11- Te ve diferente.

Aprieto mis manos de lo nerviosa que estoy, sin dejar de mover la pierna. Escucho prácticamente todo como siempre, como si tuviera un super poder de oído sensible, pero no lo es, es mi ansiedad cuando surgen en esto momento.

Aprieto los labios y levanto la vista mirando la puerta de madera que tengo al frente, alguien resopla a mi lado llamando mi atención pero no me molesta si no que no debí venir.

La puerta de madera se abre dejando ver a una señora mayor regordita que sostiene unos papeles en manos, antes de mirarme

—Inanna, el Doctor la esperar. —la secretaría me avisa antes de volver a su escritorio.

— Vamos tu puedes, no es la primera vez Ina.—me doy ánimos antes de dar un salto y meter mis manos en mi chaqueta y entrar a la oficina.

El consultorio es grande que contiene dos sillones, uno grande que parece la cama de un kamasutra y otro pequeño sillón como donde me la paso sentada más que todo yo. Las paredes no tienen muchos cuadros, solo dos, uno con el diploma de él y otro un dibujo raro.

Tiene dos plantas en cada esquina de la ventana. Y lo demás son pequeñas decoraciones, él está dándome la espalda mientras se llena su taza de café.

— Por fin atiende mis cincuentas mensajes que te he enviado.—es lo primero que dice cuando se da la vuelta.

Ni siquiera lleva bata o va vestido que pareciera un psiquiatra y psicólogo, el Doctor Daniel se especializa en esas dos área de la carrera.

Mas bien va vestido como un hippie y va descalzo, tiene un mono ancho gris y una camisa manga larga blanca, mientras que en su cuello portar varios collares coloridos. Esta más maduro desde la última vez que lo vi.

—Hola a ti también loquero. —me dejo caer en la silla donde él debe sentarse y lo escucho reír mientras él toma asiento en el sillón que parece cama.

Nunca me ha gustado ese tipo de sillón, pero él dice que es muy cómodo para la espalda. Ya que los sillones reto dan más dolor de espalda que ese.

Claro que no le creí.

Es como si yo no era la paciente y él, el psiquiatra. Le da un sorbo a su café antes de acostarse y llevarse las manos a su abdomen y mirar el techo.

— ¿Qué te trae por aquí de nuevo mi querida inestable?—miro a un lado antes de soltar un suspiro nerviosa.

—Tuve una recaída. —puedo sentir su mirada en mí, pero no lo miro.

— ¿Cómo fue?

—Fuerte, sentía que todo se me iba de la mano.

— ¿Qué fuel el detonante esta vez?—resople antes de mirarlo.

Él estaba de lado observándome.

—Una pintura.—cerré los ojos y cuando lo abrir él estaba sentado ahora mirándome.

—Ya hemos tocado este tema Lynn, debes enfrentar tu pasado para poder gozar tu presente. —me mira y yo prefiero mirar mis manos.

— Lo he hecho, vivo todavía con mi madre. Aguanto todos los días el olor a pintura, intento enserio estar con ella en la misma casa pero no puedo socializar. Alex sigue metiéndome presión a la fuerza para que tengamos una relación y es que no puedo, siento que cada vez aprietan la cuerda que está en mi cuello.—me levanto de la silla comenzando a caminar por todo el lugar.

Lo escucho resoplar antes de mirarlo de nuevo y verlo que se vuelve acostar.

—No es solo intentarlo, es esforzarte un poco más. Debes perdonar y dejar esa cuerda que tus miedos te colocaron en el cuello, debes aprender a soltar.

Reí sin gracia esta vez mirando por la ventana, afuera un día muy lindo pero aquí adentro en mi cabeza estaba oscuro.

—Conocí a alguien.—hable cambiando de tema sin dejar de mirar afuera.

— ¿Sí? ¿Cómo es?

—Todo lo contrario a mí, es lindo, amable, compasivo, y sobre todo lleno de vida.—digo recordando todo de Cameron.

— ¿Sabe de tus trastornos?

—No, pero sabe que no me llevo bien con mis padres.

— ¿Cómo te siente a su lado?—quito la mirada del paisaje y me voy a la estantería antes de agarrar un libro y volver a dejarlo en su sitio para volver a sentarme en el sillón.

Aguardo un poco más tiempo, porque sé que Daniel nunca me mete presión. Es el único psiquiatra que ha durado conmigo y es sincero al dejar las cosas clara.

No es como los otros, que uno es el que habla y habla y después le sueltan a uno un resultado loco.

Respiro hondo antes de mirar mis manos rasposa, hace tres días que pasos lo del accidente tres día para por fin animarme a volver al terapia y cambiar y no ser un peligro para la sociedad o para mí misma.

— Me siento segura, protegida... Otra Inanna.

— ¿Y Crees que eso es malo o bueno?

No sé qué responder, pero un nudo se forma en mi garganta.

—Bueno, siento que la amargada grosera odia a todo el mundo se siente diferente con él. Y quiero que él no se entere de lo tan dañada que estoy, no quiero hacerlo sufrir.

—O más bien no quieres sufrir.—lo miro y él solo está mirando el techo.

Es verdad, yo no quiero sufrir más y tengo miedo que me esté equivocando.

Me frustra tanto que termino de levantarme y dar un paso al sillón donde está el acostado.

—Quiero estar ahí por unos segundos.—él me mira frunciendo la cejas antes de asentir y levantarse, él toma asiento en el sillón pequeño y yo me acuesto.

— ¿Qué sientes?

— Que en cualquier momento voy a estallar, siento que si no doy este paso me quedare siempre en el pasado y no quiero eso. Quiero reír... puedes creer que después de 9 años reír por una estupidez que dijo, ni yo misma me lo creo. Pero se sintió bien reír, se sintió de maravilla y lo quiero volver hacer. Quiero entablar conversación con otras personas sin que me moleste, quiero estar en la misma habitación que mis padres y no explotar. Quiero... quiero....—el nudo que cargaba en la garganta hizo que rompiera en llanto y me levantara, Daniel me tendió un pañuelo y yo lo acepte.

—Háblame de él.

Me dio un vaso de agua y cuando bebí, comencé hablar desde el día que conocí a Cameron, lo que ha pasado todas estas semanas y días, le conté como me llevo con Cameron y lo lindo que se siente tener paz y no quiero que esta sensación desaparezca. De cómo me trata y hasta le conté de mi accidente y como fue la recaída. Daniel me escucho atento siempre que hace cuando vengo y no entiendo porque siempre huía de estas secciones.