El sol de Barquisimeto entraba por la ventana con esa luz dorada que parecía burlarse de ella. Camila estaba frente al espejo, con el outfit elegido días anteriores, pero con el corazón latiendo una vez más como tambor de comparsa.
El día había llegado: la entrevista con el mismísimo CEO del amor digital.
Mientras se pasaba el delineador con mano temblorosa, los recuerdos la invadieron como un tsunami que arrasa con todo.
Primero, aquella cita número 37 en Caracas. El tipo que juraba ser “diferente” y que, en vez de palabras, le enviaba puros emojis de aguacate. Camila se vio a sí misma, sentada en la mesa de un café, mirando la pantalla del celular y pensando:
«¿Qué se supone que significa esto? ¿Que soy guacamole? ¿Que me quiere hacer una arepa vegana?»
Se rió sola, aunque la risa tenía un filo de ironía. Ese fue el día más en que decidió que el amor moderno era un chiste malo.
Después, recordó cómo Sofía había subido aquel video improvisado donde ella despotricaba contra las apps de citas. Un simple desahogo convertido en fenómeno nacional.
Y de repente, era la “anti-romántica del año”, la chama que odiaba el amor, la voz que decía lo que muchos pensaban pero no se atrevían a gritar. Meme nacional, tendencia en Twitter, entrevistas en radio. Todo por un rant con sabor a empanada de pabellón.
Y ahora… ahora estaba a punto de sentarse frente al hombre que representaba todo lo que ella criticaba. El creador del algoritmo del amor. El caraqueño elegante que seguramente olía a perfume caro y hablaba como si la vida fuera una presentación de PowerPoint.
Camila suspiró, ajustando los zarcillos grandes que Sofía le había insistido en usar.
—Esto no es justo —murmuró—. Yo solo quería comer tranquila y ahora soy la embajadora del anti-match.
Sofía entró en la habitación con su celular en mano, grabando como siempre.
—¡Eso es lo que te hace única! —dijo, enfocándola con la cámara—. Mira esa cara de nervios, eso es contenido.
Camila le lanzó una almohada, pero Sofía esquivó con agilidad.
—Ajá, pero recuerda lo que ensayamos. Si él te pregunta por qué odias el amor, suelta la frase del Wi-Fi de Cantv. Si te habla de la app, dile que prefieres una empanada de pabellón antes que un match. Y si se pone muy intenso… pues, le dices que el amor es como el metro de Caracas: nunca llega a tiempo.
Camila se rió, aunque todavía sentía el nudo en el estómago.
—¿Y si me quedo en blanco?
—No te vas a quedar en blanco. Tú eres Camila, la que convirtió un aguacate en símbolo nacional del fracaso romántico. La gente espera que seas ácida, pero también graciosa. Tú no tienes que convencer a nadie, solo ser tú.
Camila se miró otra vez en el espejo. El outfit estaba perfecto: pantalón palazzo beige, blusa blanca con mangas sueltas, zarcillos que gritaban “soy guara y con estilo”. Pero lo que más destacaba era la mirada: mezcla de miedo, orgullo y curiosidad.
—Está bien —dijo al fin—. Vamos a hacer esto.
Sofía levantó el celular y grabó un clip improvisado:
—Señoras y señores, la anti-romántica se dirige a su primera entrevista oficial como embajadora del anti-match. Prepárense, porque Barquisimeto va a temblar más que cuando anuncian que subió el pasaje.
Camila sonrió, resignada. El tsunami de recuerdos seguía ahí, pero ahora tenía un rumbo. El amor no pedía permiso, y ella estaba a punto de enfrentarlo cara a cara.
El lobby del hotel en Barquisimeto estaba más brillante que nunca. Mármol pulido, aire acondicionado en su punto, y un murmullo de gente que parecía esperar algo grande. Camila y Sofía entraron juntas, la primera caminaba con ese aire que gritaba soy guara y con estilo y la segunda con el celular listo para grabar cualquier cosa que pudiera convertirse en tendencia.
Camila caminaba con paso firme, pero por dentro sentía que las piernas le temblaban como cuando se montaba en el Transbarca y el chofer arrancaba sin avisar.
—Respira, Piolín —susurró Sofía, dándole un codazo—. Tú eres la anti-romántica. Él es solo un caraqueño con traje caro, tu puedes, no lo olvides mi anti cupido favorita.
Camila sonrió nerviosa, justo cuando Daniela “La Dani” Salazar apareció para recibirlas. La periodista-influencer, impecable como siempre, las condujo hacia el salón reservado para la entrevista.
Y allí estaba él. Leonardo. Traje impecable, reloj reluciente, mirada segura. El contraste era brutal: ella, con su estilo fresco y ácido; él, con su aura de CEO que parecía sacado de una revista.
Las cámaras apuntaban a ambos, después de darles la bienvenida y presentarlos al público, se estrecharon la mano, el aire cambió. No hubo contacto más allá del saludo, pero la tensión estaba ahí, invisible y palpable, como electricidad antes de una tormenta. Sofía lo notó y levantó discretamente el celular, sabiendo que ese momento podía ser oro puro.
—Señorita Camila Rodríguez, bienvenida —dijo Leonardo, con voz firme pero cálida—. Es un honor tenerte aquí como nuestra embajadora del Anti-Match.
Camila arqueó una ceja, nerviosa pero fiel a su estilo.
—Embajadora del Anti-Match… suena como un título de villana. ¿Qué sigue? ¿Un premio por destruir citas?
Leonardo sonrió, lejos de molestarse.
—No. Lo que sigue es un reto. Quiero que uses MiMore. Que te unas. Y si logras enamorarte, recibirás un premio.
Camila soltó una risa incrédula.
—¿Un premio? ¿Qué es esto, un concurso de karaoke?
—No —respondió Leonardo, mirándola directo a los ojos—. Es la oportunidad de demostrar que incluso la anti-romántica más famosa puede encontrar conexión.
Camila cruzó los brazos, tratando de ocultar el temblor en sus manos.
—¿Y si no me enamoro?
—Entonces habrás probado tu punto. Pero si sí… —Leonardo hizo una pausa, dejando que el silencio se llenara de esa tensión invisible—, entonces habrás descubierto que el amor no necesita permiso.
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Editado: 25.11.2025