Proceso de adaptación - parte II
Brístol, Inglaterra.
Año 2136 - actualidad
—¡Bienvenida a la baticueva! —bromee abriendo mis brazos de forma exagerada.
El androide me miró con curiosidad y acto seguido, se adentró en mi departamento, repasando con la mirada cada maldito rincón. Aproveche para cerrar la puerta.
—No es una cueva —dijo finalmente.
—No, claro, solo bromeaba —suspire mientras dejaba su maleta en una esquina de la pequeña sala de estar.
—Bromeaba —repitió —bromear, verbo intransitivo, sinónimo de divertirse o burla...
—Okaaaay —carraspee incómodo—así que eres una especie de diccionario.
El androide necesitaba muchas lecciones de comportamiento humano.
—Okaaaay —volvió a imitarme. Enserio, me causó gracia pero no quería hacerla enojar...Aunque claro, dudo que pueda enojarse, ya saben, robot.
—Ven, tomemos asiento —la tomé de la mano, dirigiéndonos hacia mi viejo sofá de cuero negro.
—Es una casa.
—Mi casa —corregí.
—Es una casa...antigua —una muy pequeña arruga se formó en su rostro, marcando su ceño.
Respire un poco tranquilo, era la primera vez que veía algo humano en ella, y por alguna extraña razón eso me recofortaba.
—Es antigua, me gustan las antigüedades —le dedique un sonrisa amable— no nos hemos presentado bien, mi nombre es Gregor Warren —dije tendiéndole mi mano.
El androide me observó con curiosidad, luego sus ojos fueron a mi mano y luego hizo algo que no creía posible.
Me sonrió.
Sus labios rosados y aquellos pómulos estirándose para finalmente alcanzar una perfecta sonrisa genuina
—Es un saludo —señaló mi mano y luego la estrechó con la suya —hola, Gregor.
Su deliciosa boca pronunciado mi nombre...
Me congelé.
No, enserio.
¡Literalmente!
Sentía un frío abrazador extenderse en mi mano para luego adormecer todo mi brazo, mientras que la perfecta mano del androide se encontraba cálida.
¿Acaso eso era posible?
Luego recordé que estuvimos todo el viaje tomados de la mano (porque ella así lo quiso) y la suya era demasiado fría.
—¿Por que tu mano de repente se siente cálida?—cuestioné.
—Porque estoy tomando tu calidez —dijo con otra perfecta sonrisa.
Enserio, la jodida androide era demasiado bella...¡Esperen!
¿Que acaba de decir?
Solté su mano de golpe y me levanté del sofá viéndola horrorizada.
—¡¿Por que hiciste eso?! —bramé sobando mi brazo que ahora volvía a sentirse cálido.
—Me pareció...agradable cuando sujete tu mano.
—¡Eso esta mal! —la regañé —no vuelvas a hacerlo...—en aproximadamente un parpadeo ya la tenía frente a mi.
Me observaba con profundo interés, como si estuviera analizándome.
—Según el porcentaje de tus emociones, estas un 10% enojado, 80% asustado y 10% excitado.
Si, definitivamente me estaba analizando.
—Ya basta —ordené sintiendo mis mejillas calientes.
—Tu nivel de excitación ha aumentado.
Oh por dios.
—Bien, eso de la calidez...lo que me hiciste —volví a retomar el anterior episodio —¿Acaso ibas a matarme?
—No —dijo sin siquiera pestañear —solo quería sentir un poco de calidez por dentro.
Lo dijo sin emoción, claro que la androide no tenía emociones, pero enserio, su comentario se sintió muy triste.
—La próxima vez pide permiso —bufé molesto —y no seas bruta.
—¿Bruta? —por su expresión, pude notar que estaba tratando de analizar aquella palabra en su diccionario inteligente.
—No seas apresurada —expliqué —cuando hiciste esa cosa con mi mano, el frío se apoderaba de mi brazo y dolía.
—No seré bruta —dijo tratando de asimilar mis palabras.
—Me parece bien —Sonreí satisfecho —ahora tenemos otro asunto pendiente, necesitamos un nombre para ti.
—¿Nombre? —repitió —una identidad...
—Exacto —la corté rápidamente, no queriendo saber mas definiciones—tiene que ser un nombre que sea de tu agrado.
—Que me identifique —asintió todavía pensativa.
—Tal vez podríamos esperar hasta mañana —sugerí con un gran bostezo.
—Estrella.
—¿Que? ¿Estrella?:—repetí como un idiota.
—El día de ayer vi la noche, habían destellos agradables en el cielo, pero mi padre Víctor, me mostró como realmente eran las estrellas.
—¿Y como eran?
—En el cielo suelen camuflarse pero realmente son diferentes, superiores..como yo.
—¡Vaya! —no sabía como reaccionar ante aquella explicación, el comentario sonó muy creído pero obviamente, no lo dijo con esas intenciones.
—Seré Estrella —dijo firme.
—Pues bienvenida, Estrella.