Desperté debido al olor tan profundo del café impregnado en toda la casa y en la habitación, en ese momento supe que Esteban era un verdadero amante de él.
Coloqué mis pantuflas mientras seguía percibiendo el olor, caminé por la habitación blanca llena de la luz del sol que atravesaba por la ventana hasta llegar a donde se encontraba mi mochila, entré al baño y percibí el olor masculino de Esteban, quité mi blusón, mi ropa interior, le abrí a la llave y esperé a que el agua helada refrescará todo mi ser, terminé de bañarme, coloqué un vestido negro con flores y textura de algodón, unos huaraches dorados junto con accesorios del mismo color, salí a la cocina y ahí estaba mi chico tomando el café mientras leía algo en el celular.
—¡Buenos días! —se sobresaltó.
—Buenos días, bonito demonio —me besó.
—¿Cómo qué bonito demonio? —rodé los ojos.
—Haces maldades como el mismísimo demonio, bomboncito.
—Grosero —me crucé de brazos.
—Es broma, amor —besó mis labios —¿te sirvo café, bomboncito?
—¿Hay leche, flaquito?
—Sí, cielo —sonrió —tuve que ir a comprar leche para mi bebita porque da la casualidad que no sabe tomar café.
—Tú eres el que no sabe, pruébalo con leche.
—Ya lo he hecho y no me gusta, bomboncito.
—De acuerdo —entrecerré mis ojos.
—Entonces, te lleno la taza de leche, le echo 10cucharadas de azúcar y un grano de café, ¿cierto? —dijo sarcásticamente.
—¡Esteban! —lo miré molesta.
—Te amo, chiquita —sonrió dejando ver su dentadura perfecta.
Encendí la televisión de la sala mientras tomaba mi café, luego de minutos un olor casero impregnó mis fosas nasales encendiendo mi apetito.
Me levanté, volví a la cocina y miré que mi chico preparaba unos huevos con salchicha mientras tarareaba una canción.
—Hoy no miré tutoriales, bomboncito.
—Cada día vas mejorando, flaquito —apreté su mejilla.
—Quizás no esté rico —hizo un puchero..
—Huele delicioso.
—Es que acabo de bañarme, cielo —me guiñó el ojo y provocó que riera.
—Bobo.
—Pero te encanto, bomboncito.
—De eso no hay duda —le enseñé la lengua.
El desayuno quedó listo. Nos dispusimos a comer tranquilamente, cuando terminamos, lavé los trastes y Esteban se encargó de ordenar la mesa.
Fuimos a la sala y nos sentamos en el sillón cómodo y fresco de piel a mirar la televisión, estaba un programa de repostería, moría por verlo pero Esteban le cambió.
—Cámbiale, flaquito.
—No, cielo —guardó el control en su bolsillo.
—Por favor —levanté mi mirada para que se fundiera con la de él.
—No puedo resistirme a tus berrinches, bomboncito.
—No es un berrinche —fruncí el ceño.
—Sí lo es —me miró a los ojos —aun así, te amo.
—Te quiero demasiado —lo abracé y le cambió al programa de televisión.
El programa se trató de concursos de reposteros, los jueces les daban los mismos ingredientes poco convencionales (como atún, aceitunas, chícharos etc. «ewwwk») a todos los concursantes, ellos debían elaborar un pastel dulce con esos mismos ingredientes y quien lo hiciera mejor ganaba dinero en efectivo.
El celular de Esteban sonó. Él ni siquiera se movió y era señal de que algo andaba mal.
—¿No contestarás?
—No es importante, cielo.
—Puede ser tu papá o del trabajo.
—Lo importante en estos momentos eres tú, muñequita —asentí sin tomarle mucha importancia.
El celular dejó de sonar, a los minutos sonó nuevamente y así fue durante ½hra.
—¿Por qué no quieres contestar? —me miró nervioso.
Editado: 04.07.2019