Influencer por accidente. La anti-romantica.

Hannah Montana.

—¡Sofía, te voy a bloquear! —gritó Camila apenas cruzó la puerta, con el celular en alto como si fuera prueba en un juicio.

Sofía, que estaba en la cocina preparando arepas con cara de “yo no hice nada”, se volteó lentamente.

—¿Otra vez? Ya olvidé las veces que lo has hecho ¿Qué hice ahora?

Camila se dejó caer en el sofá, con el moño desarmado y la dignidad en modo avión.

—¡Ea que tu no colaboras con la causa!

—Yo soy inocente de todo lo que se me acusa.

—¡Las notificaciones no paran! ¡Mi celular parece una feria de comida barata! Me escriben marcas, me etiquetan en frases que ni entiendo, y hay gente que cree que soy un coach emocional. ¡Coach, Sofía! ¡Yo apenas sé cómo sobrevivir al lunes!

Sofía se acercó con una arepa en la mano.

—Pero estás viral, chama. ¡Eso es bueno! deja la quejebrundez señora drama.

Camila la miró como si le hubiera ofrecido chicha caliente en pleno mediodía.

—¿Bueno? Lo único que yo tengo son los ex… los cuales son errores de sistema. ¡Eso era lo único que debía preocuparme! Pero no, ahora por culpa de mi amiga la metiche y un maldito video, estoy en tendencia en cada red social.

Sofía se sentó a su lado, con cara de “no me odies, pero fue gracioso”.

—Fue solo un videito inocente, Camila. La gente conectó contigo, porque dijiste lo que muchos piensan pero no se atreven a decir.

Camila bufó.

—Ajá, y ahora soy la vocera oficial del despecho digital. ¿Qué sigue? ¿Una línea de tazas que digan “la anti-romantica"?

Sofía se rio.

—No es mala idea…

Camila se levantó, empezó a caminar por la sala como quien planea una fuga.

—Yo no pedí esto. Yo solo quería entregar mis diseños, comer empanadas y que nadie me preguntara por mi mes de nacimiento.

Sofía la siguió con la mirada.

—Pero ya estás aquí. Y la gente te ama. Capaz deberías contar tu historia. Hacer un post, un video… algo que diga: “Así fue como me convertí en influencer por accidente.” ya tengo días diciéndote que la gente quiere eso.

Camila se detuvo.
—¿Y si mejor hago uno que diga: “Así fue como mi mejor amiga arruinó mi anonimato y me lanzó al caos digital sin mi consentimiento”? Creo que ese sería mejor.

Sofía levantó las manos.
—¡Título largo, pero pegajoso! Y pasa página chica, vivamos de la influencia.

Camila suspiró, se dejó caer otra vez en el sofá y miró su celular.

—Bueno, ya que estoy viral… que sea con arepa en mano y sarcasmo en el corazón.

—¡Así se habla amiga! —exclamó Sofía aplaudiendo—. ¡Que jamás falten las arepas! Puede faltar todo, menos eso.

Ya habían pasado dos semanas desde que el video se volvió tendencia, y Camila seguía siendo el nombre más mencionado en redes… aunque ella prefería no mencionarse ni a sí misma.

AntiRomántica se había convertido en una especie de movimiento, donde muchos usuarios llevaban camisetas, stickers, reels con su voz, y hasta un hilo en Threads, que decía: “Camila es la voz de todas las que ya no creen en el amor, pero sí en el delivery.”

Pero Camila no respondía. No abría los mensajes. No leía los comentarios. Ya no quería saber si alguien la había etiquetado en un meme con Piolín llorando.

Lo único que quería era dibujar a su personaje favorito, con su pijama de Piolín, en paz, sin que el mundo la viera como una especie de gurú emocional con trauma estético.

Sofía, mientras tanto, no se rendía.
—Chama, te están pidiendo una entrevista en la radio local. ¡La de los domingos! Esa que escucha todo Barquisimeto cuando está lavando ropa.

Camila se tapó la cara con una almohada.

—No puedo. Me da pánico. ¿Y si me preguntan por mi vida amorosa? ¿Y si me reconocen en la calle? ¿Y si me piden consejos y yo les digo que bloqueen a todo el mundo?

Sofía se sentó a su lado.

—Pero ya eres famosa. ¡La gente te ama! ¿te imaginas ser millonaria? Porque lindas somos, lo que nos falta es los biyullos y estoy segura que con esto, uff llegaremos bastante lejos.

—¿Llegaremos? —Camila la miró— te recuerdo querida, que es mi cara la que esta en todas partes.

luego Camila se levantó lentamente, caminó hacia el clóset y sacó una peluca rubia que había pedido por internet.

—¿Tú crees que me aman? Yo ni puedo salir sin esto, me da terror que me reconozcan, mientras que sofita anda light caminando como si nada. Mira, me la pongo y paso por cualquier cosa menos por mí. Soy como Hannah Montana, pero sin gira ni talento musical.

Sofía soltó una carcajada.

—Eres la Hannah Montana venezolana del despecho.

Camila se la puso, se miró al espejo y suspiró.

—Yo solo quiero dibujar a mi dulce Piolín y entregar mis diseños. No ser tendencia. No ser viral. No ser la anti-romántica nacional, esto me tiene cansada. No entiendo a la gente, ¿por que siguen siguiendo mi cuenta? Cuando ni siquiera les he respondido.

Sofía se acercó, le acomodó la peluca y le dijo con ternura.

—Capaz no lo pediste, pero lo que dijiste tocó a mucha gente. Y eso… eso no se borra con una peluca.

Camila la miró, con los ojos brillando entre sarcasmo y miedo.

—Entonces que se preparen. Porque si hablo… no va a ser para complacer. Va a ser para decir lo que nadie se atreve y que cupido me odie por eso.

Sofía sonrió.




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