Infinitamente enamorada.

|Capítulo 19|

Llegué a la universidad y Perla estaba esperándome como la mayoría de las veces.

—Hola, Katy —me abrazó.

—Hola, Perla —desplegué una sonrisa.

—El profesor de metodología no llegará.

—No puedo creer que diga esto pero, qué bueno —reí —odio esa clase.

—No eres la única —rio —¿vamos a la cafetería?

—Vamos.

Nos dirigimos a la cafetería, ordené un sándwich y un té helado, mientras que Perla ordenó un sándwich con café.

—Perla.

—Dime.

—¿Por qué no me habías dicho lo que pasó con Esteban? —le dio un gran trago a su café nerviosa.

—No podía decírtelo Katherine, es tu novio, en ese entonces tu pretendiente, ¿cómo le digo a mi mejor amiga que me le insinué a su novio?

—Sabes que no te juzgaría.

—Lo sé —frotó su cara con frustración —lo lamento muchísimo, Katherine, sabes que malamente ese es el efecto que adquiere mi cuerpo al entrar en contacto con las bebidas alcohólicas.

—¿Por qué pusiste en contra a su propio hermano?

—Ni siquiera me lo recuerdes —dijo molesta —no sabía que hacer, no quería que Rodrigo se enterara de que tiene a una prostituta como novia.

—No eres una prostituta y si Rodrigo te quiere te aceptará con todo y los efectos del alcohol en ti.

—Sí lo soy, Katherine, no gastes tu saliva en intentar negarlo y no creo que me acepte.

—¿Por qué no lo intentas?, sé que no debo meterme en esto porque es asunto de ellos, pero a Esteban le duele la situación Perla y seguramente a Rodrigo también.

—Intentaré hacerlo, realmente tengo miedo.

—No podemos vivir con miedo toda nuestra vida Perla, debemos arriesgarnos para crecer como persona.

—Por eso eres mi mejor amiga —sonrió y me abrazó.

Terminamos de desayunar, nos dirigimos al salón, las clases con Perla se acabaron e iniciaron las clases con Antonio.

—Buenos días, cabeza de chorlito —me abrazó.

—Buenos días, cabeza hueca.

—¿Descansaste ayer?

—Sí,¿y tú?

—También, amiga bonita —sonrió.

Hablamos hasta que llegó el profesor y trabajamos en equipo.

Las clases pasaron rápidamente, Antonio se ofreció llevarme a casa pero quería irme sola pues luego de días sin ir pasaré al panteón.

Tomé el autobús me bajé cerca del panteón y caminé hasta llegar a la lápida de Carlos, Margarita se encontraba ahí y eso me alegra ya que a pesar de que hablamos muy seguido vía telefónica no es lo mismo compartir un rato agradable frente a frente.

—¡Hola, hija! —gritó emocionada y me abrazó.

—Hola, señora. ¿Cómo está?

—Muy bien, hija. ¿Y tú?

—Cada día mejor —sonreí.

—Gracias por seguir visitando a mi niño, él estará feliz en donde quiera que esté.

—Es imposible dejar de hacerlo después de toda la felicidad que me brindó.

—Te dejo para que puedas hablar con él, hija y ya sabes que puedes ir a la casa cuando desees.

—Muchas gracias, señora, cuídese.

—También tú, nos vemos, Katy —nos despedimos y se marchó.

—Hola, cielo. Tengo tantas cosas que contarte aunque seguramente ya las sabes ya que eres mi angelito de la guarda, han pasado muchos meses y te sigo extrañando igual o más que antes, la diferencia es que ahora soy muy feliz, llegó un chico increíble a mi vida y me hace sentir la persona más afortunada del mundo, no es como tú y eso nadie lo será porque tú fuiste único —las lágrimas que intentaba detener salieron haciendo un camino a lo largo de mi rostro —me siento tan culpable de tu muerte, eso siempre será así, lamento muchísimo ser tu perdición como lo dijiste en una ocasión, recuerdo perfectamente ese día que discutimos y te juro que hasta extraño las peleas junto a ti. Sé que si estuvieses aquí seguiríamos siendo la misma pareja tan hermosa que éramos hasta hace unos meses, te amo muchísimo, Carlos y a este punto no sé si sea correcto hacerlo pero siempre lo haré, algún día nos volveremos a ver, te lo prometo —limpié mis lágrimas y regresé a casa con mucho sentimiento.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.