Inhumana

Prólogo

   

           EL INICIO

Brístol, Inglaterra.
           
                                        Año 1890

—Señor—Adam Green volteó para encontrarse con una pequeña niña rubia —el Modelo A-4 no está respondiendo.

Enseguida lo invadió un sentimiento de furia, pero debía calmarse.

La niña podría salir perjudicada.

—Gracias por  el informe - la pequeña asintió temerosa, cuando estuvo a punto de partir Adam la sujetó del brazo. —¿Cuantos años tienes?

—Diez años, señor—murmuró un tanto incómoda por el agarre en su brazo.

Finalmente la soltó y fue a la segunda sala para encontrarse con su asistente, Margo.

—Hola señor...

—¿Por que hay una niña trabajando con nosotros?— bramó furioso— ¿Acaso eres estúpida?

—Señor...

—¡Señor nada! ¡No permitiré que una mocosa arruine mis experimentos!

—Señor, la niña es el experimento R-9.

—¿Que?—Adam estaba en shock—tiene que ser una broma— rió sin ganas.

—No lo es, señor—carraspeo incomoda la mujer— su padre la trajo hace un mes para unos análisis y al parecer quedó encantado con uno de los resultados.

—Llama a mi padre—ordenó frustrado—dile que venga a explicarme toda esta locura y mándame los análisis de la niña a mi despacho.

—Si, señor.

Adam salió sin despedirse, entró a su despacho y se sirvió una copa de vino tinto.

Estaba realmente enojado con su padre. ¿Como se atrevía a meter a una niña en los experimentos?. Rogaba silenciosamente para que la niña fuera huérfana, de lo contrario, todos podrían terminar en una asquerosa celda.

Pasaron treinta minutos cuando una sonora carcajada se escuchó desde el pasillo. Adam soltó un resoplido.

—Tienes una asistente muy bonita—sonrió coqueto el anciano mientras tomaba asiento frente a Adam— Oye, pero que cara traes—rió—hijo, vamos, cambia esa cara.

—¿Que demonios hace una niña de diez años aquí?—gruñó.

—Ah, la pequeña—asintió pensativo—será parte de nuestro experimento...quita esa mirada—se burló al ver el rostro contorsionado de su hijo—es huérfana.

—¿Debería alegrarme?—bufo molesto, aunque por dentro el hecho saber que la niña no tenía padres lo aliviaba en gran manera.

—Claro que si, ¡He descubierto el cromosoma!—exclamó maravillado.

—No me hagas reír—se burló Adam—el cromosoma ya fue descubierto por el señor  Karl Wilhelm Von Nägeli...

—¡Ya lo se, idiota!—el anciano lo miro fastidiado - no me recuerdes a ese infeliz que se robó los créditos del descubrimiento de varios de nosotros...

—Padre, por favor, no otra vez—rogó Adam.

Su padre solía contarle siempre la misma historia. Al parecer, el señor Wilhelm decidió omitir la parte de "trabajo en equipo" a la hora de presentar dicho proyecto.

—Lo siento, decía que he descubierto un extraño cromosoma en esa niña, ¿has visto sus ojos?

—Pues no muy bien—admitió pensativo— padre...

—Son de distinto color—dijo asombrado— tiene ojos azules, pero cuando esta haciendo actividad física se tornan violeta, ¿puedes creer eso?

—La verdad  es que no.

—Deberías—inquirió—trabajaremos con ella.

—¿Que clase de trabajo?

—Le haremos mas exámenes a medida que vaya creciendo...

—¿Piensas criarla?—bromeó. Cuando su padre no contestó nada, Adam se preocupó—no estas hablando enserio...

—Necesito que pase a la pubertad, su adolescencia, adultez, que tenga niños...

—¿Estas loco? - Adam le lanzó una mirada incrédula -  ¿y como haremos eso? tú ya estas muy viejo y yo no viviré mas que la niña...

—Tú hijo continuará con esto por nosotros.

—¡Pero si yo no tengo hijos!

—¿Entonces que estas esperando? -recriminó el anciano -  tú eres mi legado, tu hijo será tu legado y el hijo de tu hijo su legado, luego el hijo de tu hijo de tu...

—¡Papá, ya entendí!

—Bien—palmeó el anciano— ¿entonces que dices hijo? ¿ayudaras a tu pobre padre a descubrir lo magnífico de la ciencia?

—De acuerdo—dijo no muy convencido—pero dime una cosa, ¿que planeas hacer con ella?

—Lo mismo que tú estas haciendo—sonrió burlón

—¿Experimentar?

—Exacto.

—Si sabes que yo experimento con animales, ¿verdad?

—Tranquilo, Adam—dijo palmeando su espalda—no le haré daño. —aseguró levantándose de su silla

—Claro que no lo harás —advirtió lanzándole una mirada inquisitiva.

—Espero que nuestro legado tampoco—murmuró el viejo saliendo del despacho.

 




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