A medida que el video tomaba más fuerza los comentarios comenzaron a multiplicarse como bachacos, pero donde muchos seguidores pedían lo mismo:
—“¡Muestra quién es el ganador de tu corazón!”
—“Queremos ver al afortunado.”
—“Ya basta de misterio, enséñanos su cara.”
Camila pensaba cómo responder, pero antes de que pudiera hacerlo, las redes volvieron a explotar. Esta vez no por sus palabras, sino por una foto filtrada. En la imagen se veía claramente su rostro, pero también el de Leonardo.
La reacción fue inmediata. La mayoría de los comentarios se llenaron de alegría:
—“¡Qué bonita pareja hacen!”
—“Sabíamos que terminarían juntos desde aquella primera entrevista.”
—“El match estaba escrito desde el principio.”
Camila, al ver la foto, sintió un nudo en el estómago. No había planeado revelar la identidad de Leonardo tan pronto, pero al mismo tiempo, la ola de apoyo la sorprendió. Por primera vez, la mayoría estaba de su lado.
Leonardo, en cambio, lo tomó con calma.
—Ya era hora de que supieran —dijo con una sonrisa tranquila—. No podemos esconder lo que sentimos.
Y así las semanas siguientes estuvieron llenas de cenas, paseos y momentos compartidos. Camila y Leonardo se fueron conociendo más allá de las pantallas y las redes. Descubrieron que podían reír juntos de cosas simples, que podían hablar horas sin mirar el reloj, y que incluso en silencio se sentían cómodos.
Camila, que siempre había sido escéptica del amor, comenzó a disfrutar de esos detalles que antes ridiculizaba. Una caminata por la plaza, un café improvisado, una conversación sobre sueños y miedos. Todo se sentía distinto, más real.
Leonardo, por su parte, estaba decidido a dar un paso más. No quería que su relación quedara en la ambigüedad de “salidas” o “citas”. Quería que Camila fuera oficialmente su novia.
Una tarde, Leonardo preparó una sorpresa. Camila llegó a su casa y encontró la sala decorada con girasoles, una de sus flores favoritas. El amarillo brillante llenaba el espacio de luz y alegría. En el centro, sobre la mesa, había un peluche de Piolín, como un cómplice silencioso de la escena.
Camila se quedó inmóvil, con los ojos brillando de emoción.
—¿Qué es todo esto? —preguntó, con una sonrisa nerviosa.
Leonardo se acercó, tomando sus manos.
—Es mi manera de decirte lo que siento. Camila, quiero que seas mi novia oficial.
El corazón de ella dio un salto. Miró los girasoles, el Piolín, y luego a Leonardo. Todo parecía un sueño, un contraste absoluto con la mujer que antes se burlaba del amor.
—Leonardo… —susurró, con la voz temblorosa—. Esto es… hermoso.
Él sonrió, acariciando suavemente sus manos.
—No necesito nada más que tu respuesta.
Camila respiró hondo, dejando que la emoción la envolviera.
—Sí. Quiero ser tu novia.
Leonardo la abrazó con fuerza, levantándola del suelo como ya se había vuelto costumbre entre ellos. Camila rió, con lágrimas de felicidad en los ojos. El peluche de Piolín parecía mirarlos con complicidad, como si supiera que había sido testigo de un momento único.
Cuando la noticia se hizo pública, las redes volvieron a llenarse de comentarios. Esta vez, la mayoría eran más positivos:
—“¡Sabíamos que terminarían juntos!”
—“Qué lindo detalle con los girasoles y Piolín.”
—“La anti-romántica ya no es tan anti.”
Camila sonrió al leerlos. Por primera vez, no sentía miedo de lo que dijeran. Porque más allá de las opiniones, lo que tenía con Leonardo era real.
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El sol de la tarde bañaba las calles de Barquisimeto con un brillo cálido, perfecto para un paseo sin prisa. Camila y Leonardo caminaban juntos, riendo de cosas simples, compartiendo miradas que decían más que cualquier palabra.
En un momento, se detuvieron frente a una pequeña plaza adornada con murales coloridos. Leonardo tomó la mano de Camila, la acercó suavemente y, sin pensarlo demasiado, la besó. Fue un beso tierno, pero al mismo tiempo apasionado, cargado de todo el amor que se tenían. No necesitaban hablar: ese gesto lo decía todo.
Camila, con el corazón latiendo fuerte, sacó su celular y tomó una foto de ambos, aún con las sonrisas que les había dejado el beso. La publicó en sus redes con una frase que mezclaba su estilo sarcástico con la dulzura del momento:
> Anti-romántica en las nubes del planeta cupilandia.
La publicación se volvió viral en cuestión de minutos. Los comentarios se llenaron de risas, apoyo y frases como:
—“¡Al fin la anti-romántica se mudó a Cupilandia!”
—“Qué bonito verlos juntos.”
—“Ese beso dice más que mil palabras.”
Camila sonrió al leerlos. Por primera vez, ya no sentía miedo de mostrarse vulnerable y no temer mostrar su esencia.
Mientras tanto, los días pasaban Leonardo seguía trabajando en su proyecto más ambicioso: la nueva actualización de MiMore, la app que había sido el puente entre ellos. Durante semanas había estado afinando detalles, y ahora estaba listo para lanzarla.
La novedad era un espacio pensado para quienes no buscaban un amor romántico, sino un vínculo distinto.
—El bromance y el girlmance también merecen un lugar —explicó Leonardo en la presentación—. No todo el mundo quiere un noviazgo. Algunos solo quieren una amistad profunda, auténtica, que dure.
La actualización incluía perfiles diseñados para destacar intereses comunes, dinámicas de amistad y actividades compartidas. Había secciones para organizar planes, recomendar música, intercambiar memes y hasta crear “rituales de amistad” digitales.
Camila, al escuchar la propuesta, lo miró con orgullo.
—Eso es genial, mi amor. Porque al final, el amor no es solo romántico. La amistad también es un tipo de amor, y muchas veces más duradero.
Leonardo sonrió, tomando su mano.
—Exacto. Y quiero que MiMore sea un espacio para todos, no solo para quienes buscan pareja.
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Editado: 28.11.2025