Infinitamente enamorada.

|Capítulo 29|

Después de una larga semana, hoy darán de alta a mi chico y estoy verdaderamente feliz por eso.
—Buenos días, mamá.
—Buenos días, hija.
—¿Ya desayunaste, mamá?
—No, hija, estaba esperándote para desayunar juntas —sonrió.
—¿Te ayudo en algo?
—Saca la fruta del congelador, hija —obedecí y preparé la malteada.
Mamá preparó un grandioso, básico, saludable y llenador desayuno que consistió en huevo con tocino, hot cakes con fruta y la malteada.
—¡Está delicioso, mamá!
—Que bueno que te gustó, hija.
—Gracias por hacerlo.
—No es nada, cielo —sonrió y terminamos de comer.
—Mamá, ¿más tarde me puedes prestar el auto?
—Sí, hija.
—Gracias —la abracé.
Comencé a preparar dos cheesecakes de limón, uno para Esteban y el otro para mamá, a ambos les encanta como me queda. Cuando terminé de prepararlos los metí al refrigerador, fui a darme una ducha y a arreglarme un poco para pasar por mi chico.
El agua helada danzaba sobre todo mi ser haciéndome sentir fresca, cuando terminé de ducharme coloqué mi bata de baño, decidí ponerme un conjunto lila y unas pequeñas plataformas, me puse bloqueador debido a que últimamente mi piel ha resentido mucho los potentes rayos de sol, tomé el cheesecake de mi novio y salí al hospital finalmente.
—¡Amor! —me abrazó como si lleváramos años sin vernos.
—Flaquito —sonreí.
—Te extrañé demasiado, ¡te miras tan preciosa, bomboncito! —me analizaba cautelosamente —tu belleza es una inspiración para mis ojos, eres todo para mí.
—En este mundo de avaricia, que bonito es que alguien te diga que lo eres todo —suspiré y jugué con su cabello.
—Te amo, mi niña —estampó sus labios con los míos.
—¿A dónde quieres que te lleve?
—A casa, cielo —asentí.
Encendí el auto, manejé hacia su casa y al pasar algunos minutos, llegamos.
—Pequeña.
—¿Sí?
—¿Qué pasó con Tamara? —el color de mi piel comenzó a irse y negué.
—No sobrevivió, estuvo en terapia intensiva y no lograron estabilizarla —comencé a llorar.
—¿Por qué lloras, mi amor?, ella te hizo mucho daño.
—Sí, pero no por eso le deseaba la muerte, además ella necesitaba ayuda psicológica, incluso psiquiátrica. ¿Sabes?, su mamá me pidió perdón, ella le ayudó a Tamara a conseguir el acta de nacimiento, por eso supo mi nombre, también me dijo que le tenía miedo a su propia hija, por eso nunca la llevo a terapias.
—Su mamá siempre fue muy temerosa de Tamara, amor, ya no nos hará daño.
—No estoy tan segura de eso —suspiré.
—¿Por qué amor?
—¿Recuerdas lo que pasó con Sebastián? —asintió —hay algo que no te mencioné —me ruborice.
—¿Qué sucedió, cielo?
—Tamara se encontraba con él, ellos eran cómplices.
—¿Por qué omitiste algo tan importante como eso, pequeña? —levanté los hombros.
—No le tomé importancia, cielo, ella no me hizo nada ese día.
—Sebastián no volverá a acercarte a ti, eso tenlo por seguro —dijo con rabia, lo miré a los ojos y volvió a su temple normal.
—Te quiero —sonreí.
—No sabes cuánto detesté estar en el hospital, cielo.
—Lo bueno es que ya estás aquí, flaquito.
Nos sentamos en la sala a mirar un reality show de deportes.
—Te extrañé tantísimo, bomboncito.
—Nos miramos todos los días, flaquito.
—No es lo mismo mirarnos por 45min, muñequita.
—Dime que le contaste de mí a la vida que ahora me está sonriendo.
—¡Por Dios, eres una poeta y te amo mucho más por eso! —comenzó a besarme y me alejé por falta de aire.
—Sólo digo lo que me haces sentir —besé su mejilla repetidas veces.
—Me corres por las venas como una jodida droga y es que, eso eres para mí —me besó lentamente.
—Flaquito, me lastiman tus pelitos —acaricié la barba que comenzaba a salirle.
—Eso puede arreglarse, mi amor —dejó un suave beso en mis labios —acompáñame —tomó mi mano y me guio hasta el baño —tú me afeitarás.
—No sé hacerlo, flaquito, sólo te lastimaré.
—Es la cosa más sencilla del universo —sonrió dejando ver su dentadura blanca y parejita —me pondré la crema en mi rostro y tú pasarás la cuchilla por donde está la crema, cielo.
—Okay, flaquito.
Se colocó la crema que parecía crema chantillí por todo el rostro, olía a producto para el cabello masculino.
—Ya puedes empezar, bomboncito —tomé la cuchilla y no lograba alcanzarlo, es muy alto —si quieres me siento —rio.
—¡No es gracioso!
—Sí lo es, berrinchuda —me miraba con amor y complicidad.
Se sentó en una pequeña banca que había en el baño, pasé la cuchilla por su rostro con mucho cuidado pues no quería lastimar su piel, él se encargó de acariciar mi espalda y lograr ponerme nerviosa.
—¡Flaquito! —me quejé.
—Deja que te mime, bomboncito.
—Me pones muy nerviosa —rodeé los ojos.
—Tú no sabes lo nervioso que me pongo cada que te veo, cada que estás junto a mí —intentó besarme pero seguí afeitándolo —eres un peligro con eso en tus manos —hizo un gesto de susto.
—No hagas ese gesto, Esteban —me ataqué de la risa.
—¿Por qué, cielo?
—Te miras muy gracioso.
—Me encanta escucharte reír, mi amor.
—Creo que ya terminé, flaquito —asintió, fue a enjuagarse, le coloqué una crema y su piel había quedado cuán trasero de bebé.
—¿Ya puedo comerte a besos?
—Sólo uno, no puedes pasar la cuota del día.
—¡Cielo! —rio y me contagió la risa.
Tomó mi rostro con delicadeza, comenzó a besarme lentamente y el beso cada vez se iba tornando más pasional, en esta ocasión no me molestaba, quería sentir su amor, quería seguir explorando y conociendo el sabor de sus labios, el aire nos estaba faltando, ninguno de los dos quería separarse, los dos queríamos seguir sintiendo esa adrenalina que sólo sentíamos cuando nuestras lenguas estaban juntas, cuando nuestros corazones latían en plena sintonía y cuando el beso dejaba de convertirse en un simple intercambios de fluidos salivales y se convertía en un intercambio de emociones, de sentimientos y en una demostración de todo el amor que nos teníamos, llegó un momento en el que por más perfecto que fuera el beso debí separarme o moriría.
—¡Quiero explorar tus labios todos los días, bomboncito! —suspiró, yo no podía hablar, sólo pegaba grandes bocanadas de aire —¿estás bien? —asentí.
—Más que bien —le guiñé el ojo.
**Esteban.**
*Lo que sentía por Katherine era algo que nunca antes había sentido, hablo con toda la sinceridad que existe en mi ser.
Ella me hace sentir un remolino de emociones al verla, la amo con todo y sus defectos, con todo y sus malos días, con todo y sus enojos, con todo y lo complicada que llega a ser.
Es a la primer mujer que no quiero tener por un rato o para tener sexo, quiero tenerla para toda mi vida, quiero que sea la madre de mis hijos, quiero ser quien le lleve el desayuno en las mañanas, quiero que sea ella quien me reciba con un beso en las mañanas, quiero conocerla en sus mejores y peores días, no miro una vida sin ella, porque ella se ha metido en mi corazón sin siquiera pedir permiso, es lo primero y lo último en lo que pienso, el amor que siento por ella es más real que los políticos corruptos, más real que el calentamiento global, más real que mi vida propia.
El reality show que estábamos mirando se terminó, empezó un partido de fútbol, mi niña intentó mirarlo pero le aburrió tanto que se desvaneció, puse su cabecita en mi regazo y jugué con su ondulado cabello pelirrojo.
Mirarla dormir es como estar en el cielo y mirar a los mismísimos ángeles, mirarla a ella es como mirar la maldita gloria, ella es toda mi felicidad.
El partido de fútbol terminó y ya no había nada interesante que ver, así que le hice compañía a mi chica y me dormí un rato.
En mis sueños escuchaba la melódica risa de mi bomboncito, a ella no la miraba por ningún lado, después caí en cuenta que no era un sueño, sino que mi preciosa realmente estaba riéndose, ¡es como una niña pequeña! ¿Qué travesura habrá hecho?
Abrí los ojos y me encontré con el rostro de Katy frente a mí.
—¿Qué haces, pequeño demonio?
—Nada —me miró con inocencia.
—Amor, dime, ¿qué estás haciendo? —estaba ruborizada por la risa.
—Nada malo, flaquito —besó mis labios y se escondió en mi pecho, sólo sentía su estómago moviéndose por la risa que tenía.
—¿Por qué siento que hiciste alguna travesura?
—Son sólo alucinaciones, flaquito.
—Vamos a ver si es cierto —me levanté, ella me abrazó de la pierna, quería evitar que fuera a mirarme al espejo, aunque es tan ligera que caminé pese a esa "traba" hasta el baño —¡Cielo!
—¡Te miras muy bonita, jajaja! —mi amor me había pintado cuán niña.
—Parezco un guapo drag queen —le guiñé el ojo a Katherine.
—Mojaré mis calzoncillos por tu culpa.
—Es tu culpa por maquillarme así, cielo, entiende que no soy gay —hice un puchero.
—Aparte de ser mi novio, eres mi mejor amiga y eso se siente muy bien —besó mis labios —ahora sal, necesito hacer pipi —no paraba de reír.
—De acuerdo, mi cielo.
Katherine salió rápidamente y me desmaquilló.
—Fue muy divertido —acarició mi rostro.
—Te amo —besó mis labios y amaba que fuera ella quien tuviera la iniciativa de hacerlo —muero de hambre, bomboncito.
—También yo —hizo una cara de sufrimiento y frotó su pequeño vientre.
—Encargaré comida japonesa, ¿te parece, bonita?
—Sí, corazón —tomó su bolso, me entregó mi celular y cartera —los paramédicos me lo entregaron y se me había olvidado dártelo.
—Gracias, mi vida —estampé sus labios en su frente.
—Yo... —se sonrojo —usé tu celular para llamarle a tu papa, lo siento, flaquito.
—No tengo ningún problema, mi amor —asintió feliz.
Pedí la comida y ambos esperábamos impacientes debido a que moríamos de hambre.
—¿Por qué eres tan bella?
—Por lo mismo que tú eres tan guapo —habló con mucha seguridad logrando sonrojarme «sólo ella lo lograba».
El timbre sonó, la comida ya había llegado.
—¿Qué pediste, flaquito?
—Pedí sushi, okonomiyaki y ramen para ti, mi amor.
—Aww —chilló —ya me conoces —me miró emocionada.
—Sueles ser muy delicada para comer, bomboncito.
Mi chica decidió que comiéramos en la isla de la cocina, se sentó y sus piecitos colgaban por lo pequeño que es su cuerpo.
—¡Mmm!, está muy rico
—Que bueno que te gustó, bomboncito.
—¿Quieres probarlo?
—No gracias, amor —siguió comiendo con los palillos.
Cuando terminamos de comer, Katherine empezó a frustrarse de la nada.
—¿Qué pasa, cielo?
—Se me olvido el chessecake en el carro, seguramente se echó a perder —tiró de su cabello molesta, salió al auto y volvió emocionada —¡está sano y salvo! —sonrió.
—Mi amor, no hubiese importado si ya no servía.
—Sí, porque es un regalo para ti, corazón —me lo entregó, lo metí al refrigerador y la besé.
—Gracias por traérmelo, cielo, es mi favorito. ¿Sabes por qué? —negó —porque tú lo hiciste, bomboncito y siempre me gustará todo lo que venga de ti —la abracé.
—Que tierno —jugó con mi cabello.
—Te amo —sonrió y se ruborizo.
—¿No te resulta difícil decir esas dos palabras con tanta naturalidad y tantas veces al día, flaquito?
—Cuando realmente lo sientes, es fácil decirlo, mi amor.
—Awww.
Mi celular sonó y contesté.
—¿Sí?
—¡Campeón! —gritó Jonathan.
—¿Cómo estás, hermano?
—Estaba preocupado por ti, no contestaste mis llamadas ni mensajes.
—Estaba en el hospital, hermano.
—¿¡Y ahora en qué lío te metiste?! —exclamó y después rio —eres de titanio, tantas veces en el hospital y siempre sales sano y salvo.
—Tuve un pequeño accidente, no podía morirme y dejar a mi linda Katy —volteé a mirarla, estaba entretenida y concentrada jugando en su celular.
—Tuvimos dos juegos, campeón.
—¡Joder, tenía tantas ganas de jugar!
—La próxima semana jugamos.
—Es seguro que estaré por allá.
—Contamos con eso, me saludas a Katy.
—Y tú a Julissa.
—Claro, nos vemos la próxima semana —colgué la llamada.
Me senté alado de mi chica, ella bloqueó su celular y me miró atenta.
—¿Qué sucedió, flaquito?
—Resulta que tuvieron 2 juegos mientras yo estaba en el hospital.
—Oww, cielo, eso puede resolverse.
—¿Cómo?
—Jugando nosotros dos.
—¿De verdad?
—¡Claro! Lo que sea con tal de que mi chico no esté cabizbajo.
—Te juro que tú le das jodido sentido a todo —la besé.
—Vamos a jugar, quiero ganarte —empezó a trotar y me mató de risa, Katy no es el tipo de chica que sabe jugar fútbol, ella es muy delicada para eso y me enloquece el que quiera jugar conmigo solo para hacerme sonreír, es una gran mujer.
—Me matas de ternura, mujer.
—Ya veremos si cuando te gane sigues muriendo de ternura —sonrió sabiendo que su sonrisa era mi maldita debilidad.
Salimos al patio.
—Primero tú serás el portero y luego yo,¿de acuerdo?
—No me dejas opción, cielo —reí.
—Hey, no me hagas ver como la mala del cuento —frunció el ceño.
—Con malas así no le temo al infierno.
—Cálmate —se sonrojo —la portería serán esas dos macetas.
—De acuerdo señorita mandona.
Me puse en la portería que Katherine acababa de crear, se puso frente al balón y con su ligero pie golpeó la pelota.
—¡Gooooooool! —saltó y gritó emocionada cuán demente, amaba a esa demente.
—Amor, no fue gol.
—¿Ahhh, no? —me miró sorprendida.
—No amor —estallé de la risa —no sabes jugar, ¿cierto?
—Sí sé jugar, me aseguraba de que tu supieses —reí y se colocó frente a la pelota nuevamente, la diferencia esque alejó más la pelota que la primera vez —¡aquí voy! —corrió con la pelota, cuando estaba frente a mí se movía de izquierda a derecha y logró meter el gol por debajo de mis piernas —¡gooooooool! —festejó dando una pequeña marometa mientras tomaba su falda para que no le mirara su short.
—No habría problema si no te hubieses agarrado la falda, cielo.
—Basta —sonrió avergonzada.
Seguimos jugando, la verdad es que dejaba que Katherine me metiera goles con tal de mirarla tan feliz.
—Meteré un penal.
—De acuerdo, cielo.
Enfocó su mirada en la portería, al momento de querer patear el balón, tiró una patada al aire y de repente se cayó, todo fue muy rápido y gracioso.
—¿Estás bien, bomboncito?
—Sí, este tonto juego no me derrumbará —se levantó cuán diva, sacudió su enorme y glorioso trasero, pateó el balón y me metió gol —¡goooool!
—Eres muy buena jugando fútbol —me burlé.
—Sé que deseas saber jugar tan bien como yo —dijo con ironía y a los segundos explotó de risa.
—Jugaste increíble, gracias por regalarme momentos así —la besé y fue su turno de ser la portera.*
Terminamos de jugar fútbol y ya estaba oscureciendo.
—Debo irme, flaquito.
—No te vayas, muñequita —frunció el ceño y me abrazó.
—Tengo que volver a casa —besé su frente.
—Quédate conmigo, por favor, bebé.
—No, amor.
—Bebita —me abrazó fuerza y susurró en mi oído —por favor.
—Otro día, ¿está bien?
—¿Cuando? —me miraba como si fuese un niño berrinchudo.
—Otro día, cuando le avise a mamá.
—Puedes avisarle ahora, mi amor.
—Ya quedamos que luego, corazón.
—Gracias por pasar el día junto a mí, bomboncito.
—Fue un placer —sonreí —dulces sueños, corazón.
—Dulces sueños, bomboncito. Te amo —nos despedimos y regresé a casa.
Fui a mi habitación, me duché, me puse una pijama que consistía en una bata morada, larga y fresca de algodón, me lancé a la cama a dormir.
Pensé en el grandioso día que pasé con mi chico las palabras sobran cuando la felicidad brota en mi alma y en mi corazón.
[...]
¡Han pasado algunas semanas y ya es Junio!
En este mes habrá muchos eventos y cosas por celebrar, ¡eso me enloquece!
Ya fue la clausura de la academia y la competencia de baile, todas las parejas que concursamos de la academia, ¡ganamos! y estoy muy orgullosa de eso.
Las vacaciones ya iniciaron para los chicos regulares, afortunadamente no reprobé ninguna materia, al contrario sigo esforzándome con mis estudios y calificaciones como desde que tengo memoria.
No considero que el tener buenas calificaciones te convierte en un genio o en la persona más inteligente del mundo, para mí el tener buenas calificaciones significa un premio, una recompensa de todas las noches de desvelo por hacer tareas, las noches en vela por estudiar para los exámenes, las levantadas a tan temprana hora del día, por eso me fascina ser buena estudiante, el mirar la cartilla de calificaciones con 10 me recuerda que todo ha valido la pena, además de que mamá está orgullosa de mí y eso vale más que cualquier otra cosa.
Mañana es el acto académico de Rodrigo y pasado mañana su fiesta de graduación, hace unos días Rodrigo y Perla vinieron personalmente a darme la invitación, estoy muy entusiasmada, sé que Rodrigo será un gran Ing. Mecatrónico.
Mi chico pasará por mí, quiere que lo acompañe a escoger sus outfits, ¡se verá muy guapo!
Me levanté a darme una larga y refrescante ducha, cepillé mi cabello y me hice un moño alto, decidí ponerme una blusa negra con flores rosas de hombros descubiertos, una falda de mezclilla y unos converse negros, desperté con ganas de maquillarme, así que pinté mis labios con un color rosita nude, me puse máscara de pestañas y delineé muy poco mis ojos, Esteban llegó a tocar el claxon desesperadamente «como siempre», coloqué mi perfume, tomé mi bolso y ya estaba lista para ir de compras con él.
—¡Hola, bomboncito! —me abrazó y besó como si tuviese años que no nos mirábamos.
—¡Hola, flaquito! —lo imité, tomó mi mano, rodeamos el auto y me abrió la puerta para que entrara en él.
—No tengo idea de que comprarme, cielo.
—Mañana puede ser algo casual, como unos jeans, una camisa y unos zapatos y para pasado mañana un traje, no es tan complicado, corazón. De hecho ser hombre es lo más fácil del mundo —rodeé los ojos.
—¿Por qué lo dices, cielo?
—Ustedes se miran bien siempre, están listos en 5min porque no tienen una larga cabellera, no necesitan de maquillaje, no sufren mes con mes, a ustedes no les rompen el corazón, hay más zapatos bonitos para ustedes y sus perfumes huelen mejor que los de nosotras.
—Ser hombre no es fácil —reí.
—Claro que lo es.
—No lo es, bomboncito. Nosotros somos los más propensos a que nos rompan el corazón y también sufrimos.
—No tanto como las mujeres.
—En eso tienes razón, ustedes son un ejemplo a seguir, las mujeres son la vida propia —sonrió, apretó mi mano y se dispuso a besar mis nudillos.
Seguimos platicando y el camino se tornó rápido, pues ya habíamos llegado a la plaza.
—Tú escogerás, cielo.
—¿De verdad? —eso me emocionaba demasiado.
—Sí, mi amor.
—¡Wohoooo, aquí quédate! —me miró con amor y asintió.
Tomé unos jeans, una camisa y zapatos negros, un traje gris tirándole a negro, una corbata parecida al color de mi vestido y sólo esperaba que las prendas que agarré hayan sido de la medida de mi hombre.
—¿Tan rápido?
—¡Es lo que te digo, todo es más fácil con ustedes! —sonrió —mídetelo —le di las prendas y se fue al vestidor.
Algunos minutos después salió petrificado.
—¿Qué pasó?
—Todo me quedó a la medida, bomboncito —estampó sus labios con los míos.
—¿Te gustó lo que escogí?
—Me encantó, muñequita.
—Eso es bueno —sonreí.
—Terminamos más rápido de lo que imaginé, bonita —rio —¿vamos por un helado?
—Sí —dije emocionada.
—Buenas tardes, ¿de qué va a querer el helado, señorita? —me preguntó el señor que hacía los mejores helados del mundo.
—De fresas con crema.
—¿Y el de usted, joven? —sé que lo pedirá de pistache.
—De pistache —sonrió.
Tomamos nuestro helado mientras caminamos alrededor de la plaza, fuimos al cine y pasamos un día grandioso como todos los días a su lado.
—Nos vemos mañana, cielo.
—Hasta mañana, Esteban.
—Bomboncito.
—¿Sí?
—No te arregles mañana —me miró furioso.
—¿Por qué? —reí.
—No quiero que te vean los demás hombres, ¡querré matarlos!
—Tenemos un trato —lo miré fijamente a sus ojos marrones.
—Lo sé, muñequita —levantó las manos a manera de paz —lo sé —repitió.
—Ya sabes que pasará si lo rompes.
—Por eso no quiero que te arregles, no quiero romperlo —curvó sus labios.
—No lo romperás, amor, confío en ti.
—¿Cómo me llamaste? —me sonroje.
—Amor —musité.
—¡Esa palabra se escucha muy bien si sale de tu boca y si te refieres a mí, bomboncito!
—Te dije que te demostraría que te quiero, amor —sonreí.
—¡Te amo! ¡Me vuelves loco! ¡Me fascinas, bomboncito! —me besó.
—Nos vemos mañana, amor.
—Hasta mañana, bomboncito, dulces sueños —me despedí de él, esperé a que se fuera y entré a casa.
Era temprano y aún así subí a mi habitación a dormir porque, ¡mañana será un gran día!
[...]




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