Infinitamente enamorada.

|Capítulo 18|

Esteban se marchó pues tenía un trabajo pendiente.

El timbre sonó, bajé a abrir desconcertada pues no esperábamos a nadie.

—Hola —murmuró Antonio rascándose la nuca y tremendamente avergonzado.

—Hola.

—Yo... —señaló la sala —¿puedo pasar?

—Sí —entró y cerré la puerta.

—Perdóname por lo de la madrugada.

—¿Por qué bebiste tanto?

—De alguna manera quería olvidarte Katherine.

—Antonio, no entiendo porque te interesas en mí, tienes a mil chicas inteligentes y bonitas esperando una sola oportunidad para estar contigo y tú sólo lo desperdicias.

—Ellas no son como tú.

—Son igual, incluso mejores que yo.

—Tú tienes absolutamente todo lo que un chico desea, cabeza de chorlito, nadie es como tú.

—No digas eso, por favor.

—Es la verdad —negué.

—Lo nuestro no puede ser, te quiero muchísimo, sólo es un amor de amigos, ¿sabes?

—Eso puede cambiar, sólo déjame demostrarte que te haré más feliz que ningún otro hombre porque eso haré, Katherine, yo no te haré llorar ni sufrir, sólo quiero encargarme hacerte la mujer más feliz del mundo.

—No hagas todo esto más difícil, Antonio —froté mi rostro desesperada.

—Katherine, sé que él no te hará feliz.

—¿Por qué?

—Conozco a los chicos como él y sólo te quiere para un rato.

—No quiero seguir hablando de esto.

—De acuerdo, pero quiero que sepas que cuando él lo arruiné yo estaré ahí para aplaudirle porque por fin tendré la oportunidad de demostrarte lo mucho que te amo.

—No puedes amarme.

—Dile eso a mí corazón —me ruboricé.

—¿Quieres algo de tomar? —asintió —hay agua mineral, bebida con gas y agua de horchata.

—¿Hay cervezas? —negué riendo e hizo un puchero —bebida con gas.

—Aquí tienes.

—Perdón por lo que dije hace un momento, no quería sonar egocéntrico con todo eso.

—Descuida —sonreí.

—Me desvié mucho del tema —sonrió nervioso —¿me disculpas por lo de ayer y por lo de hace unos minutos?

—Depende.

—¿De qué, cabeza de chorlito?

—De si vuelves a venir en ese estado.

—No lo haré, chocolatito.

—No me llames así —rodé los ojos.

—De acuerdo —levantó sus manos a manera de rendición.

—Tengo unos pases para un pequeño concierto de un grupo local, ¿quieres acompañarme?

—Con unas pequeñas condiciones.

—¿Cuáles, Katy?

—Que no tomarás ni hablaremos de ya sabes que.

—Lo prometo, cabeza de chorlito.

—Está bien.

—Nos vemos en la noche, amiga bonita.

—Espera, ¿debo arreglarme?

—Con ese rostro tan bello no necesitas nada más —me dio un beso en la mejilla y se fue de la casa dejándome ruborizada.

Mamá llegó.

—¿Cómo te fue, mamá?

—Bien y a la vez mal, hija—rio —lo extrañaba como no tienes una idea pero el mirarlo ahí me hace recordar lo que hizo y mi corazón se rompe en mil pequeños trozos.

—Me pasa lo mismo, podrán pasar mil años y jamás me logrará entrar en la cabeza que un hombre tan dulce, sincero e inteligente lo haya hecho.

—Demostró su amor de una manera muy poco común.

—Los extraño —comencé a llorar.

—Lo sé, hija —acarició mi cabello intentando calmarme —debes ser fuerte por los dos —asentí —¿quieres ayudarme a hacer la comida, hija?




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