Infinitamente enamorada.

|Capítulo 26|

La alarma sonó, al abrir los ojos noté que la luz del sol atravesaba por la ventana con mucha intensidad, señal de que la temperatura sería muy elevada como todos los días de verano en mi ciudad que el termómetro alcanza los 47°C, ¡es un reverendo horno!
Me levanté con ánimo a buscar el outfit del día, luego de casi vaciar el closet, opté por ponerme una blusa de tirantes, un short negro, una camisa de mezclilla larga sin abrochármela y unos botines negros, me di una refrescante ducha, me cambié, me hice un moño alto para soportar el calor, coloqué mi nueva fragancia de flores con un toque de vainilla y salí a esperar el autobús.
Al llegar a la escuela me encontré con Antonio, quien por cierto estaba muy feliz.
—Hey, amiga bonita.
—Hey, amigo.
—¿Cómo estás, Katy? —me analizó de arriba a abajo —bueno, hasta la pregunta es tonta —rio —estás más que bien —enfocó su mirada en mis piernas desnudas.
—¡Deja de verme así! —Exclamé molesta —Antonio, entiende que no puedo verte como un novio, sólo como mi amigo.
—Lo sé, Katherine, lo sé. Aunque para serte sincero me la pones muy difícil con ese cuerpo tan trabajado, con esa carita tan dulce, con ese porte y gracia de modelo que tienes y con ese cabello pelirrojo y personalidad tan única.
—¿Cómo te hago entender qué...? —me interrumpió.
—Simplemente nunca lo entenderé, no puedo hacerlo, cabeza de chorlito, me gustas desde siempre Katherine, te quiero como nunca y te esperaré toda la vida si es necesario.
—Que no se te olvide que tengo novio, Antonio.
—Que no se te olvide que lucharé por ti, sé que lo de Esteban y tú no durará para siempre.
—¿Y piensas que si llegáramos a andar lo nuestro si duraría para siempre? —Asintió —¿por qué?
—Él no ha esperado tanto como yo, él no ha conocido a la Katherine que yo conozco, no ha mirado todo lo que veo en ti, no ha sabido valorarte como yo lo hago, él no te quiere como yo lo hago, yo de verdad te quiero, cabeza de chorlito y nunca te dañaría como sé que él lo hará.
—¿Por qué te aferras tanto, Antonio? —giré mi rostro hacia un lado —te lo he dicho muchas veces, tienes a chicas verdaderamente bonitas que están dispuestas a intentarlo contigo, ¿por qué te empeñas en alguien qué sólo te mira cómo un amigo más?
—Precisamente por eso, es un instinto Katherine, amamos lo que no podemos tener.
—No quiero seguir hablando de esto, ya lo hemos hecho muchas veces, estoy tan cansada de decirte lo mismo —rodeé los ojos.
—¡Justo es eso! —su cara parecía el emoji enamorado.
—¿De qué hablas? —torcí mis labios.
—Tienes un ángel, una perfección sobre humana en todo lo que haces. Nunca he escuchado una voz tan dulce como la tuya, nunca he mirado unos ojos tan azules, una piel tan blanca ni un cabello tan rojo como el tuyo, nunca había conocido a una chica que combinara su inteligencia con su belleza, nunca había conocido a alguien con tanto talento para el baile, nunca había conocido a alguien tan perseverante, tan fuerte, tan amable, tan graciosa, tan enojona, tan risueña, nunca había conocido a alguien que de verdad valiera la pena, hasta que te conocí.
—Eres tan dulce —sonreí —es por eso que me apena tanto hacerte saber que no quiero nada contigo, Antonio, sólo quiero al chico que me acompaña al baño, el compañero de equipos, el chico gracioso, el chico que baila en cualquier momento, sólo te quiero como amigo y sólo te ofrezco mi amistad, eso es algo que por más que intente no puedo negarte —entrecerré los ojos —a menos que sigas insistiendo.
—Confío en el destino y sé que en algún momento nuestros caminos se unirán y ya no tendrás escapatoria —me abrazó y besó mi frente —nos vemos al rato, chocolatito —rodeé los ojos y lo miré marcharse.
Entré al salón y Perla estaba esperándome, en su blanco rostro había unas manchas moradas debajo de sus ojos, algo estaba mal con ella.
—Buenos días, Katy.
—Buenos días, ¿qué te sucede?
—Buenos días jovenes, abran su libro en la pág 28... —el profesor llegó a interrumpir nuestra plática, en receso tendríamos tiempo de hablar, pero me intrigaba saber que tenía mi alocada amiga, ella la mayoría de las veces es positiva y no cabizbaja como en esta ocasión.
Después de algunas clases, llegó el receso y era momento de hablar con Perla.
—Cuéntame, ¿qué te pasó? —la miré con mucha atención.
—Mamá me pidió perdón.
—Eso es increíble, Perla.
—Rodrigo no piensa lo mismo —me miró con tristeza —te explicaré todo —asentí —mamá me marcó el fin de semana, quería que nos miráramos para hablar. Nos reunimos en una cafetería y me suplicó que volviera vivir a la casa, que me extrañaba mucho y que había cometido un grave error al haberme dicho todo eso —la escuchaba con atención —acepté volver a casa y Rodrigo enloqueció —humedeció sus labios para seguir hablando —empezó a decir cosas muy posesivas respecto a mí, nuestra relación y a mi estadía en su casa. Me causó tanta rabia que comencé a ser sincera con él, le dije todo lo odiaba de él y... —comenzó a llorar.
—¿Qué pasó luego? —la atraje hacía mi pecho para que se sintiera más cómoda y pudiera sacar todo lo que había acumulado después de esa pelea.
—Le dije la verdad de lo de Esteban, me miró con mucho odio y sólo repetía "cambié a mi hermano por una maldita mentirosa", tiró todas las cosas de la habitación al suelo, golpeó el espejo «igual de temperamental que su hermano» y me dijo que no volviera a buscarlo, que no quería a una chica tan tóxica como yo. Jamás me había sentido tan destrozada, le he entregado mi vida, mi cuerpo y sé que hice mal al ofrecérmele a Esteban y peor aún por no decirle la verdad a Rodrigo, no sé qué haré sin él, lo peor es que tú me lo advertiste —lloró con más fuerza.
—Escúchame bien, Perla —levanté cuidadosamente su rostro —el amor que ustedes se tienen es más grande que una mentira, más grande que una pelea, ustedes están destinados a estar juntos, incluso tendrían un hijo, me has dicho todo lo que te hace sentir y he mirado que sus sentimientos son mutuos —tenía muchísimo que no daba un consejo de tal magnitud e importancia —sé que te lo dije y recuerda la otra parte de la que hablamos —me miró confundida —debe de aceptarte con tus pequeños defectos.
—No quiere verme, no contesta mis llamadas y nunca me abre la puerta.
—Dale un tiempo y tú también tómate un tiempo para analizar todo lo sucedido, no porque seas mi amiga aplaudiré tu mentira.
—Eso lo sé —contestó cansada.
—Sin embargo, sé que no pensaste al momento de hacerlo. Te lo repito, Perla, no importa cuántas pruebas les ponga el destino, ustedes lo solucionarán porque son almas gemelas y porque se aman, así que sólo déjalo que digiera todo, que arregle las cosas con Esteban, que tenga claros sus sentimientos y las cosas cambiarán para bien, pues ya no cometerán ese mismo error dos veces.
—Gracias por ser mi mejor amiga, Katy, te quiero demasiado.
—También yo —nos fundimos en un abrazo.
Las clases con Antonio iniciaron y de nuevo miraba atento mis piernas.
—¡No me mires! —le di un codazo.
—Es imposible no hacerlo.
—¡Me puse short por el calor, no para que me mires!
—Tus piernas me hablan, me dicen que las admire —sonrió juguetón y moría por quitarle su sonrisa de un golpe, Antonio llega a ser muy odioso igual que yo, quizás por eso somos amigos.
—¡Estoy fastidiada! —hice un puchero de desesperación.
—También estoy fastidiado de que no me tomes en serio.
—Antonio, dejemos eso por la paz, por favor.
—No puedo.
—Tampoco podré seguir hablándote, lo hemos hablado mil y un veces, lo hablamos en la mañana y sigues con lo mismo.
—Me es imposible.
—¡Tendré que demandarte!
—¡Katy! —comenzó a reír.
—Hablo en serio.
—Lo único bueno es que estaremos juntos en el juzgado.
—¡No puede ser, bobo! —puse en blanco los ojos.
—Intentaré ya no decir nada, dejaré que lo nuestro fluya —me guiñó el ojo y me mandó besos.
—Ya basta, bobo.
Las clases terminaron, salí a tomar el autobús, me bajé cuadras antes de llegar al panteón, el sol me abrazaba provocando que mi rostro y cuerpo adquirieran un color rojo, llegué a la lápida de Carlos y me dispuse a hablar.
—Carlos, no sé si lo de ayer fue un sueño, no sé si lo de ayer pasó realmente o simplemente era mi subconsciente jugando conmigo como le gusta hacerlo —sonreí —haya sido un sueño, una alucinación o realmente haya pasado, quiero decirte que te mirabas guapísimo, que amé mirar tus hoyuelos nuevamente y que lo tuvimos tú y yo jamás se me olvidará, jamás podré arrancarte de mi corazón porque tú me diste más de lo que merecía —el líquido salado de mis ojos comenzó a salir haciendo caminos en todo mi rostro —siempre te pediré perdón, porque si te fuiste, fue por mi culpa. Ahora tengo a Esteban, él que me demuestra día a día que me ama, lo quiero mucho, pero aún no lo amo como te amo a ti. Todos dicen que te debo dejar en paz, que debo enfocarme en el ahora pero te juro que no puedo olvidarte con totalidad, ayúdame a hacerlo, ¡por favor, cielo! Pronto nos veremos, hasta siempre —sonreí con nostalgia y empecé a caminar a casa.
Al llegar a casa me dispuse a comer, mamá me había dejado spaguetti «una de mis comidas favoritas», así que lo calenté y lo comí con tranquilidad.
Me quite el short, me puse unas mallas negras y unos tenis ya que no me sentíría a gusto haciendo los diferentes pasos de baile con short y menos cuando Julián me cargaba.
Tomé mi mochila, caminé hacia la parada del autobús y mi celular sonó.
—¿Hola?
—¡Hola, cachetitos! —mandó besos logrando sonrojarme —¿cómo ha ido tu día?
—Bien. ¿Y el tuyo, flaquito?
—Bien ahora que te escucho —suspiró —¿hasta qué hora estarás en casa, cielo?
—No tengo un horario exacto, flaquito, a veces salgo a las 6pm y otras veces me quedo hasta las 9pm.
—Es mucho tiempo, bomboncito.
—Lo sé, es porque ya se acerca la competencia.
—Te marcaré al rato, cielo, muero por verte.
—De acuerdo, flaquito.
—Te amo, cielo.
—Te quiero, corazón —mandó más besos y colgó.
Subí al autobús, escuché música en todo el trayecto y finalmente llegué a la academia.
—Hola, pareja de baile.
—Hola, Julián.
Me coloqué mis zapatillas y comencé a calentar.
—¿Hoy podré llevarte a tu casa? —preguntó emocionado.
—No, Julián —sonreí —¿por qué tanta insistencia?
—No me gusta que mi compañera de baile esté en la calle sola a esas horas de la noche.
—Ni que fuera una niña —lo miré a los ojos —ya estoy grandecita, me sé cuidar.
—Katherine, sabes que día a día suceden feminicidios y todas esas chicas decían lo mismo que tú.
—No por eso necesito tener a un chofer —reí.
—Seguiré insistiendo hasta que aceptes.
—Te cansarás.
—He esperado por más de 1mes, puedo esperar más.
—Si tú lo dices —le enseñé la lengua.
—Acepta ir por un helado conmigo.
—Me diste en mi punto débil.
—¿Eso es un sí? —asentí —¡gracias!
Terminé de calentar y estábamos listos para iniciar con la coreografía de lleno, las últimas semanas nos enfocamos en las cargadas y en los pasos difíciles.
—Julián, suéltate más, en estos pasos no debes de bailar con fuerza.
—¿Ahora tú serás mi maestra?
—Algo así.
—Eso suena interesante —rio —estos pasos suelen ser muy femeninos, a mí sólo me gustan las acrobacias —frunció el ceño.
—A mí sólo me gustan los pasos femeninos y ya cumplí con la acrobacia.
—Tienes razón —curvó sus labios.
Julián mejoraba los pasos en cada intento y eso era muy bueno. Practicamos en nuestro horario normal y tiempo extra.
—¿Están listos? —preguntó Luzma muy ilusionada, según ella, nuestra coreografía era la más difícil y asombrosa que había creado en todos sus años como profesora.
—Listos —habló Julián por mí y le lancé una mirada matadora.
Mientras más tarde era, más personas habían en la academia, incluso Marie y Antonio ya estaban listos para seguir practicando su coreografía cuando Luzma los interrumpió.
—Escúchenme, dejen lo que están haciendo y aprecien el arte que han logrado hacer dos de sus compañeros en muy poco tiempo —dijo Luzma apuntándonos «que vergüenza caerme, que algo salga mal y que todos me miren, pero no había opción, tenía que hacerlo sí o sí, pues era una orden de Luzma».
—¿Lista? —musitó Julián.
—Algo así.
—Confía en ti misma, lo harás bien. Recuerda muy bien la fuerza y confía en que te cuidaré, no dejaré que te caigas —sonrió y me miró a los ojos.
**Esteban.**
*Decidí ir a la academia de baile a darle una sorpresa a Katherine sin saber que el que se llevaría la sorpresa sería yo.
Me senté en las gradas y la miré bailando a lo lejos, ¡con un hombre!. Me había dicho que era un baile acrobático, nunca mencionó que sería en pareja y si llega a tocarla no vivirá para contarlo.
—Escúchenme, dejen lo que están haciendo y aprecien el arte que han logrado hacer dos de sus compañeros en muy poco tiempo —dijo la profesora refiriéndose a mi bella Katherine y al imbécil.
La canción comenzó a sonar, mi bomboncito hacía pasos de baile muy femeninos, sus manos eran muy ligeras hasta que su compañero de baile la cargó, ella se paró de manos en las manos de el imbécil al que mataré, no podía creer la flexibilidad y el equilibrio que tenía mi amor, es una razón más para amarla. Katherine se para de puntas en los hombros del chico, hace un famoso paso antigravedad, da marometas, splits y un sin fin de pasos de los que desconozco sus nombres, ¡es una bailarina en toda la extensión de la palabra!
En una parte de la coreografía el chico abraza a mí chica, sus narices se rozan y sus respiraciones están tan cercas que por mis venas solamente corren celos, no se trata de una simple pareja de baile, él la toca con otras intenciones.
La coreografía se terminó, todos aplaudían y hacían bulla porque había salido increíble, el imbécil le decía unas palabras a Katherine quien negaba repetidas veces.
Katherine se fue a duchar y fue momento de enfrentarlo.
—Hey.
—¿Sí?
—¿Podemos hablar? —asintió y salimos del lugar —¿qué quieres con Katherine? —me miraba confundido.
—No sé de qué hablas.
—Por favor —reí —claro que lo sabes.
—A decir verdad, no. ¿A qué te refieres, hermano?
—Me refiero a que miras a mí novia como un objeto sexual —la sangre cada vez me hervía más.
—Con todo respeto, tu novia es muy bonita, tiene una personalidad increíble además del cuerpo tan perfecto que tiene, pero no quiero nada con ella, para serte sincero ella es quien no quiere nada conmigo.
Mis sospechas eran ciertas, él de cierta manera se le había insinuado a mí novia, no lo pensé dos veces y comencé a golpearlo con toda la rabia que tenía en mi ser.*
Salí de darme la ducha y Julián no estaba, habíamos quedado que iríamos por un helado y después me dejaría en la central de taxis para que regresara a casa.
—¿Miraste a Julián? —le pregunté a una de las chicas de ballet.
—Salió con un muchacho.
—De acuerdo, gracias —respondí petrificada, no entendía nada.
Al salir de la academia me encontré con una escena predecible e inesperada.
Esteban golpeaba con furia a Julián, él intentaba defenderse, seamos realistas, él tiene la fuerza para cargar a chicas pero no para quitarse a un experto en peleas como Esteban.
—¡Esteban! —siempre se repetía lo mismo, me ignoraba por completo —¡déjalo en paz! —joder, ¡qué lo dejes! —lo atraje hacía mí, me miraba con dulzura pero su rostro se tornaba furioso al mirar a Julián.
—¿Podemos irnos, cielo? —lo miré molesta.
—¿Irnos? —asintió —no lo dejaré solo, no así como lo dejaste.
—¡Se lo merecía! —exclamó agitado.
—¿Por qué?
—Por tocarte.
—Increíble —lo empujé —no puedes golpear a cualquier chico que se me acerque, Esteban, estoy tan fastidiada de tener la misma conversación siempre y que vuelvas a caer en lo mismo.
—No volverá a pasar.
—¡He escuchado eso tantas veces, que ya no te creo! —sentía una rabia impresionante y se notaba en mis palabras.
—Cielo —intentó abrazarme.
—¡No me toques! —exclamé furiosa —vete de aquí, por favor.
—Katherine... —lo interrumpí.
—Por favor.
—Perdóname, ¡maldita sea, perdóname!
—Hay ocasiones en las que un perdón no basta —dije fría.
—Amor... —volví a interrumpirlo, no quería escucharlo.
—¿Qué sucederá cuando mates a alguien por tus golpes y celos? ¿También le pedirás perdón a sus familiares o a la policía para que no te metan preso?
—No puedo controlarme sabiendo que cualquier chico que se te acerca tiene malas intenciones contigo. ¡Te amo y no puedo mirar como intentan alejarte de mí!
—¡Quiero alejarme de ti por tus acciones, ellos no tienen nada que ver!
—Me duele que me digas eso, bomboncito.
—¡No me digas así! —Mi cara era de frustración —a mí me duele que dañes a los chicos a mi alrededor, por Dios Esteban, sólo es mi compañero de baile, ¡nada más!. Estoy tan molesta, fastidiada y sobre todo decepcionada porque no confías en mí —comencé a golpearlo y a llorar —¿qué importa si mil chicos me quieren? ¿Qué importa si les gusto?... Te quiero a ti, tú eres mi novio y jamás te fallaré, al parecer eso no te importa, nunca te importó —lo empujé y me dirigí a donde estaba Julián perdiendo el conocimiento por los tremendos golpes que le otorgó Esteban.
—Katherine, mi cielo —me atrapó en sus brazos y me zafé con la ayuda del coraje, la frustración y la decepción que tenía en ese momento.
—¡Déjame en paz por unos malditos segundos! —exclamé, asintió, se marchó furioso con Julián y avergonzado conmigo.
—Vamos, levántate —le dije a Julián y le di mi mano para ayudarlo —llamaré a la ambulancia.
—No es tan grave —apenas podía hablar.
—Hiciste un charco de sangre, seguro que no es grave —dije con ironía.
—Descuida, ¿sabes manejar?
—Sí.
—Aquí tienes —me entregó las llaves de su auto y manejé de prisa al hospital.
El rostro de Julián se hinchaba más y me preocupaba mirarlo así, sus labios estaban partidos y su nariz sangraba, era una escena muy desgarradora.
Al llegar al hospital lo llevaron de inmediato a urgencias, me quedé esperando las noticias anhelando que no fueran malas.
Decidí sentarme en un rincón de la sala de espera, me coloqué en posición fetal y dejé caer todas mis lágrimas.
Me encontraba tan frustrada, tan triste, tan decepcionada y es que mi error es buscar ángeles en infiernos.
Sé que esa es la manera que tiene Esteban de "defenderme", lo que tanto me preocupa es que se está ganando enemigos, temo que un día llegue a toparse con alguien que verdaderamente lo dañe, lo destruya, no quiero perderlo a él también.
Sentí una mano en mi hombro, levanté mi rostro, me encontré con la mirada de Antonio y analicé las gigantescas vendas que tenía en ciertas partes del rostro, también tenía una bolsa de hielo en su ojo para quitar la hinchazón.
—Mira, no fue tan grave —levantó los hombros, las cejas y sonrió —sólo me desinfectaron las heridas.
—Yo... —ni siquiera podía hablar —lo lamento, perdóname, Julián.
—Hey, hey —limpió mis lágrimas —todo está bien, descuida.
—No está bien, nada está bien —tenía tantas ganas de llorar que estoy segura que llenaría un garrafón entero y pese a eso guarde mis lágrimas unos segundos, no quería que Julián me mirara llorar aún más.
—¿Sigue en pie lo del helado?
—Con una condición.
—¿Cuál? —preguntó echándome un vistazo.
—Irán por mi cuenta.
—Katherine, no.
—Entonces no hay helado —sonreí levemente.
—He esperado más de un mes para que aceptes que te lleve a tu casa —cosa que no ha sucedido— solo querías ir por un helado y que te acompañara a tomar el taxi —lo escuchaba atenta, quería saber que tenía por reclamarme —ahora que vamos por un helado me dices que tú lo pagarás, ¡demonios, sí que sabes manejarme! —meneó la cabeza con diversión.
—Es para que aceptes mis disculpas.
—Ya las acepté.
—Las disculpas con helado son menos.
—Así no va el dicho.
—Síguele y tú tampoco irás por el helado.
—¡Katy! —se quejó y rio —vámonos, los helados nos esperan —tomó mi mano y me ayudó a levantarme.
—¿Manejas tú o yo?
—Yo —le di las llaves.
Llegamos a una paletería nueva, últimamente hay paleterías en cada esquina y pese a eso, todas venden muy bien debido al calor.
—¿Qué se te antoja? —le pregunté.
—Estoy entré un smothie dulce o salado, ¿qué me recomiendas?
—Uno picante.
—Buena idea —sonrió.
Pedí los smothies, nos sentamos en una de las mesas y mientras comíamos el helado Julián analizaba cada parte de mi rostro.
—¿Qué tengo?
—Nada —sonrió —no suelo observar mucho a las mujeres pero tú tienes un rostro muy lindo.
—Gracias.
—No es nada —asentí —Katherine.
—Dime.
—¿Lo amas?
—¿Qué?
—¿Amas a tu novio? —le di un sorbo a mi smothie por la intensidad de su pregunta.
—Lo quiero demasiado.
—¿Por qué estás con él si no lo amas?
—Estoy con él porque tiene lo que busco en un chico —revolví el smothie con mi popote.
—¿De verdad? —asentí —¿buscas a un vago que lo único que sabe hacer es pelear?, esos hombres no te llevan a nada bueno, Katherine.
—Julián, lo que tiene de peleonero lo tiene de amoroso, de centrado, de inteligente —desplegué una sonrisa al hablar de él —y no justifico lo que hace, sé que está mal.
—Tú sabes lo que haces, Katherine, lo único que espero es que no salgas lastimada de ahí —descansó su mano sobre la mía y la quite rápidamente.
Después de aquel momento de tensión decidimos platicar un poco sobre nuestra vida y estudios, fue muy divertido pasar la noche con él.
—¿Puedo llevarte a casa? —negué.
—Quedamos que me llevarías a esperar el taxi y aceptaste, tienes que cumplir —lo miré relajada y asintió.
Subimos al auto, me dejo en la central de taxis, se despidió, espero a que me subiera en uno y se fue en dirección contraria.
—Aquí es —le dije al taxista —aquí tiene, gracias —le pagué.
—Buenas noches, señorita —salí del taxi, me encontré con Esteban fuera de mi casa.
—¡Cielo! —corrió a abrazarme, sentí el olor a bebidas alcohólicas desde la distancia y me entregó un pequeño ramo de flores.
—Gracias —sonreí de lado y asintió —ewwk,¿cuánto has tomado? —lo analicé con interés, su ropa estaba arrugada, su cabello despeinado, sus ojos dilatados y estaba empapado de sudor «quizás por estar fuera esperándome durante tanto tiempo»
—No mucho —se rio como si le hubiese contado un chiste —perdóname, bomboncito.
—Entiende que un perdón no siempre solucionará las cosas y hueles fatal.
—También perdóname por eso —eructó y me miraba avergonzado —te amo, bomboncito, necesito besarte —acercó sus labios a los míos y giré mi rostro provocando que besara mi mejilla.
—Eso no se va a poder.
—Bomboncito, por favor —negué.
—Necesito irme a dormir, ¿quieres que te lleve a casa?
—Quiero que me perdones —se escondió en mi pecho cuán niño chiquito y comenzó a llorar —entiende que sin ti me muero.
—Sabes lo que hizo papá, ¿cierto?
—Sí, bomboncito.
—¿Sabes el dolor que me causó? —asintió —¿sabes en dónde se encuentra ahora?
—Sí, cachetitos —tenía hipo debido a todo el alcohol que había ingerido.
Tú te estás convirtiendo en eso —intenté ser fría aunque por dentro moría por besarlo —no quiero que un día mates a alguien por celos, te metan preso y me quede sin ti, no quiero perderte, no de esa manera —humedecí mis labios para seguir hablando —ya perdí a 2 de los chicos más importantes en mi vida por celos, por obsesión, no quiero perder a uno más.
—No me perderás, no tengas duda de eso, bomboncito, te amo y no me alejaría de ti.
—Además estoy tan cansada de que cada que las cosas vayan mal te emborraches, ¿lo qué quieres realmente es morir?
—No, mi amor. Es la única salida para olvidarme de ti por un momento, si quieres que lo deje, lo haré, haré todo con tal de estar a tu lado —negué.
—Lo he estado pensando, Esteban y lo mejor es que terminemos.
—No ahora, no así, por favor.
—Perdóname, Esteban, es lo mejor que podemos hacer. Ya no puedo, ya no quiero seguir insistiendo en que cambies, no quiero seguir mirando como atacas a las personas que quiero o con las que simplemente me llevo bien. Es más, no puedo obligarte a cambiar.
—Katherine, no podemos terminar —se aferró a mis piernas con fuerza como si fuese un niño de 2años —no puedo vivir sin ti, eres mi sol, mi respiración, mi todo —comenzó a llorar.
—No hagas esto más difícil y suéltame —negó.
—Recuerda que no te dejaré ir una vez más, no permitiré que te vayas nuevamente, no cometeré ese error dos veces —me soltó de las piernas y abrazó todo mi cuerpo.
—Te quiero y quizás siempre lo haga, Esteban —besé su frente.
—Dime que sólo es una broma de mal gusto, por favor —se tambaleaba, olía verdaderamente mal y a pesar de eso, para mí era el hombre más guapo de todos.
—No es ninguna broma, ya no quiero nada contigo.
—No puedes tomar esa decisión por los dos, somos una pareja, un equipo —comenzó a llorar.
—Tampoco debiste tomar la decisión de herir tanto a todos mis amigos, somos una pareja, un equipo —imité sus palabras.
—¡No puedes dejarme, sé que me quieres y yo te amo, no podemos rendirnos, no después de tanto, cachetitos!
—Ya no puedo, perdón.
Corrí hacia la puerta de mi casa, la abrí y cerré rápidamente con un dolor fuerte en el pecho, uno tan intenso que pensé que en cualquier momento mi corazón dejaría de latir.
Me encerré en mi habitación, lancé mi mochila a la cama que estaba perfectamente ordenada y de la rabia comencé a jalar las sábanas y a tirarlas, me deje caer lentamente sobre el marco de mi puerta y saqué todas las lágrimas que había acumulado desde la tarde.
Nada había valido la pena, todo fue una farsa, sabía que enamorarme de él era un error y sabía que en algún momento esto pasaría, sin embargo decidí entregarle mi corazón esperando a que en cualquier momento lo rompiera.




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