Inmarcesible

10 - No vales nada para mí.

<<No vales nada para mi.... >>

Se repetía una y otra vez en mi cabeza como disco rayado. Mientras recogía mi maleta, en todo el viaje de regreso al pueblo. Esas palabras venían como látigo a golpearme con tanta fuerza.

Aguantaba muchos las ganas de llorar, pero siempre volvía cada vez más fuerte y en pesadillas que me dejaban con la respiración entre cortada y con el corazón latiéndome cada vez más rápido. El único que se daba cuenta que no estaba bien era Cameron y hacia todo lo posible para estar a mi lado sin hablar, aunque tuviera mil preguntas en su cabeza. Se lo agradecía mucho con un apretón de mano o dejaba que recostara mi cabeza en su hombro.

De lo demás ya estaba agarrando un taxi hacia mi "Dulce casa" en todo el camino solo escuche música mientras sacaba el brazo por la ventanilla y jugaban un poco con el aire. Me gustaba sentir aquella sensación extraña en mis dedos cada vez que subía a un auto. Era como si mi brazo no pudiera mantenerse firme cuando la brisa lo empujaba con toda las fuerza y lo hacía vibrar.

Era reconfortante.

—Ya llegamos señorita.—me aviso el señor que conducía el taxi.

Me asome por el asiento y vi la gran reja de madera que quedaba al frente de nosotros. Arrugue la nariz cuando vi a Franyelys sentada en el porche con un lienzo grande.

—Gracias.—fue lo único que dije antes de bajar del taxi. Cameron me había pagado el pasaje antes que yo pudiera sacar la billetera y pagar a tiempo en el aeropuerto.

Si, cada quien agarro taxi diferente porque estábamos muerto del cansancio. Aunque Cameron quería acompañarme no lo deje, vi el taxi dar la vuelta e irse por el camino de tierra por donde habíamos venido. Me gire y vi la reja de madera que estaba frente de mi antes de abrirla, camine todo lo rápido posible porque el tiempo reflejaba que iba a llover. Cuando me detuve a lado de Franyelys en el porche cayó el chaparrón de agua.

—Al parecer como que eres adivina.—murmuro cansada todavía esparciendo colores en su lienzo.

—Cállate mocosa.—le di un pequeño golpe en la cabeza antes de entra a la casa.

—¡Ay!—chillo ella sobándose la parte donde le di.

Sonreí por el logro que había conseguido pero toda sonrisa se evaporo cuando vi a mi madre con mi padre sentado en el comedor con Trina.

—¡Por fin llegaste!—exclamo mi madre exagerando con lágrimas en los ojos levantándose de la mesa.— ¡¿En dónde estaba?!

Resople molesta y los ignore subiendo a mi habitación. Lo primero que hice fue encender la radio y escuchar mis músicas a todo volumen, deje la maleta a un lado y me deje caer en mi pequeña cama cómoda.

—Te extrañe.—murmure aferrándome más a mi sabanas.

Escuche mi celular vibrar a mi lado y lo agarre por inercia.

Era un mensaje recordándome que debía ir esta semana a una cita, lo elimine y volví a cerrar los ojos.

Todo estaba intacto como lo había dejado, como si un huracán hubiera pasado solo por mi habitación. Nada estaba en su sitio como me gustaba de pequeña, había perdido esa maña de arreglarlo todo y mantener el orden en mi habitación porque ya no me sentía cómoda. Lo único raro en esa habitación era algo que me llamaba mucho la atención que pase por alto.

El olor a pintura fresca, que hizo que arrugara la nariz confundida antes de levantarme más o menos de la cama extrañada.

—¡¿Pero qué...?!—exclame sorprendida levantándome de la cama.

No podía creer lo que mis ojos estaban viendo. Me incorpore moleta frente de la puerta y la abrí de golpe, baje la escalera corriendo furiosa cargada de ira.

Alguien me dijo algo pero no podía pensar más allá de la furia que me invadía, los oídos me zumbaba y las manos me dolía de tanto apretar los puños con tanta fuerza. Hasta que sentí las gotas fría que me golpeaba como pequeños alfileres en todo mi cuerpo, cuando salí de la casa y comencé a correr hasta el granero viejo que mi madre usaba para guarda sus pinturas viejas, latas y materiales que ella necesitaba.

Abrí la puerta grande de madera vieja, solo entre en ese lugar con una sola visión y motivo.

<<Y era borrar lo que Ellie había hecho en mi habitación. >>

Al final del granero se vio unas latas de pinturas todavía no destapada y agarre la primera que vi que podía acabar con aquello.

Volví más furiosa llevándome a todo el que se me atravesara por delante, subí las escaleras y entre en mi habitación ya destapando la lata de pintura de color negro. Cerré la puerta y lo primero que hice fue vaciar de un solo impacto la lata de pintura sobre la puerta salpicando en todo lados. Quería que el maldito dibujo desapareciera para siempre y no quedara recuerdo ahí.

Como se atrevía a pintarme cuando yo era pequeña en los brazos de mi padre, yo nunca me metía con sus pinturas, nunca me metía en su vida y ella cruzo aquella raya con toda fuerza que me nublo por completo.

Y por primera vez en años quería ser feliz, quería llegar a mi casa y estar tranquila. No quería sentir más dolor de lo que ya sentía y ellos no ayudaban en nada.

Comencé a restregar toda la pintura por toda la puerta para que no quedara rastro de nada ahí. No quería verlo, no quería regresa aquel lugar, no quería nada de ellos. No quería que me hiciera más daño.

—¿Cómo se atreve hacer esto?—murmure molesta golpeando la puerta, pasando las manos llenas de pintura por todos lados. El color negro estaba tapando los colores vivos y alegres que resaltaban mucho.— ¡Te odio!

—Inanna ¿está bien?—la voz de mi padre se escuchó tras la puerta mientras que la golpeaba para seguir tapado los huecos que quedaban a la vista.

—¡Lárgate Alex!—ya ni siquiera tenía voz para seguir maldiciendo en voz baja. Comencé a llorar como si nunca hubiera llorado en toda mi vida.

Me aleje de la puerta con la pintura negra todavía fresca y me mire las manos que la tenía manchada de pintura.

¿Por qué no podía ser feliz una vez en toda mi vida?




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