Influencer por accidente. La anti-romantica.

MiMore

El sol se asomaba mientras que Camila dormía como si el mundo no la estuviera etiquetando en memes. Y la peluca rubia reposaba a un lado de la almohada, como un gato cansado.

El celular vibraba con notificaciones, pero ella seguía en modo avión emocional.

—¡Camila! ¡Camila! despierta pájara dormilona.

Ella escuchaba su nombre a lo lejos.

—Mamá, déjame dormir… hoy no tengo trabajo —murmuró entre sueños, abrazando una almohada como si fuera Piolín en tamaño real.

—¡Mamá no, mi amor! ¡Soy yo, la metiche que te volvió famosa! —gritó Sofía, mientras se lanzaba sobre ella como si fuera un colchón inflable en la feria patronal.

Camila soltó un quejido digno de novela radial.
—¡Sofía, qué haces! ¡Estás loca! ¡Me vas a partir la columna!

—¡Levántate, floja! ¡Ya son las 9! ¡La audiencia no se entretiene sola!

Camila abrió un ojo, luego el otro, y la vio sentada encima de ella como si fuera la reina del caos.

—¿Qué haces aquí? ¿Quién te dejó entrar? ¿Dónde está mi paz? ¡Quiero dormir! Es mi día libre.

Sofía le mostró el celular.

—¡Mira esto! Comentarios, likes, seguidores nuevos. ¡Eres tendencia otra vez!

Camila se incorporó lentamente, como quien revive después de una arepa mal digerida.

—¿Tendencia? ¿Otra vez? ¿No se cansan de mi trauma emocional?

Miró el reloj.

—¡Sofía, por Dios, son las siete! ¡Ni las 9 son! ¡Estás más adelantada que el reloj del terminal!

Sofía se encogió de hombros.

—Ajá, pero el algoritmo no duerme. ¡Y tú tampoco deberías! ¿Por qué me toco una abuelita quejumbrosa?

Camila se tapó con la sábana.

—No quiero sofía. Yo quiero es dormir. Soñar con empanadas. No con entrevistas ni con gente que me pide consejos amorosos mientras yo ni sé cómo bloquear mis emociones.

Sofía la destapó sin piedad.

—¡Así es la vida de una influencer! ¡Contenido, contenido, contenido! ¡La gente quiere saber más de ti! ¡Y hay un comentario que te va a encantar!

Camila la miró con cara de “si me dices algo cursi, te lanzo la peluca”.

—¿Y ahora de qué se supone que voy a hablar?

Sofía sonrió como quien tiene una bomba emocional lista.
—Del anti-amor, obvio, tontita. Pero esta vez… ¡vas a usar MiMore!

—¿Mi que?

—Mimore, un usuario te retó. Dice que esa app no es como las otras. Que si tú eres tan valiente para criticar, deberías probarla.

Camila se quedó en silencio.

—¿Me están retando? ¿A mí? ¿A la anti-romántica oficial de Barquisimeto?

Sofía asintió.
—Y si no lo haces, capaz te bajan del trono. ¡La gente quiere ver si te atreves!

Camila se levantó, se puso la peluca, se miró al espejo y dijo:
—Bueno, si me van a ver caer… creo que se han equivocado. Porque jamás cupido me verá caer en sus garras. Bueno, al menos que sea con el indicado de verdad y no con el montón de idiotas.

—ja, ja, ja, ya, amigas, vamos, levántate, que muero de hambre.

—No me estés apurando, loca.

Camila se levantó como quien no quiere, pero el estómago obliga. Se arrastró hasta la cocina, abrió la nevera y sacó lo básico cuando no quería cocinar.

—¿Qué harás? —pregunto Sofía.

—Pan, queso y jabón.

—¿Jabón? —pregunto Sofía sin entender.

—Sí, sí jabón. Porque en esta casa el desayuno no se negocia: pan relleno con jabón y queso, y mi café con leche que no puede faltar.

—ja, ja, ja, creo que tienes el sueño pegado a ti.

—ja, ja, ja, ¿quién fue la que me interrumpió mi linda siesta?

Camila preparó los panes y solo para ver la reacción de su amiga, tomo el jabón. Pero después le dijo que era broma, que obviamente se refería al jamón.

—Esto sí es amor verdadero —murmuró mientras el café burbujeaba como si también estuviera cansado de la vida.

Después de desayunar, Camila limpio la cocina mientras que Sofía la esperaba en el estudio improvisado con el celular cargado y la lámpara lista.
—¡Hoy toca video! ¡La gente está esperando tu dosis de anti-amor! amiga.

Camila se sentó en el sofá con su camisa de Piolín, el cabello recogido y cara de “no me hablen hasta que me coma el pan”.

—Bueno, vamos a grabar. Pero si me da la lloradera, tú editas eso.

Sofía rió.
—Si lloras, lo pongo en cámara lenta con música de despecho.

Camila miró a la cámara y empezó:
—Hola otra vez. Soy Camila, la anti-romántica con camisa de Piolín y pan relleno en mano. Hoy quiero hablar de aquella vez que hice match con un tipo que, sorprendentemente, no parecía idiota. Porque,
sí, tenía cara de que sabía sumar, hablaba sin usar emojis y hasta me preguntó por mis gustos sin decir “Netflix y chill”.

Sofía se atragantó de risa detrás del celular.

—¡Eso fue un milagro!

Camila siguió:

—Pero no duró. Al final, como siempre, terminé comiéndome una empanada sola y bloqueándolo porque me dijo que “no creía en etiquetas”.
Ajá, pero sí creía en dejarme en visto.

Se acomodó en el sofá, mordió el pan y dijo con voz de telenovela:

—Ya yo no tengo esperanzas de encontrar el amor en las redes. Porque las redes… enredan.
Enredan a la gente en la estupidez del amor, ese que no trae ni manual para no llorar ni garantía de devolución.

Sofía la aplaudió en silencio.

Camila se limpió las migas y remató:

—Pero como soy valiente —o masoquista, no sé— voy a probar otra app. Sí, MiMore, además que algunos de ustedes me quieren ver llorando. Pensaba en que si voy a sufrir, que sea con estilo. Y lo único seguro que tengo… es el delivery.
Porque ya está pagado y el motorizado viene en camino.

El video terminó con Camila levantando su taza de café como si fuera un brindis por la soltería digna.
Sofía lo editó con música instrumental, subtítulos y un sticker de Piolín llorando en una esquina.

Lo subieron.
Y en menos de una hora, los comentarios explotaron:

💬 “Camila, eres mi gurú emocional con pan relleno.”
💬 “Yo también terminé con empanada y sin novio.”
💬 “La frase del día: ‘Las redes enredan, y el amor no trae manual.’”
💬 “Quiero ver ese match en MiMore. ¡Hazlo, Camila!”




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