**Esteban.**
*Después de 4meses recuperándome hoy saldré, por fin podré ir a buscar a mi niña, a mi Katherine.
Por más que papá insistía en que hablara con ella no quería que mi preciosa mujer me mirara en ese estado, no quería defraudarla y no quería que se sintiera culpable de todo esto.
Espero que le hayan llegado todas las flores que le he mandado «bueno, que papá le ha mandado por mí»
He odiado estar encerrado aquí, al principio odie a papá y a mis hermanos por haberlo hecho, por haberme tratado como un estúpido adolescente, por haber decidió por mí, pero ahora sé que fue lo mejor para mí, para ellos y para mi Katy.
Muero por verla, por abrazarla, por besarla.
Lo que pasó hace unos meses, lo que pasó aquel día en el hotel sólo fue una mala noche, un mal día, nuestro amor es más fuerte que cualquier otra cosa.
Muero por pedirle que sea mi novia nuevamente y por regresarle su anillo, ese anillo que me dio vida durante estos 4meses encerrado.
Lo único que deseo es que aún me esté esperando y que ningún imbécil me haya robado su amor, su corazón.*
—¡Hija, ven a desayunar!
—¡Ya voy, mamá! —terminé de arreglarme y bajé a desayunar.
—Buenos días, hija.
—Buenos días, papá —lo abracé y besó mi mejilla.
—Desde que papá volvió parece que ya no existo para ti —se quejó mamá.
—Buenos días, mamá, te amo —la abracé.
—Debes admitir que me amas más a mí, cielo —parecen niños chiquitos.
—Lo hace por quedar bien contigo, no te emociones —rodeé los ojos.
—¡Ayyy! —chillé —los amo.
Desayunamos granola con frutos rojos, yogurt y miel.
Mis papás se fueron a trabajar y yo me dediqué todo el día a llenar mi maleta.
Era una decisión difícil, no debía llevar cosas innecesarias y tampoco debía olvidar todos mis atuendos de ballet o todo sería un verdadero caos.
Planché perfectamente toda la ropa que me llevaría y ahí se me fue la mayor parte del día, ¡odio planchar la ropa!
Primero guardé todos mis productos de higiene en una pequeña bolsa, después guarde mis leotardos, mis tutús, mis zapatillas y finalmente ropa casual.
Analicé nuevamente la maleta, llevaba una parte de las personas más importantes en mi vida.
Llevaba los leotardos que me dio Carlos, los moños que me compró mamá, las zapatillas que me dio Pablo y las zapatillas que me dio Esteban.
Lloré levemente, obviamente me dolía todo esto y por otro lado sólo quería pensar en que él ya era feliz y mientras él estuviera feliz yo estaría tranquila pues al final de cuentas eso es lo que quise desde un primer momento.
—¡Katy, ya volvimos! —exclamó mamá y fui a recibirlos.
—¿Tan rápido? —pregunté mientras bajaba las escaleras y quedé petrificada con lo que mis ojos veían —¿de qué se trata todo esto? —abrí mis ojos como platos.
—No te dejaríamos ir sin que despidieras de nosotros, cabeza de chorlito.
Ahí estaban personas muy especiales e importantes para mí, estaban mis papás «obviamente», Pablo, Perla, Jorge, Antonio, Priscila y Luzma «con sus respectivas parejas», todas llevaban un pin de bailarina en su camisa.
—Sabemos que esta es una gran oportunidad para ti, extrañaré que seas mi compañera de trabajo, pero estoy muy feliz por ti y por todo lo bueno que está llegando a tu vida, Katy —habló Perla.
—Sé que todos tienen una vida, un trabajo y asuntos por resolver, así que muchísimas gracias por venir, significa mucho para mí, de verdad —hablé con la voz cortada, me hacía feliz tener a personas tan lindas junto a mí.
—Gracias por permitirnos entrar en tu vida y ser parte de todo esto —dijo Marie
—¡Un brindis por Katy! —sugirió Rodrigo «ser ambientador y borracho viene de familia»
—¡Brindemos! —gritó papá.
Las mujeres brindamos con sidra, los hombres con cerveza y nos dispusimos a comer pizza.
Editado: 04.07.2019