Infinitamente enamorada.

|Capítulo 13|

Hace unos días cumplí 3 meses con Esteban, han sido meses increíbles, me ha enseñado a quererlo más de lo que imaginé.

Ayer iniciaron las vacaciones de semana santa en la escuela y en ballet, la próxima semana habrá una presentación donde bailaremos los nuevos géneros que hemos estado practicando.

Esteban me invitó a las albercas y realmente pensé durante muchos días si debería ir o no pues no me siento muy cómoda en las albercas por todos los gérmenes que almacenan pero él me convenció como siempre.

Me di una ducha, me puse uno de los trajes de baño que me regaló Esteban hace unos meses «eran tan tersos que me sentía muy a gusto», me puse un shorts de mezclilla, un suéter ligero y unos cómodos zapatos, me llené de bloqueador e hice una maleta con las cosas indispensables para sobrevivir en las albercas.

—¡Te miras jodidamente preciosa! —me besó.

—Gracias —me ruboricé.

—Me vas a matar, cielo —dijo suspirando.

—No lo haré —sonreí.

Admiré a Esteban durante un largo rato, se miraba tan guapo y fresco con ese short y esa camisa playera, el reloj que siempre lleva con él, su piel tan blanca, sus ojos tan marrones, sus cejas tan pobladas, su cabello negro como la noche, sus pestañas tan largas, su mandíbula tan marcada, sus manos tan grandes a comparación de las mías, sus brazos con sus venas marcadas, es tan guapo y esa aura positiva le favorece mucho más.

**Esteban.**

*Katherine siempre me sorprende con su belleza, no hay un día que no la mire más hermosa que el día anterior, me parece tan perfecta que a veces creo que es irreal.

El camino se tornó silencioso hasta que decidí romperlo.

—Hey, muñequita —no me escuchó —¡pequeña!

—Dime, flaquito —rio y amo escuchar esa palabra de su boca.

—¿En qué pensabas, cielo?

—En nada —se ruborizó.

—¿De verdad, bonita? —asintió —¿estás lista para los toboganes?

—Estoy lista para lanzarte de ellos —dijo con malicia y demonios, ¡amo cuando se pone en su plan odioso!

—Me encanta tu malicia.

—¿Cuál? —me miró juguetona.

—Espero poder demostrarte en algún momento lo tanto que te amo —apreté su mano.

—Siempre lo haces, bomboncito —se atacó de risa.

—¡Amor! —fruncí el ceño.

—Deben de ser mutuos los apodos, muñequito —seguía burlándose de mis apodos, me encanta lo transparente que es.

—Me haces sentir como gay, amor —reí.

—Lo lamento, corazón —se acostó en mi hombro y sentí su olor a caramelo que tanto me enloquecía.

Llegamos a las albercas, ayudé a que Katy bajará del auto y cargué su mochila aunque ella se negaba a que lo hiciera.

—¿Podemos sentarnos ahí? —apuntó a una sombrilla hecha de palma.

—Claro que sí, pequeña —tomó mi mano y corrió hasta la mesa.

—Está tan fresco aquí —dijo emocionada.

—Debemos entrar al agua, bebé.

—No quiero —se escondió en mi pecho y me puse nervioso de tenerla tan cerca.

—Debemos ir, pequeña —besé lentamente sus labios pues odiaba que la besara como Dios manda en público —a eso venimos.

—Corazón —me miró fijamente con sus ojos azules, no podía negarle nada con esa preciosa mirada.

—De acuerdo cielo, esperaremos un momento más, pero no será de a gratis.

—¿Ah no? —preguntó juguetona y negué —¿cómo te pagaré?

—Con esto —la besé apasionadamente, paró el beso molesta.

—Aquí no —dijo entre dientes.

—No tiene nada de malo, cielo.

—Podemos incomodarlos.

—Mira a tu alrededor, bonita. Todas las parejas se besan.

—No hay que ser como el resto, flaquito.

—¿Ya podemos meternos?




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