Infinitamente enamorada.

|Capítulo 40|

**Esteban.**
*Desperté a media noche porque mi niña se apoderó de los cobertores «siempre se apodera de todo, al igual que de mi corazón», fui al closet y para mi fortuna había una liviana cobija.
Volví a la cama con mi chica, la admiré y suspiré al igual que siempre que la miraba, su perfil superaba a cualquier otro, sin importar de quien se tratase, besé su frente y dormí hasta la mañana siguiente.
Me desperté a darme una ducha, saqué el traje que había llevado a la tintorería para que lo desarrugaran y me cambié.
Me senté con mi niña quien aún estaba dormida, acaricié lentamente su cabello y besé sus mejillas, amo despertarla así.
—Bomboncito —susurré en su oído, hizo un puchero y finalmente abrió sus ojos azules.
—¿Sí? —habló con su voz ronca y acarició mi cabello.
—Ya me iré a trabajar, cielo.
—¿Tan temprano?
—Sí, amor.
—Te miras muy guapo con ese traje, flaquito —besó mi mejilla.
—Bésame los labios, no la mejilla, amor, ni que fuéramos niños de kínder —apretó mis mejillas y estampó sus labios con los míos —eso fue delicioso —se ruborizo y como siempre digo, amo mirarla así.
—Flaquito.
—¿Sí?
—Está fatal el nudo de tu corbata —rio, me la quitó y después la anudó correctamente.
—Quisiera que siempre anudarás mi corbata, amor.
—Cada que pueda lo haré —dejó un beso fugaz en mis labios.
—Nos vemos más tarde, cielo.
—Hey, no te irás sin desayunar.
—No tengo hambre, bomboncito.
—Debes desayunar —frunció el ceño.
—Amor, no tengo hambre, de verdad.
—El desayuno es la comida más importante del día, espérame poquito.
—Bombon... —me interrumpió con un beso y se dirigió con mucha gracia a la pequeña cocina.
Ayer pasamos al súper a comprar cosas básicas «ahora entendía la insistencia de mi niña en pasar a comprar».
—Flaquito, ¡ven! —fui a su lado.
—¿Qué pasa, amor?
—Come —me entregó una taza de café cargado tal como me gusta y un plato de fruta.
—Gracias, bomboncito.
—No es nada —desplegó una sonrisa jodidamente.
Katherine se dirigió al cuarto, estoy seguro que fue a ordenarlo.
Terminé de comer, fui con mi niña y efectivamente estaba ordenando todo en la habitación.
—Ahora sí, me voy, cielo —la abracé y comencé a besarla.
—Bye, flaquito —me besó —te cuidas y éxito en tu día.
—Te amo, bomboncito.
—Te amo, Esteban —sonrió.
Salí de la habitación y sentí un gran hueco en mi corazón, cada día Katherine era más indispensable para mí, cada día resentía más estar lejos de ella, sé que eso no es nada bueno y también sé que no puedo evitarlo.*
Terminé de ordenar la cama, fui a ducharme y salí a dar una vuelta por la ciudad en compañía de mi cámara.
No era la típica ciudad llena de edificios y con contaminación ambiental, al contrario, habían muchos parques con árboles de todo tipo, en las calles no se miraba nada de basura y el aire se sentía muy fresco.
Tomé asiento en una de las bancas del parque, encendí mi reproductor de música y coloqué mis audífonos, ahí pasé gran parte de la mañana, relajada y con un paisaje hermoso por admirar.
Pasé a una tienda que estaba cerca del hotel y compré chocolates, tenía muchísimo antojo de uno, como la mayoría de días.
Volví al hotel, me lancé a la cama y continué leyendo mi libro.
Miré la hora y ya casi eran las 5, Esteban no tardaría en llegar así que fui a preparar algo sencillo de comer.
Empecé a preparar la sopa, cocine carne y puse a desinfectar la verdura para hacer tostadas, terminé, lavé todo lo que había ensuciado y mientras lo esperaba miré la tele.
La mañana me pareció increíble, lo contrario a la tarde, me sentía muy sola.
Durante los últimos días había tenido esa sensación de sentirme sola, mamá se iba a trabajar y tenía compañía hasta que regresaba del mismo y en esta ocasión sucedió lo mismo con Esteban.
Así que he estado pensando en buscar un trabajo «estoy cansada de que todos lo hagan menos yo», aunque para ser sincera no tengo idea de en donde podría trabajar y haciendo que.
No sé hacer mucho que digamos, en la ciudad donde vivimos sobran anuncios para trabajar en fábricas «trabajas mucho y te pagan poco» y en empresas como secretaria el problema es que odio vestirme formal, así que estoy perdida y todo esto me recuerda lo de la academia de baile. Falta poco para terminar la carrera y por fin poder ejercerla, aunque con la decisión que tomé de ir a hacer la audición probablemente pasaré más tiempo sin trabajo «por lo menos sin trabajo relacionado a mi carrera» así que necesito encontrar un trabajo temporal que realmente me guste, soy de las personas a las que no les gusta hacer las cosas a medias, o lo hago bien o no lo hago, así de simple.
Mi plan es salir a buscar opciones en cuanto regresemos a la ciudad, espero que todo salga bien.
—¡Bomboncito! —me sobresalté, no había escuchado cuando entró —ya volví.
—Hola, flaquito —sonreí.
—Que bien se siente volver del trabajo y llegar aquí, contigo, bomboncito —me abrazó y comenzó a besarme.
—¿Cómo te fue, corazón?
—Bien, cielo.
—Que bueno, flaquito.
—¿Cómo la pasaste, chiquita?
—A decir verdad me sentí un poco sola, corazón.
—Lo lamento, amor, no pensé que esto pasaría —me sentó en su regazo y estampó sus labios con los míos repetidas veces.
—A ver, tampoco estuvo fatal —sonreí y me quité de su agarre —mira, tomé algunas fotografías —le di la cámara.
—Quedaron fenomenales, mi amor.
—¿Tú crees?
—Sí, bomboncito.
—Gracias, flaquito.
—¿Vamos a comer, cielo?
—No.
—¿Por qué?
—Porque la comida ya está lista, flaquito —despeiné su cabello.
—¿En serio, muñequita? —se formaron pequeños destellos en sus ojos marrones.
—Sí, corazón.
—Voy a cambiarme, ahorita vuelvo, chiquita —asentí.
Calenté la comida, preparé las tostadas y Esteban sonrió con dulzura al mirarme.
—No me veas así porque me pones muy nerviosa, flaquito.
—No puedo mirarte de otra manera, bomboncito, te amo muchísimo.
—¿No te cansas de decirlo, Esteban?
—No me canso de decirlo, ni de hacerlo, bomboncito —me abrazó con fuerza y me besó apasionadamente, sabía lo que intentaba hacer y la verdad es que no tenía ánimos de hacerlo de nuevo.
—Esteban, detente —musité contra sus labios y asintió sin darle importancia.
Nos sentamos a comer en silencio, por primera vez en mucho tiempo era un silencio incómodo, un silencio que tenía mucho que no pasábamos.
—Quedó delicioso, gracias por cocinar para mí.
—Que bueno que te gusto —levanté los platos y comencé a lavarlos.
—Katherine —me llamó por mi nombre, eso no está nada bien.
—¿Sí?
—¿Sucede algo?
—No.
—¿Segura?
—Sí, ¿por qué lo preguntas?
—Desde que volví del trabajo te miras extraña, ¿qué sucedió, muñequita?
—Nada —sequé mis manos y volví a la habitación.
—Amor, no quiero que estemos así.
—¿Qué estemos cómo?
—Así, sin amor, sin romance, sin cursilerías.
—Esteban.
—¿Sí?
—Te amo muchísimo y no sé si estoy preparada para esto —le mostré mi mano izquierda.
—¿Para qué, amor? —me hablaba con mucha dulzura.
—Para esta vida, no sé si quiero que vivamos juntos, no estoy segura de querer esperarte todos los días cuando salgas del trabajo, no quiero que nos consuma la monotonía, Esteban.
—¿No quieres casarte conmigo?
—No, no es eso —hablé con frustración.
—Dilo de una vez, Katherine, di que nunca estuviste interesada y que sólo lo hiciste por no arruinar el lindo momento.
—Esteban, te amo, eso no lo dudes.
—Me amas, pero, ¿no quieres casarte conmigo? —cada vez se escuchaba molesto y esta vez lo entendía, esta vez no me haría la víctima, sabía que la culpa era mía y que la que estaba haciendo las cosas mal era yo —nunca quieres nada, Katherine, estoy tan cansado de que sigas siendo esa mujer madura en la mayoría de los aspectos en tu vida y de que sigas siendo una niña inmadura en el amor, no sabes lo que quieres, nunca lo has sabido.
—Esteban —negó.
—Déjame terminar —asentí —nunca me das mi lugar, eso es más que notorio, no quieres sexo, no quieres hijos, no quieres un acta de matrimonio, probablemente quieras tener un noviazgo hermoso, mágico por siempre como el que hemos tenido hasta la fecha, pero yo no, Katherine, en algún momento vamos a envejecer, no seremos jóvenes por siempre y no tendremos tantas oportunidades de hacer todo lo que podemos ahora. ¿Sabes qué es lo que quiero?
—¿Qué?
—Quiero tenerte a mi lado y no como mi novia, como mi esposa porque a pesar de tu indiferencia, te amo muchísimo Katherine, te amo más que a mi propia vida, quiero que tengamos hijos, no importa cuántos sean y si tú no quieres lo mismo que yo creo que esto no funcionará y me duele muchísimo admitirlo después de todo este tiempo aferrándome a la idea de que lo nuestro era real.
—Tienes razón, nada de esto funcionará.
—No, no funcionará porque pones a todo antes que a mí.
—¿De qué hablas?
—Sabes perfectamente de lo que hablo.
—No lo sé.
—Sé que no quieres casarte porque quieres una vida libre, donde puedas estar con tu mamá, con tus amigos y con Perla cuando quieras, sin necesidad de hacérmelo saber o de pedir mi opinión. Sé que no quieres tener hijos porque temes perder tu hermoso cuerpo de ensueño, sé que al tener un hijo arruinarás tu carrera de bailarina. Sé que no quieres tenerme para toda la vida, tú no sueñas con una vida junto a mí como yo lo hago, no estás dispuesta a pasar el resto de tu vida a mi lado.
—Ya entendí, Esteban, ya entendí —repetí.
Fui al baño a colocarme mi pijama y me acosté aunque fuera muy temprano para hacerlo.
—¿No vas a hablar? ¿Te vas a rendir tan fácil?
—¿Qué quieres que haga?, ya dijiste todo, ya hablaste por los dos —me cobijé.
—Katherine.
—¿¡Qué?!
—Te amo —besó mi mejilla y se acostó a mi lado.
Esto no debería de estar pasando, no aquí, no ahora, no así.
¿Recuerdan cuando dije que este sería uno de mis mejores años?, estaba hablando sin contemplar todo esto, a decir verdad no creí que Esteban llegara a decirme todo eso y tampoco pensaba que la realidad fuera a golpearme tan fuerte.
—Cielo —susurró y no contesté —sé que no estás dormida, debemos hablar, por favor.
—¿Vas a seguirme reclamando? ¿Vas a seguir echándome en cara todos los defectos que "amabas"?
—No quería decir todo eso, bomboncito, no estaba en mis 5 sentidos ni en mi mejor momento —me giré para verlo.
—Claro que querías decirlo y que bueno que lo hiciste, Esteban, me hacía falta volver a la realidad.
—No quería decirlo tan explícito.
—No te voy a culpar, no esta vez, Esteban, no voy a esperar a que me pidas disculpas o a que intentes solucionarlo, simplemente ya no quiero que seas tú el que haga todo, dejaré todo como está porque tienes razón, no sé lo que quiero, nunca lo he sabido.
—Amor.
—No hables, ya dijiste todo y lo peor es que tienes razón en todo, todo lo que dijiste es verdad —sonreí con nostalgia —te amo y perdón por hacerte pasar más de un miserable año a mi lado —me quité el anillo y se lo entregué.
—No hagamos esto, Katherine —su voz se escuchaba temblorosa y sus ojos se cristalizaron e intentó ponérmelo de nuevo.
—Ya lo hicimos y quizás sea lo mejor, Esteban —dejé un beso fugaz en sus labios —te amo —acaricié su cabello y me acosté nuevamente.
Escondí mi rostro en la almohada y comencé a llorar, siempre tenía que ser yo la que arruinara todo.
Esteban me atrajo hacia él, me abrazó con fuerza y comenzó a llorar mientras acariciaba mi cabello.
Esta vez no habían palabras, no habían disculpas, lo único que estaba presente era la cruda y maldita realidad.
A veces por más que ames a alguien no puedes estar con él por siempre, me duele admitir que todo esto hayan sido simples guiones y escenas de una novela romántica, sabía que esto pasaría en algún momento pero no creí que fuera a dolerme tanto.
Ya no había tiempo ni ganas para intentarlo, lo único que había era amor, amor que debíamos salvar antes de se convirtiera en odio «no podría soportar que Esteban fuera infeliz por mis decisiones en la relación», amor que debía parar en este momento antes de que se convirtiera en un amor tóxico, en un amor dañino.
Amo a Esteban aunque crea que pongo a todo lo demás antes que a él, lo amo con sus impulsos, con sus buenos y malos ratos, lo amo con su sinceridad y sé que lo seguiré amando en la distancia porque esto ya se acabó por más que me dañe, por más que lo dañe a él y por más que dañe a todas las personas a mi alrededor, prefiero que esto termine con sinceridad, por buenas razones, prefiero que terminemos aun amándonos y aceptando que es lo mejor a terminar dentro de unos años más matándonos lentamente.
Después de tanto llanto me quedé dormida y Esteban me despertó hasta la mañana siguiente.
—Amor —besó mis labios —cielo.
—Ya no hay un amor ni un cielo, Esteban, ya no hay un corazón o un flaquito.
—¿De verdad vamos a mandar todo a la mierda, Katherine?
—Ya está en la mierda, Esteban.
—Perdóname por todo lo que te dije.
—Ese es otro maldito problema, tú no tienes la culpa de nada, siempre he sido yo la que ha arruinado todo y no empieces a negarlo, ya basta de intentar tapar la realidad con un maldito dedo o con una frase romántica. Pase lo que pase te voy a amar por muchísimo tiempo, no creía en el "para siempre" hasta que iniciamos nuestra relación, ahí fue cuando me di cuenta que lo que siento por ti supera mis creencias y ahora sé que te amaré por siempre —sonreí —te amo muchísimo y espero que jamás se te olvide —besé sus labios por última vez.
—¿Te irás? —sus lágrimas salieron.
—Me iré porque es lo mejor —acaricié su mejilla levemente.
—No te dejaré ir, recuerda que no voy a rendirme contigo, no te dejaré, no después de todo lo que hemos vivido, Katherine.
—¿De qué sirve todo lo que hemos vivido si no te podré hacer feliz con hijos y con el acta de matrimonio?, recuerda que quiero mi libertad y mi cuerpo de ensueño —repetí sus palabras.
Ya no pude más y mis lágrimas salieron.
—Hemos salido de peores, podemos resolver esto, bomboncito.
—Ya no quiero causarte más daño.
**Esteban.**
*Mi niña no pudo más y comenzó a llorar.
—Hemos salido de peores, podemos resolver esto, bomboncito —intenté abrazarla y me lo impidió.
—Ya no quiero causarte más daño.
—Daño me harás si te vas de mi lado, chiquita.
—Fue un error ir tan rápido.
—Fue mi error, no debes lidiar con eso, mi amor.
—¿Por qué me lo haces tan jodidamente difícil? —me empujó.
—No entiendo, bonita.
—Eres mucho para mí y no estoy dispuesta a que seas infeliz, Esteban.
—Deja de decir eso, Katherine, estamos hechos el uno para el otro, debes de entenderlo —negó.
—Quizás estés echo para mí, pero yo no para ti y créeme que me duele muchísimo.
—Katherine, todo esto es una tontería, no podemos echar todo al carajo por una simple y pequeña noche de sinceridad, eso es lo que siempre me has pedido, ¿no es así?
—¡Sí! —exclamó —el problema no es la sinceridad, el problema es que ya no puedo, ya no quiero, Esteban. Siempre eres tú el interesado, el amable, el cariñoso, el espontáneo, el que quiere hijos, el que cree en el matrimonio y ya no puedo, ni siquiera podía decirte "te amo", ni siquiera podía regalarte mi cuerpo, no mereces a alguien así.
—Eso ya quedó en el pasado, mi cielo. Ya me dijiste que me amas, ya me regalaste tu cuerpo. Te merezco porque me amas, nos merecemos porque nos amamos y porque hemos logrado más cosas juntos de lo que pudiésemos haber logrado solos.
—No es tu culpa si esto acaba, tú no hiciste nada mal —acarició mi rostro —te mereces que mañana si te quieran de verdad —besó mi mejilla —te prometo que aunque me vaya, sin mí estarás mejor.
—¡No, Katherine! —la abracé con fuerza.
—Después me lo agradecerás, Esteban.
—No te voy a agradecer que me dejes solo, con todo lo que tengo que entregarte y con todo lo que podemos hacer juntos, bomboncito.
—Cuando tengas a tus hijos verás que esto fue lo mejor.
—Pero... —me interrumpió.
—No lo compliquemos más.
¿Qué carajos debo hacer en este momento?
¿Qué pasa si el amor de tu vida se va de tu lado?
¿Qué se supone que debe de hacer un hombre enamorado si la mujer a la que ama quiere irse de su lado?*
Me di una ducha, ordené mi maleta y busqué un vuelo por internet.
—¿Si hacemos esto serás feliz?
—Sí —mentí.
—De acuerdo —limpió sus lágrimas —te amo, Katherine —me abrazó con mucha fuerza y besó todo mi rostro.
—Te amo, Esteban —besé sus labios y por fin salí de la habitación.
Pedí un taxi, por medio de internet pues no conocía muy bien la ciudad.
Llegué al aeropuerto y esperé a que se llegara la hora para abordar.
Luego de mil partidas de solitario en el celular llegó la hora, subí al avión, las horas de vuelo me parecieron eternas, sólo quería volver a casa.
Finalmente llegué al aeropuerto de la ciudad, subí nuevamente a un taxi y llegué a casa.
Subí a mi habitación y me quedé ahí sentada en un rincón sin una expresión, sin una emoción, sólo pensaba en todo lo que había pasado y en el antes y después que tomaría mi vida a partir de ahora.
[...]




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