Hoy jugará fútbol mi chico, es uno de los partidos más importantes de la temporada, obviamente iré a apoyarlo y no sólo a eso, sino que iré a mirarlo ganar, es el mejor futbolista del mundo.
En mi mochila guardé botellas de agua, curitas y agregué un botiquín de emergencia por si le sucedía algo malo a mi chico «estoy aprendiendo de Julissa».
Siempre intento acompañar a mi novio cuando juega fútbol, me encanta el medio tiempo ya que es el momento en el que va a abrazarme y besarme, me encanta darle ánimos, apoyarlo así el marcador no esté a su favor, me encanta cargar sus cosas mientras espero a que el partido termine, y siempre que estoy con él, viéndolo jugar me encanta más, él dedica goles para mí, y yo dedico mi vida entera a cuidarlo y acompañarlo a donde quiera que él vaya, solamente estoy siendo recíproca por todo lo que él ha hecho por mí.
Esteban tocó el timbre desesperado pese a que faltaba rato para que iniciara el partido.
—¡Buenos días, bonita! —me abrazó por la cintura y me besó
—Buenos días, flaquito —admiré detalladamente a mi chico tan guapo que traía puesto su nuevo uniforme negro y los tenis que le regalé cuando cumplimos 5 meses, el uniforme le queda holgado y me encanta, personalmente no me gusta cómo se miran los chicos con short cortos y camisas pegadas —¡qué guapísimo estás! —suspiré y me sonroje cuando caí en cuenta de lo cursi que me había escuchado.
—Mira quien lo dice, la chica más pelirroja y bella del mundo, bomboncito.
—Que exagerado —hablé divertida.
—No lo soy, cielo.
—Lindo uniforme.
—Gracias, muñequita —me besó.
—Flaquito, ¿ya desayunaste? —negó —¿por qué? —lo miré atenta.
—No tengo hambre, amor.
—Debes desayunar, sobre todo si vas a jugar, ya habíamos hablado de eso —enarqué mis cejas.
—¿Estás preocupada, bomboncito? —abrió sus ojos como platos.
—No —intenté hablar seria —sólo me gusta regañarte —negó.
—Estás preocupada, amor —me hizo cosquillas —¡mi chica se preocupa por mí! —dio marometas de felicidad «este chico está loquísimo y me encanta».
—No —reí —detente, flaquito.
—Sólo lo haré porque te preocupaste, cachetitos.
—Esteban —reí —no te creas tan importante, no me preocupe.
—De acuerdo —fingió llorar.
—¡Flaquito! —reí cuán demente —eres muy gracioso y me gustas por eso —le guiñé el ojo.
—Podemos ir a casa, allá puedo contarte mis mejores chistes —me besó —¿qué dices, cielo?
—No me hagas sonrojar, corazón —le di un codazo —prepararé el desayuno, quédate ahí —apunté a la sala.
—¡Te amo! —me ruboricé.
—¿Qué quieres desayunar?
—A ti, pero nunca te dejas —hizo un puchero —así que —puso la mano en su barbilla pensativo —¡ya sé!, quiero tus fabulosas crepas.
—¿Saladas?
—Sí, cielo.
—Okay —sonreí y fui a la cocina.
Cuando el sartén ya estaba caliente me dispuse a agregar la mezcla, al tiempo que hacía las crepas cocine pollo con champiñones y crema para el desayuno de mi chico, rellené las crepas de Esteban y preparé las mías con queso crema y crema de avellanas.
—Ya está, flaquito.
—¿Tan rápido, cachetitos? —sus ojos saldrían de la impresión y asentí.
—No es tan difícil hacerlas —levanté los hombros —¿quieres café? —pregunté amable.
—Sí, cachetitos, por favor —fui a preparárselo.
—Aquí tienes.
—Mi amor.
—¿Sí? —me senté frente a él para comer.
—Gracias por preparar esto para mí, se ve delicioso, bomboncito —apretó mi mano y yo acaricié la suya.
Editado: 04.07.2019