Camila se estiró como un gato luego de una larga siesta, el sol apenas se colaba por la cortina, pero ya su mente hacia inventario de lo que le tocaba ese día. Tres logos por entregar, una corrección de paleta de colores y lidiar con un cliente que creía que "diseñar" era algo que se "hace mágicamente en cinco minutos"
Se arrastró hacia la cocina, llevando aún su pijama de piolín y pantuflas de conejo. Se sirvió el café con leche, y se preparó unos panes sobados con queso y jamón. Cuando terminó, fue a su estudio, encendió la computadora, se tiró en la silla, así mismo sin cambiarse la ropa.
Reviso el correo, con la esperanza de que el universo le hubiera mandado solicitudes de trabajo o... al menos un señal.
Pero no había tantos, pero algo llamo su atención, cuando su celular agarro la señal del wifi, notificación tras notificación.
Abrió los ojos como platos al ver que tenía ciento veintitrés notificaciones del Instagram. Muchas menciones, el DM estaba full, solicitudes de seguimientos, y su cara en un meme nacional.
"La anti-romantica"
—¡Santo Jesucristo! ¡Que demonios es esto! ¿me ha llovido trabajo o fue que me han hackearon la cuenta?
Camila se quedó paralizada frente a la pantalla, cuando se dio cuenta de que todo eso era en su cuenta personal, aquella que usaba cada 29 de febrero, donde subía uno que otro garabatos de piolín, y peor aún, estaban todas esas fotos borrosas de las empanadas que llevaba en cada fracaso. Y lo que mas la sorprendió fue los 12 mil seguidores, cuando el día anterior no pasaba de 10.
—¿Qué vaina es esto? ¡Me hackearon mi cuenta! —exclamó con su voz temblorosa, sin poder creer lo que veía, su expresión era la de alguien que acaba de ver al novio con otra persona.
Por lo que actualizo la página.
14.205 seguidores.
—¡Pero qué idiotez he hecho? ¿Estoy en un reality sin saberlo? Claro, no hay otra explicación, me ha han grabado dormida.
Camila se levanto de golpe, sus pantuflas de conejo salieron volando por la habitación. Caminó en círculos, con el celular en la mano y el café quedó olvidado en la mesa.
Su vista estaba fija en la pantalla mirando los reels, memes, hasta frases ya tenían posteado de ella.
—¿Soy influencer? —se preguntó.
Camila se quedó en silencio, mientras miraba a una de sus pantuflas de conejo.
—Esto tiene que ser un sueño, no puedo estar más salada que el mar Negro, yo no puedo serlo, soy una diseñadora, que vive con estrés, debiendo hasta el delivery, con traumas románticos por tipos que dicen ser diferentes —Camila hablaba sin parar.
En ese momento Sofía entró, con una expresión que decía "te tengo chisme amichis"
—¡Tú! —Camila la señalo.
—Chama venía a contarte, pero creo que ya has visto lo que pasó. ¡Estas viral en todas las redes! —dijo Sofía evitando la mirada asesina de su amiga.
—Eres la culpable —acusó Camila—. Odio eso y ahora soy lo que odio.
—Deja de quejarte mija, tu video está en tik tok, en Instagram, hasta en un grupo de WhatsApp de mi tía, hay memes de ti. La gente te ama.
Camila la miraba como si le acabarán de decir que habia ganado el Miss Venezuela sin ni siquiera haber participado.
—Ja, ¿amarme? La gente me odia, ya leíste como me han tildado, ¿verdad? Ahora soy la anti-romantica de Venezuela.
Sofía trago saliva.
—Ahora dime, ¿donde subiste ese video? ¿le editaste algo? Te dije que no lo hicieras.
—Solo era una broma, jamás pensé que algo así se volvería viral. Dime algo, ¿cuantas veces hemos grabado hablando pendejadas sobre el amor? y ninguno de esos videos llegaba a tener vistas. Así que no te molestes, lo subí tal cual lo grabé ayer. Y bueno sin querer queriendo, mi amiga ahora es influencer.
Camila se desplomó en la silla, Sofía tenía razón en parte y de seguro esos videos que estaban en ceros viems ya tenían miles.
—Esto no me puede estar pasando, tiene que ser un karma de algo que he hecho, odio la viralidad, yo no quiero serlo. Ahora me gustaría tener la capa de invisibilidad de Harry o ser como los sentimientos de mi ex.
Sofía soltó una carcajada.
—Bueno mami, ya es demasiado tarde, ya estás etiquetada como la Anti-romantica, pero la gente te ama, porque mira, la gente está pidiendo que abras un canal en YouTube, pero es que mira, ¡hasta sticker tienes! —dijo mostrando el grupo de WhatsApp.
Camila cerró los ojos. Eso la estaba superando.
—No, no, no, esto no me puede estar pasando. No tengo paciencia para soportar a un hombre y ahora me dices que debo responder a desconocidos que me están alabando y otros que de seguro si me odiarán.
Camila se levantó otra vez, agarró el café y lo miro, como si esa taza fuera su única fuente de estabilidad.
—Sofia, ¿sabes que? —dijo Camila con una voz de resignación—. Debería de hacer un storytelling de como fue que me convertí en influencer por accidente por culpa de mi amiga y ahora ya no tendre mi odiosa vida privada.
Sofía solo la miro en silencio, ya que su amiga parecía como un huracán a punto de explotar, luego cuando ella dejó de hablar, levantó sus manos como si estuviera en una audiencia judicial.
—¡Objecion! no es mi culpa, yo solo subí un video, normalito, pero es culpa del algoritmo el que te puso en la palestra.
Camila bufó.
—Ajá, claro, es que el video se subió solo, así como también se grabó solito, el celular dijo, quiero grabar a Camila.
—Ok, ok, pero no soy adivina, ya deja de culparme —Sofía hizo ojitos.
—Ya quisiera que el algoritmo también pudiera ayudarme con todos los logos que me faltan por entregar.
Sofía soltó una carcajada, antes de salir de la casa de su amiga, ya que todavía quería seguir respirando.
Y así pasó el día, Camila haciendo de todo menos trabajar, su mente no se apartaba de todo lo que había visto. Quería responder algunos mensajes pero no sabía si eran halagos o propuestas indecentes de algunos usuarios. Hasta tenia un mensaje de una reconocida marca de café la cual le escribió lo siguiente:
#1017 en Otros
#374 en Humor
#2967 en Novela romántica
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Editado: 09.10.2025