Infinitamente enamorada.

|Capítulo 10|

Desperté con ganas de mirar a alguien en específico aunque me doliese hacerlo.

Me di una ducha, me arreglé un poco y bajé a desayunar.

—Buenos días, hija.

—Buenos días, mamá.

Desayunamos tranquilamente.

—Mamá.

—Dime, hija.

—¿Me prestas el auto?

—Si, hija.

—Gracias mamá, vuelvo más tarde —asintió.

—Te amo hija, cuídate —nos abrazamos.

Encendí el auto y el GPS para ir al reclusorio norte de la ciudad.

Luego de 2½hrs llegué al reclusorio,

—Buenos días señorita, ¿qué se le ofrece? —dijo un hombre por medio del intercom «muy moderno, por cierto»

—Buenos días, vengo de visita.

—¿Nombre del preso?

—Javier Mendoza Campos.

—¿Amiga, familiar, esposa?

—Soy su hija.

—Enseguida se abrirán las puertas, debe estacionarse en el estacionamiento "c".

—De acuerdo, gracias.

Es mi primera vez visitándolo, habíamos visitado prisiones por parte de la escuela pero esta es una experiencia totalmente diferente por la causa mayor de que es mi papá quien está aquí.

La puerta se abrió, busqué el estacionamiento "c", me estacioné y un guardia salió a atenderme.

—Buenos días, señorita —dijo amable.

—Buen día —sonreí.

—¿Es su primera vez aquí, señorita?

—No sé cómo explicarlo —levanté los hombros —hace algunos meses fui al reclusorio sur, la diferencia es que fui con fines educativos.

—Y ahora, ¿con qué fines viene, señorita? —seguíamos avanzando fuera del reclusorio.

—Con los sentimentales —mis ojos se nublaron —vengo a ver a mi papá.

—Ya veo señorita, seré su compañía por hoy, sea bienvenida.

—Gracias.

Entramos y sabía lo que pasaría a continuación.

—Hola, bienvenida al reclusorio Norte señorita, ¿trae su identificación? —asentí y se la entregué —¿trae objetos de metales, drogas u objetos punzantes? —negué —entonces no tendrá problema en acompañarnos a los detectores.

—Ningún problema —sonreí y pasé el detector satisfactoriamente.

—Debe entregar este pase para que le den sus cosas —asentí —bienvenida.

—Gracias —sonreí.

El primer guardia me guio hasta el departamento de visitas y habló con otro guardia.

—Enseguida vendrá su papá señorita —asentí.

Estaba tan nerviosa que ni siquiera puedo describirlo.

Me senté, miraba hacía todos lados, algunos prisioneros emanaban una felicidad increíble por tener a sus familiares con ellos, lo miré venir con su cabeza agachada y muy descuidado.

—Papá —apenas pude hablar.

—¡Hija! —besó todo mi rostro.

—Quítale las esposas —dijo el oficial que me acompañó durante toda mi estadía ahí.

—Pero... —dijo el guardia con el que habló hace un momento.

—Deja que abracé a su hija —asintió.

—¡Gracias! —gritamos papá y yo al unísono.

—Mi pequeña Katy —me abrazó y volvió a besarme.

—Papá —acaricié su rostro y comencé a llorar.

—¿Por qué viniste amor?, este maldito lugar no es para ti —me abrazó.

—Tenía muchísimas ganas de verte, de besarte —besé repetidamente su mejilla.

—Es increíble que después de todo estés aquí mi niña, te amo tanto —sus ojos se nublaron y comenzó a llorar —estás más hermosa cada día, ¿qué pasó con tu larga cabellera? —reí.




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