Influencer por accidente. La anti-romantica.

Embajadora del anti-match

Era de noche, cuando Camila estaba en su cuarto, con su pijama de Piolín, una taza de café con leche y el celular en la mano. La conversación con LeoTech fluía como siempre: ligera, divertida, sin presión.
Hasta que él soltó una pregunta que la dejó en silencio.

💬 LeoTech:
“Valery, si no tuvieras miedo de que te rompan el corazón otra vez… ¿qué harías diferente?”

Camila se quedó mirando la pantalla como si el celular le hubiera dicho “te amo”. Porque es que esa no era una pregunta cliché. No era una frase de motivación barata. Era directa, algo íntima, y peligrosa.

Pensó en responder con sarcasmo. Algo tipo:

“Me compraría un seguro emocional con cobertura internacional.”

Pero no pudo. Porque la pregunta la tocó. Porque la hizo pensar.

💬 Valerygatita97:
“Bueno, quizás dejaría de correr antes de que me alcancen. O de seguro dejaría de usar el sarcasmo como escudo. De pronto… sí confiaría. Pero eso es como pedirle a Piolín que se defienda sin Silvestre cerca.”

Leonardo no respondió de inmediato. Y Camila se sintió expuesta. Como si hubiera dejado la puerta abierta y entrara una brisa que no sabe si es alivio o amenaza.

Mientras tanto al día siguiente en la sala de reuniones de MiMore, el aire olía a café recién hecho y a ego en modo defensivo. Leonardo revisaba los reportes de la semana, con el ceño fruncido y el traje más oscuro que su paciencia.

Está vez las métricas no eran catastróficas del nivel que el siempre esperaba recibir, pero algo no cuadraba. Menos actividad. Más calificaciones negativas. Y una mención constante en los comentarios: “La anti-romántica tiene razón.”

La noche anterior había recibido algunos reportes que no le gustaron para nada y más que sabotearon su momento de descanso y en el cual estaba conversando con su hermosa Valery, porque no pudo seguir la conversación con ella. Oscar, su tío, entró con una carpeta y cara de “te tengo una bomba emocional”.
—¿Viste esto? —dijo, lanzando el informe sobre la mesa—. Desde que esa influencer empezó a hablar mal de la app, la cosa se ha puesto fea.

—¿Qué influencer? —preguntó Leonardo sin levantar la vista.
—La que se hace llamar La Anti-Romántica. Camila, nose que, olvide el apellido pero es la de los videos virales. La de la frase del delivery emocional. La que dice que MiMore es igual a todas.

Leonardo apretó la mandíbula.

—Los influencers son eso: gente con contenido irreal. No me preocupa. Lo único que quieren es fama. Likes. Colaboraciones. Tío, es gente sin oficio.

—Ajá, pero esta mujer no está vendiendo nada. No hace publicidad de algo realmente necesario. No promociona productos. Solo habla… y la gente la escucha, es que tienes que ver, como lleva una cola de gente detrás y eso de alguna manera nos está afectando.

Leonardo se levantó, caminó hacia el ventanal y miró la ciudad.
—La gente se deja llevar por las emociones, ambos lo sabemos, pero también se dejan llevar por frases pegajosas. Pero eso no cambia el algoritmo.
—No, pero sí cambia la percepción. Y si la percepción se daña, el algoritmo se queda sin usuarios.

Leonardo se quedó en silencio y pensó en Valerygatita97. En sus frases. En sus respuestas. En cómo lo hacía reír sin esfuerzo. En cómo lo hacía pensar sin querer.

—¿Y si esa Camila…? —murmuró.

—¿Qué?

—Nada. Olvídalo.

Oscar lo miró con sospecha.

—¿No me digas que tú también hiciste match con ella?

Leonardo se giró.
—No. No sé quién es. Ni siquiera la conozco, ¿como puedes pensar algo así? Pero si está afectando la app, habrá que tomar medidas.

Oscar se encogió de hombros.
—O lo más seguro… hablar con ella. No como CEO. Sino como alguien que quiere entender por qué la gente conecta con su dolor y luego buscar la manera de que cambie su manera de pensar en cuanto a nuestra app.

Leonardo volvió a mirar la ciudad.
—El amor no se mide en métricas. Pero el daño… sí.

Y mientras tanto, en otro rincón de Venezuela, Camila grababa otro video con su camisa de Piolín y una empanada en mano, sin saber que el algoritmo… ya la estaba mirando con corbata.

Ya cuando la noche caía, la oficina estaba en silencio, salvo por el sonido suave del teclado y el murmullo lejano de Caracas desde la ventana. Leonardo tenía frente a él una taza de café negro, su laptop abierta en modo investigación, y una pregunta rondando su cabeza desde que Óscar se fue:

«¿Quién es la anti-romántica que está haciendo temblar al algoritmo de mi app?»

Sin pensar tanto, tecleó “Camila + anti-romántica” y lo que apareció lo dejó sin palabras.

Una cuenta con más de 300 mil seguidores.
Videos con títulos como “Citas que deberían estar penadas por la ley” o “El amor no es un emoji de aguacate”. Y una comunidad que no solo la aplaudía, sino que la convertía en la reina de anti cupido.

Leonardo abrió uno de los clips. Camila, con expresión sarcástica y voz firme, decía:

—Si el amor fuera real, no existiría la opción de “ghostear”. Y si MiMore fuera tan emocional como dice, no me habría emparejado con un tipo que me pidió matrimonio en la primera cita… ¡por WhatsApp!

Leonardo se llevó la mano al mentón, entre divertido y fascinado.

—Así que habla mal de MiMore… y con estilo.

Siguió explorando. Había otra cuenta, creada por sus fans, llamada @CamilaSinFiltro, donde recopilaban sus frases más ácidas:

> “El amor moderno es como el Wi-Fi: cuando más lo necesitas, se cae.”

> “Prefiero una empanada de pabellón antes que una promesa vacía.”

> “Si me vas a enamorar, que sea con arepas, no con algoritmos.”

Leonardo sonrió. No por burla, sino por reconocimiento. Camila no era una hater. Era una voz. Y las voces auténticas, aunque incómodas, eran las que movían el mundo.

Abrió su bloc de notas y escribió:

Propuesta: Entrevista con Camila M. Título:

“Embajadora del Anti-Match”




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