Alguien…
Que frio siento, es una sensación como si mi cuerpo flotara en un gélido y desolado mar, por donde ni siquiera los peces se atrevieran a pasar. ¿Me gusta? No, no me gusta, el frio siempre me ha dado malos presentimientos. Lo más curioso es esta oscuridad total que jamás había percibido y ni siquiera se cuanto tiempo llevo en ella.
Creo que ya ha pasado un largo tiempo y por fin empiezo a sentir mi cuerpo, mis dedos están temblando y apenas puedo moverlos, mi respiración comienza a ser cálida y agradable, y por una extraña razón la solución a todo aparece en mi cabeza. ¿Cómo no lo pensé antes? Solo tengo que abrir mis ojos.
Empiezo a ver algo, una pequeña luz que me da justo a la cara, no es muy intensa pero si agradable, me gusta mucho ¿de dónde viene? Quisiera ir a ella, pero está mucho más arriba de estos inmensos arboles que parecen esconderla.
Me siento a duras penas para poder ver mejor en donde me encuentro. Veo con cuidado al rededor, es de noche, y valla sorpresa que me doy, me encuentro en un enorme bosque. No sé cómo he llegado a él, pero ahora que lo pienso, esa duda se vuelve mucho menos relevante, pues a decir verdad, ni siquiera sé quién soy yo.
Es curioso, valla que si, hace unos instantes sentía que mi cuerpo no era nada, casi como si fuera aire, y ahora lo siente fuerte como nunca antes, como si fuera casi invencible. Pero hay algo más, algo que no me permite gozar esta sensación ¿Y qué es? no tengo ni la menor idea… y no, no me estoy mintiendo, simplemente no lose, es como si sintiera un gran vacío en lo más profundo de mi ser, como si mi alma tuviera una gran necesidad… tengo que descubrir lo que es.
Me pongo de pie y me doy cuenta de lo alto que soy, no lo recordaba, pues a decir verdad, no recuerdo absolutamente nada de mí, pero estoy seguro de que esta desnudes no es normal por ninguna razón, tengo que conseguir algo de ropa.
Samanta…
Tienes que comer, estas adelgazando mucho, y duerme por favor, te vez muy cansada, también tienes que divertirte, anda cariño, que no me gusta verte así… Casi parece que escucho la voz de mi madre preocupada por la situación en la que me encuentro; pero ella no está aquí ni lo volverá a estar, y aunque lo estuviera eso no cambiaria el hecho de que ya no tengo comida ni la opción de salir. No puedo creer que ya se hayan cumplido 5 meses desde que asesinaron a mis padres.
Cinco largos y tediosos meses en los que he estado completamente sola, con la única promesa de mis pocos familiares de que el enviarme aquí sería lo mejor para mí, y que me aseguraran que me iría resignando poco a poco hasta adaptarme a mí nueva vida en la que tendría el apoyo total de su parte, pero no, no ha sido así. Cada vez siento como cada día se vuelve más pesado y doloroso. Y ya no quiero, ya no quiero disque vivir con esta soledad, con este dolor y con este sufrimiento.
Por más que mis padres me inculcaron lo que puede pasar para las personas buenas y malas después de la muerte, ya he dejado de creer en ello, y si fuera verdad, no creo que sea peor que esto. Estoy decidida, lo hare, no, no importa que todo mi cuerpo este temblando, estoy segura de hacerlo… me tomare todas estas pastillas que ni siquiera se para que sirven con la esperanza de que me hagan dormir haciendo que me ahogue en esta pila de agua.
Será como si solo durmieras por siempre, Samanta, si solo eso será, un largo y profundo sueño.
Estoy a punto de hacerlo, cuando noto una presencia, una intensa mirada atreves de los arboles que rodean el patio de mi casa. ¿Pero qué es eso?
El intenso susto me hace tirar las pastillas al agua y yo no puedo creer lo que mis ojos ven ¿Qué demonios hace ese hombre desnudo escondido entre los arboles de mi casa?
Alguien…
Después de varios minutos de caminar por el enorme bosque por fin veo algo de civilización, es una pequeña casa estilo rupestre, la cual estoy seguro de que en sus días fue muy hermosa, pero que hoy se ve como si gritara fuertemente por cariño y mantenimiento, no me cabe ninguna duda de que esta deshabitada. Iré a ella, quizás sus antiguos dueños hayan dejado algo de ropa en ella.
Me paseo a mis anchas por el bosque rumbo a la casa, cuando escucho el leve sonido de agua fluyendo en la parte trasera de la casa. Parece que al final de cuentas no tenía razón en mis conjeturas, me asomare a ver qué es lo que sucede, no quiero asustar a nadie.
Llego a la parte trasera de la pequeña casa escondiéndome entre los árboles, y valla sorpresa que me llevo, en una gran pila repleta de agua se encuentra una mujer aparentemente desnuda… tiene unos grandes y bonitos pechos para tener esa dulce cara de niña… maldición, creo que me ha visto.
Samanta…
-¡Lárgate de aquí maldito enfermo! –Grito lo más amenazadoramente posible que puedo, pero a decir verdad estoy temblando más que nunca del miedo que siento-. Estas en propiedad privada, estúpido exhibicionista.
Ya no lo veo ¿se habrá marchado? ¿Realmente mi frágil y temblorosa voz abra sido más que suficiente para ahuyentar a ese hombre?
-¡¿A quién llamas estúpido exhibicionista?! –escucho una potente y gruesa voz proveniente de los arboles, que me hacen sumergirme más en el agua del miedo que siento. Pero no es hasta que el hombre se revela ante mí surgiendo de entre los árboles que no se qué hacer. Es enorme y la verdad esta de muy buen ver… ¿pero qué digo? Nada de esto está bien-. ¡Si tú te exhibes de la misma forma!
Apenas termina de hablar, y un impulso por responderle aparece en mí, un impulso muy habitual en mí, que sin embargo desde la muerte de mis padres no se presentaba.
-¡Yo estoy en mi casa, puedo hacer lo que quiera! ¡Además me estoy bañando! –Grito con fuerza para al finalizar nuevamente sumergirme hasta la nariz.
Por alguna razón el hombre no deja de caminar hacia a mí, y lo más curioso es que el miedo empieza a disminuir con cada paso que da en mi dirección.
-¡Aléjate de mí! –Grito con solo la cabeza por fuera del agua cuando está ya muy cerca de donde me encuentro-. ¿Pero qué haces? –Pregunto alarmada cuando lo veo pasar rumbo a la entrada trasera de mi casa ignorándome por completo.
-Descuida, niña. No estoy interesado en ti ni en tus miserias –dice con una tranquila y serena voz mientras me ve de reojo con una picara sonrisa, momento en que me doy cuenta que sin querer había salido de la pila hasta la cintura.
-¡Pero yo si estoy interesada en que te largues de aquí! –digo completamente ofendida mientras me tapo los pechos con las manos ¿Cómo es posible que me diga algo así si para nada tengo un mal cuerpo? ¿Un momento, como me pongo a pensar algo así en estos momentos?-. ¡Largo, largo, largo!
-Ya te dije, niña. Solo quiero algo de ropa y me iré –dijo el extraño desnudo abriendo la puerta y poniendo un pie dentro ignorando totalmente mis palabras, lo cual me hizo explotar de rabia, haciéndome salir de la pila de un solo brinco para correr a jalarlo del brazo.
-¡Pues yo ya te dije que te largaras! –Grito jalándolo con todas mis fuerzas hacia afuera, pero moverlo me parece imposible, valla que si es fuerte, quizás no me debería meter con él, pero me encuentro totalmente rabiosa en esos instantes-. ¡No dejare que hagas lo que quieras con lo único que me queda de mi familia!
Por alguna razón eso lo hizo detenerse, parando en seco en medio de la cocina, dando media vuelta para verme con unos ojos índoles y ajenos a la situación.
-Entiendo, lo lamento –dijo pausada y calmadamente con ojos sinceros, clavados en los míos, percatándome del color café caro que poseían, haciéndome en esos momentos sentirme totalmente desnuda, fue cuando recordé que en dicho estado me encontraba frente a él.
Como si toda la pena y vergüenza del mundo llegara a mí, rápidamente me tape con las manos lo más que pude de mi cuerpo… como si eso realmente ayudara a cubrir todas mis partes íntimas.
Y entonces lo vi salir por la puerta que había entrado, y en un segundo la soledad y tristeza que desde la muerte de mis padres no me había abandonado hasta que lo vi detrás de los arboles, regreso más fuerte que nunca.