Inmarcesible

Capitulo 1 parte 1 "Con pies de plomo"

Cinco años después.

Me preparaba para la boda de mis amigos, probando tres atuendos que había decidido comprar para luego decidirme al momento. Realmente me habían gustado tanto como me quedaron cuando me los probaba en la tienda que no pude con la tentación. Aun si me decidía por uno, aun así, los demás vestidos los usaría para ir a trabajar.

Después de decidirme por el vertido verde, entallado al cuerpo con una discreta abertura en la parte del muslo y unos zapatos plateados, me quite los ruleros del cabello peinándome con los dedos para dar un aspecto relajado cayendo en cascada por mi espalda y colocarme unos aritos discretos de perlas plateadas, me admire en el espejo. Reparando en el destello en mi cuello, si bien mi escote no daba a relucir tanto mi busto si lo enmarcaba. La cadena era larga que hacía llegar el dije solo un poco más debajo de mis pechos oculto bajo mi vertido, relucía el brillo de la plata llamando mi atención. Rápidamente me lo quite y lo guarde en mi joyero.

Sinceramente no estaba segura de sí lo vería, pero no quería ser tan obvia con mis sentimientos. No quería parecer una ex novia arrepentida; además, que tal si por su parte el si había conseguido seguido con su vida, mientras que por mi parte lo había intentado, pero sin éxito de olvidar mi primer amor.

Suspiro unas cuentas veces más frente al espejo con nervios, cerrando mis puños y volviendo a estirar mis dedos. Siento mis manos frías.

"Ni que fuera la novia... maldita sea"

Hacía tres meses había recibido la invitación, y hablado con Laura de sus sospechas.

-Hola, reina. – Llamo mi atención mi amiga.

Me abraza por detrás con fuerte alegría, correspondiendo a tomar mis cachetes con sus manos para pellizcármelos con cariño, y se aparta para que le de mi abrazo.

-Felicidades, amiga. – Le medio grito en su oreja y nos sentamos.

-Gracias, Kat. No sabes lo feliz que estoy, me siento en una nube. – Habla mientras se ríe como una quinceañera. – Hasta estamos practicando nuestra noche de bodas. – me guiña un ojo y sonríe pícara mente.

-Stop! – Levanto mi mano en señal mientras rió. – Suficiente información no requerida. –

Carcajea. -Ok, ok. –

-Y bien, ¿cómo te lo pidió? – Quiero saber.

Michel, antes solo era un compañero de secundaria que apenas si lo veía en los descansos, después de conocer a Lex fue que nos convertimos en grandes amigos y que terminara saliendo con mi mejor amiga. Antes era de los típicos chicos que no sabía si tomar en serio, pero claro, solo hacía falta que mi amiga estuviera para serlo.

Según me contó Laura, Michel pensaba pro ponérselo hacía más de un año, aunque cuando había perdido su anterior trabajado decidió aguantar a encontrar algo mejor, cosa que, con ayuda de Sam, también amigo de Lex, entro en una buena empresa de informática ganando lo suficiente para lo que estaba pensando que sería casarse con mi amiga.

La llevo de viaje, pidiéndole que la acompañara por un viaje de negocios del trabajo, del cual era un engaño. El hotel donde se hospedaron tenía aguas termales y todas las comodidades típicas del lugar, a excepción de que ante la propuesta el conocía esa región puesto que su familia solía pasar sus vacaciones, particularmente planeo llevarla después de una ceña romántica a el lago donde le había contado el paso una parte de su infancia y que allí quería mostrarle algo.

Antes de partir, regresaron al cuarto donde le hizo cambiar el calzado por unas chatitas cómodas, sin necesidad de quitarse el vertido floreado que tenía, recorrieron un largo sendero por lo que eran los bosques hacia el lago. Casi antes de llegar, le llamo la atención una pequeña lucecitas​. Fue cuando le coloco una venda en sus ojos y retomar el sendero, tomados en todo momento de las manos.

Cuando hubieron llegado, Michel la soltó y acomodo para estar en frente con lo que quería sorprenderla, escucho como se movía y darle el permiso de quitarse la venda.

Al descubrirse los ojos, pudo admirar estar frente a un lago como espejo de la luna que iluminaba y, no solo eso, lo más genial era que estaban rodeados de miles de brillantes luciérnagas. Admiro el lugar con asombrada alegría, que quiso abrazar a su amor por el detalle, pero solo movió su cabeza a un lado para observar a Michel arrodillado de una pierna observándola con cariño mientras le tendía una cajita aterciopelada abierta con un hermoso añillo.

Dice que no fue capaz de contenerse, callo de rodillas con lágrimas de felicidad y asentimientos para estamparse a él en un beso que le robo la pregunta y más besos en todo el rostro mientras se estrellaban en brazos, riendo y besándose, solo separándose para colocarse el anillo y volver a fundirse.

Había preparado todo, hasta para que pasaran la noche, consumiendo su amor una y otra vez.

Estaba sorprendida, no que fuera sabido que los hombres de esta época fueran románticos, sino que originales en el sentido que llegaran a realizar tal escena como sacada de una novela. No digo que allá un estereotipo en particular en el cual no existiera un hombre capar de una verdadera proposición fantástica, hermosa, romántica y única, pero es que los puede haber muy pocos y debía admitir que mi amiga se había hecho con uno. Y en cierto punto era de envidiar.




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