinaria, para evaluar y optimizar procesos de conversión de energía —esa es otra cosa que admiro de él, su inteligencia —básicamente tendría que estar en una oficina apoyando con mis conocimientos matemáticos y físicos para dar soluciones a los problemas de la vida diaria por medio de la mecánica.

—Eso suena interesante.

—Y lo es, bebé —besó lentamente mis labios —lo malo es que no estoy acostumbrado a pasármela sentado, me gusta moverme y darle soluciones a los autos, ese es mi sueño desde que tengo memoria.

—Esteban, es una grandiosa oportunidad, así podrás ejercer tu carrera de lleno —acaricié su mejilla.

—Hablaré con el dueño del taller, amor. Si decide dejarme trabajar los fines de semana aceptaré la propuesta, gracias por siempre apoyarme.

—No es nada.

—¿Me dejas llevarte a tu lugar de destino bebita? —negué.

—Ya viene el autobús, que tengas lindo día —besé sus labios —me dices que decisión tomarás —asintió.

—¡Te amo bomboncito!—dejó besos por todo mi rostro.

Subí al autobús y luego de un largo camino llegué a la academia.

—Buenos días, Katy —me saludó Marie.

—Buenos días —sonreí.

—Hola Katy —dijo Priscila.

—Hola —sonreí.

—¿Terminaron sus coreografías? —preguntó Priscila nerviosa.

—Sí —dijo Marie —¿y tú? —asintió.

—Eso es increíble, felicidades —le dije a Priscila pues no tenía mucha fe ayer.

Me quité la mascada, la chamarra y mis tenis para colocarme mi vendaje y las zapatillas para calentar, estaba tan ocupada repasando la coreografía en mi mente que no me di cuenta cuando las chicas llegaron hasta que Luzma me sacó de mis pensamientos.

—Buenos días niñas, recuerden que hoy presentarán sus solos y no es un misterio que son demasiadas coreografías, así que las que sean menores de edad avísenle a sus padres que llegarán tarde —asintieron —comencemos con el nivel básico, ¿quién quiere pasar primero? —una muchacha morenita levantó su mano —adelante.




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