Influencer por accidente. La anti-romantica.

El amor es como el metro de Caracas.

Días después, Camila estaba en casa de Sofía, comiendo arepas y viendo los comentarios de su último video, aún no recibía alguna respuesta de Leonardo.

Pero notó que entre tantos comentarios, uno decía:

“Camila, deberías trabajar en MiMore. Tú entiendes más del algoritmo emocional que cualquiera.”

Sofía soltó una carcajada.

—¡Imagínate! Tú trabajando en MiMore. O peor… ¡haciendo match con alguien que sí trabaja ahí!

Camila se atragantó con la arepa.

—¿Qué dijiste? Sofía, deja de llamar las cosas malas.

—Qué tal si ese LeoTech en verdad es alguien de adentro. Es que mira, de verdad que si es raro que no sea cursi, que entienda tus frases, que no te diga “hola, bella”,osea el hombre sabe.

—¡Sofía, no juegues con eso! —Camila la miro espantada.

—Ajá, pero piensa. ¿Y si es alguien que conoce el sistema? supongamos que de verdad no sea el ceo ¿Alguien que no está improvisando, sino que sabe cómo hablarte?

Camila se quedó en silencio, mientras que la taza temblaba en su mano, pero el corazón también.

—¿Y si es el CEO? ¿Y si estoy hablando con el tipo que creó la app? ¿Y si me está estudiando como si fuera un caso de usuario?

Sofía la miró con cara de “yo solo dije una vaina, no me culpes si ahora no duermes”.

Camila se levantó, empezó a caminar por la sala como quien busca señal en un apagón.

—No puede ser. No puede ser. ¿Y si sí es? ¿Y si me está analizando? ¿Y si todo esto es parte de un experimento emocional para su app?

Sofía se encogió de hombros.

—Bueno, si es el CEO… mínimo que te dé acciones. O que te invite a comer empanadas con presupuesto corporativo.

Camila se dejó caer en el sofá.

—Estoy en pánico. Pero también… estoy curiosa. Y más que ahora no responde a mi bendita respuesta.

—Sabes que, voy a grabar algo, porque de lo contrario hasta el azúcar se me irá del cuerpo —dijo Camila levantándose con una actitud positiva.

Camila acomodó el micrófono barato que había comprado en MercadoLibre, ya que su tarjeta le grito que no aguantaba un vacío más y abrió la laptop. Sofía, como siempre, estaba detrás de la cámara, lista para grabar cualquier cosa que pudiera convertirse en tendencia.

—Bienvenidos a otro episodio de La Anti-Romántica Podcast, donde hablamos del amor como si fuera un servicio público: prometido, pero nunca eficiente —dijo Camila, con voz solemne y un sorbo de café con leche.

Sofía levantó el pulgar detrás del lente. Camila respiró hondo y arrancó:

—Hoy quiero hablarles de una metáfora que me vino mientras esperaba un mensaje que no llega: el amor es como el metro de Caracas.
Primero, porque nunca llega a tiempo. Tú puedes estar ahí, parada en la estación, sudando, con la esperanza de que aparezca… y nada. El amor, igualito: te deja esperando, con calor y sin aire acondicionado.

Sofía se aguantaba la risa, pero Camila seguía con su tono de “profesora de filosofía tropical”.

—Segundo, cuando por fin llega, está tan lleno que no cabe ni un suspiro. Te montas, te aprietas, te preguntas si valía la pena. Y sí, a veces el amor también es así: incómodo, apretado, lleno de gente que no debería estar ahí.

Camila hizo una pausa dramática, mirando al micrófono como si fuera un confesionario.

—Y tercero, el metro tiene estaciones que nunca funcionan. Igual que las promesas románticas: “te voy a llamar”, “voy a cambiar”, “esta vez sí será diferente”. Mentira. Puras estaciones cerradas.

Sofía no aguantó más y explotó de la risa.

—¡Camila, te van a dar un premio nacional de metáforas urbanas!

Camila sonrió, pero siguió con su discurso.

—Así que, amigas y amigos, si el amor es como el metro de Caracas, mi consejo es: no esperen el tren. Caminen, agarren un carrito por puesto, pidan una empanada de pabellón. Porque al final, lo único que llega a tiempo es el hambre.

—Excelente —dijo Sofía aplaudiendo.

📱 Minutos después…

El podcast subido a redes explotó. Los comentarios eran una mezcla de risas y confesiones:

> “Camila tiene razón, mi ex era como la estación La Hoyada: siempre cerrada.”
> “El amor es como el metro, pero yo prefiero el carrito de la ruta 13.”
> “¡Necesitamos más episodios! La Anti-Romántica es nuestra filósofa oficial.”

Incluso una cuenta de transporte urbano compartió el clip con el hashtag #AmorEnHoraPico.

Camila cerró la laptop, suspirando.
—Bueno, al menos ya no estoy pensando en ese mensaje raro.

Sofía la miró con picardía.
—Ajá, pero igualito revisaste el celular tres veces mientras grababas.

Camila se tapó la cara con la almohada.

—¡No me juzgues! El metro no llega… pero yo sigo esperando el tren.

Leonardo llevaba días sumergido en reuniones, campañas y presentaciones. El lema “El amor sí existe” aparecía en cada pantalla de su oficina, en cada propuesta que revisaba. Tan ocupado estaba que había olvidado revisar sus mensajes personales.

Óscar entró con su estilo habitual, cargando otra bolsa de golfeados y el celular en la mano.

—Sobrino, ¿viste esto? —dijo, mostrándole un video donde Camila hablaba del amor como si fuera el metro de Caracas.

Leonardo lo miró con atención. La voz firme, el sarcasmo, la autenticidad. Y entonces recordó: él le había escrito.

Abrió su bandeja de mensajes. Allí estaba: una respuesta.

Así que con calma y algo mas, escribió:

> ¿De dónde eres, Camila?

La respuesta llegó casi de inmediato:

> De Barquisimeto.

Leonardo sonrió. Directa, sin rodeos.

—Ajá, entonces… —murmuró, mientras tecleaba— ¿Qué posibilidad hay de que viajes a Caracas para la entrevista?

El celular vibró segundos después. Camila no se hacía esperar:

> Negativo. Si a ti te interesa tanto tu app, deberías viajar a Barquisimeto. Al final, el hombre eres tú. Y deberías ser caballeroso.

Leonardo se recostó en su silla, sorprendido y divertido a la vez. Óscar, que había estado mirando por encima de su hombro, soltó una carcajada.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.