Influencer por accidente. La anti-romantica.

Perfiles.

Camila se sentó frente a la computadora con una taza de café con leche y cara de “esto lo hago por el contenido, no por fe”.

Sofía la miraba desde el sofá, comiendo una empanada como si fuera espectadora de una novela en vivo.

—¿Lista para abrir tu cuenta en MiMore? —preguntó con la boca llena.

—Lista no, pero resignada sí, creo que los fans a veces son tan necios —respondió Camila, mientras abría la app.

La pantalla se iluminó con el eslogan oficial:

“Haz match con lo inesperado.”

Camila soltó una carcajada.

—Ajá, lo inesperado… como el tipo que me pidió matrimonio en la segunda cita y después me bloqueó porque no le gustaba Piolín.

Sofía rió.

—Eso fue inesperado y traumático.

Camila siguió.

Al iniciar sesión, apareció el mensaje de bienvenida:

“¡Bienvenido a MiMore! Aquí no buscas el amor… tú lo encuentras. Prepárate para matches que te cambiarán la vida o al menos te sacarán una buena risa.”

—Bueno, con que me saquen una risa y no el número de cuenta, ya vamos bien —murmuró.

Llegó el momento de crear su perfil. Y ahí sí, Camila se puso seria.

—No puedo usar mi nombre. Si pongo “Camila” y mi foto real me van a caer como moscas en papelón.

Sofía pensó un segundo.

—¿Y si usas algo cute? Tipo… Valerygatita97.

Camila la miró con cara de “me estás vacilando”.

—Eso suena a cuenta de adolescente que hace reseñas de maquillaje y cree en el horóscopo.

—¡Perfecto! Nadie sospechará que eres tú.

Camila suspiró y lo escribió:

—Bien. Usuario: Valerygatita97

Luego vino la bio.

Y ahí sí se inspiró:

> Amante de los gatos, fan de los pájaros y devota de las empanadas. No busco amor, pero si llega con café, capaz hablamos. Si me haces reír, ya tienes el 50% ganado. El otro 50% depende de si sabes pedir el delivery sin equivocarte.”

Sofía aplaudió como si estuviera en el teatro Juares.

—¡Eso está viralizable! ¡Eso es contenido con queso!

Camila cerró la laptop, se recostó en el sofá y dijo:

—Bueno, ya estoy en MiMore. Que el algoritmo haga su magia… o su desastre.

Y sin saberlo, en algún rincón de la app, un tal LeoTech estaba a punto de deslizar hacia la derecha.

—Estoy segura que hará magia.

—Si, claro —Camila rodó los ojos.

Ya era de noche en casa de Camila. La luz cálida del comedor iluminaba el espacio, mientras que ella estaba con su laptop abierta, su mamá con una taza de té, y el ambiente cargado de risas y comentarios filosos.

—Mamá, mira éste —dijo Camila señalando un perfil—. “Amante de los atardeceres y de las conversaciones profundas.” Ajá, pero tiene una foto en el gimnasio con cara de que no sabe ni conjugar “amar”.

Su mamá se rió.
—Ese debe ser de los que dicen “hola, bella” y después te mandan una foto de su carro.

—Estoy segura de que si, a esos, lejos.

Camila siguió deslizando.

—Este otro dice que busca “una mujer que sepa lo que quiere”. Pero tiene tres errores ortográficos en la bio. Lo que quiere es un corrector de estilo.

—¿Y tú qué pusiste en tu perfil? —preguntó su mamá con curiosidad.

—Nada comprometedor. Me registré como Valerygatita97, puse que amo los gatos, los pájaros y las empanadas. Y que si me hacen reír, ya tienen el 50% ganado. El otro 50% depende de si saben pedir el delivery sin equivocarse y listo. ¿Para qué algo tan profundo? Ni que fuera bióloga.

Su mamá soltó una carcajada.

—Eso sí es criterio. ¡Nada de flores ni promesas! ¡Empanada y precisión logística! Mi hija es una genia.

Camila revisó los mensajes y tenía dos, pero ambos parecían sacados del mismo molde.

—Escucha esto, mamá.

💬 “Hola, hermosa. Me encantó tu perfil. ¿Te gustan los paseos bajo la luna?”

💬 “Hola, linda. Me identifiqué contigo. ¿Crees en el destino?”

—¡Por Dios! Mamá, estos son copia y pega. Seguro tienen un archivo Word con frases para todas.
—¿Y no hay ninguno que te llame la atención?

Camila dudó.

—Bueno… hay uno. LeoTech, que ví ahora. Tiene gustos un poco diferentes a los mios. Dice que le gusta el café fuerte, los dibujos animados y que no cree en el amor perfecto, pero sí en las conexiones que te sacuden, ¡vaya! de seguro quiere un terremoroso.

Su mamá levantó una ceja.
—¿Y qué foto tiene?

Camila se rió.

—Un avatar. Nada de cara. Pero se nota que no es un tipo común. No sé… hay algo ahí. Es, no se mamá.

—¿Le vas a escribir?

Camila se estiró como quien termina una jornada laboral.

—No, vale. Yo no escribo primero. Que me escriban. Yo soy influencer, no motorizada emocional.

Su mamá se levantó, le dio un beso en la cabeza y le dijo.

—Bueno, que te escriba. Pero si no sabe pedir el delivery, lo bloqueas, hija.

Camila sonrió, cerró la laptop y pensó:

«De seguro que lo inesperado sí tiene algo que decir. Pero que venga con café, porque sin eso… ni Piolín lo salva.»




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