El profesor comenzó a guardar sus cosas dentro de su portafolios y todos los alumnos presentes hicieron lo mismo –Hasta la siguiente clase alumnos, que les vaya bien –uno a uno, mientras cada persona abandonaba el curso, se despedían del profesor quien acomodaba sus cosas.
Esta era nuestra última clase del día y normalmente ahora iría junto a Maricruz al cuartel general para seguir entrenando, pero las cosas iban a ser diferentes desde ahora y no sabía que era lo que haría ella –Después hablamos ¿Está bien? –le dije sin querer tocar mucho el tema, podía notar fácilmente que ella todavía estaba molesta.
La chica de cabello liso y color negro con puntas onduladas ni siquiera me dirigió la mirada –Lo que sea –contesto para acto seguido comenzar a caminar más rápido que yo para dejarme atrás.
Deje salir un suspiro –Bueno, luego buscare una forma de compensárselo. Solo espero que se le pase ese enojo – aun así, me daba curiosidad saber que sería lo que ella se iría a hacer, ella podría seguir entrenando sola, pero conociéndola no lo creo, ya que ella es el tipo de persona que procrastina cada vez que tiene la oportunidad.
A fin de cuentas, ambos tomamos caminos separados, yo me dirigí al interior de la Barrera Esmeralda, mientras que ella a la par que otra compañera parecía haber dejado la universidad. Saliendo por una de las puertas que funcionan como entradas y salidas de la dimensión de bolsillo dentro del espacio de la universidad comencé a pensar en algo <Cuando investigaba comprender como funciona el hechizo esa hermosa chica me entrego información que parecía valiosa. No tengo que olvidarme de darle un vistazo cuando tenga tiempo, aunque podría hacer que Maricruz me acompañe, así no siente que la dejo tanto de lado> una sonrisa comenzó a crecer en mi rostro ante aquella idea que me parecía bastante buena a mi parecer.
Con mi mente más calmada ahora podría concentrarme en lo que realmente importaba, iba a conocer a quienes se volverían nuevos integrantes de la Iniciativa Oblivion. Mi estómago comenzaba a revolverse como si tuviera mariposas dentro de solo pensar en eso ¿Cómo serían ellos? Era una pregunta que no salía de mi mente, yo solo esperaba que sean buenas personas, aunque también me sentía a gusto de que haya más miembros. Por un mes y medio Maricruz y yo fuimos los únicos miembros y antes de nosotros tenía entendido que nadie formaba parte de esta iniciativa. Eso me generaba algunas dudas, aunque las ignoraba en estos momentos, mientras más me acercaba a la biblioteca, más aumentaban mis nervios hasta que finalmente llegó el momento.
Me encontraba en frente de las grandes puertas de madera negra que conforman la entrada a la biblioteca, mis manos temblaron al momento de abrir las puertas y sentía como estaba a punto de vomitar. Al empujarlas, las puertas se abrieron creando un molesto chirrido que me avergonzó, intenté dejar eso de lado y comencé a caminar para el interior.
En el centro de la habitación había una gran mesa ovalada y tres personas adultas estaban charlando de pie, yo solo logre reconocer a una, era la más bajita de los tres y tenía puesto un vestido rojo que quedaba muy bien con su largo cabello rubio. Era la señorita Samara, el sonido de la puerta había delatado mi presencia, por lo que los tres adultos pararon su conversación para observarme fijamente, se sentía incómodo caminar con el peso de sus miradas, aunque aún así lo hice.
Una vez que estuve en frente de los tres adultos salude a la Señorita Samara para acto seguido quedarme congelado de los nervios, para mi suerte la Beato reacciono continuando con la presentación –Damien –dijo mi nombre lo que genero un escalofrió y se hizo a un costado para abrirle paso a un hombre a su derecha –Él es el Beato Jenofonte – el hombre acerco su mano hacia mí y la estreche, él tenía un agarre fuerte. Gran parte del cabello de su cabeza estaba rapado dejando únicamente una línea de pelo negro que se ataba en una cola de caballo que tiraba para atrás, pero lo más extraño era la gran cantidad de tatuajes con símbolos extraños y piercings que tenía por todo el cuerpo.
-Encantado señor –conteste intentando ser formal.
-Por fin te conozco chico, Samara me ha hablado de ti. Imaginé que serias más alto en persona -en respuesta comencé a reírme ya que no sabía con qué más contestarle y pude notar como la Beato le dio un codazo en sus costillas –Veo que te atraen mucho mis tatuajes ¿Acaso te gustan?
Logre sentir como mi rostro se volvió rojo de la vergüenza –Lo siento señor- respondí al instante para después separa mi vista de él.
-Oh jajajaja no te preocupes por eso. Los tatuajes están hechos con una tinta especial y son símbolos mágicos que potencias mis hechizos, y los piercings están colocados en puntos específicos del cuerpo para canalizar y liberar de formas más específicas el Thelema.
Volví a apuntar mi vista en su cuerpo solo que ahora analizaba con mayor detalle las cosas que decoraban su cuerpo –Asombroso –dije sorprendido.
-¿Sabes? Cuando estas en un enfrentamiento de vida o muerte lo que menos importa es como te ves.
Antes de que pudiera contestar a esa declaración la Beato Samara coloco su brazo en medio de nosotros dos, si fuera más alta eso hubiera tapado nuestras vistas, aunque con su estatura nos llegaba debajo del pecho –Ya es suficiente –ordeno ella haciéndonos callar –Jenofonte siempre es muy hablador, comenzar a hablar con él es entrar en una espiral de la que no se puede salir. El Beato en frente de mi comenzó a rascarse la cabeza, avergonzado, aunque era raro verlo ya que no tenía casi nada de cabello.
La Señorita Samara ahora se hizo a un costado dando la atención al otro hombre que tenía a su izquierda –Damien, este es el Beato Rapsedos – al igual que antes también nos dimos un saludo estrechándonos la mano –Es un placer señor –lo salude.
-Igualmente –contesto él con una suave voz. De él podía destacar que su cabello era blanco, aunque no tenía la apariencia de un adulto mayor, yo le daría una edad de aproximadamente 30 años.
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Editado: 12.02.2022