Inmortal. Guardianes 2. Origen de los oscuros

Capítulo 20: Pesadillas

Capítulo 20:

Pesadillas

 

Las llamas danzan debajo de sus pies, desesperadas por devorarla. Los ardientes colores encandilan mis ojos. No puedo moverme, no puedo apartar la mirada de mi madre: recia, con la frente en alto y la vista firme. Está atada sobre el fuego, pero, aun así, no veo ningún movimiento de su cuerpo. Su mirada fría y carmesí se posa sobre mí, rompiéndome en mil pedazos. La culpa me embarga y me atormenta: la dejé morir cuando pude haberla ayudado. Hice lo correcto. Ella era culpable, pero eso no calma mi dolor.

Su piel se está calcinando y no puedo contener el llanto. Aferro el vestido con las manos, incapaz de hacer nada. Los gritos de mi madre son desgarradores mientras que las llamas la envuelven con desesperación.

—¡No, por favor, no! —gimo, al borde del llanto.

Siento que no puedo respirar, es como si se hubiera extinguido el oxígeno y mis pulmones comenzaran a arder con ferocidad. La imagen de mi madre sigue perpetua en mi mente. Trato de buscar algún recuerdo bonito que me haga calmarme, pero no logro encontrar uno. Todos los que tengo me llevan devuelta a las desgracias de los últimos días.

Me obligo a respirar mientras me siento al borde de la cama. Las manos tiemblan sin control y las lágrimas se hacen camino fuera de mis ojos. Los mortíferos gritos de mi madre siguen haciendo eco en mis oídos. Me doblo sobre las rodillas y muerdo la tela de mi camisón. No quiero que nadie escuche mis propios gritos.

Es tarde y no sé en qué momento entra Sergio. Por más que intento contener las lágrimas, no puedo. La cama se hunde a mi lado por el peso de su cuerpo. Sus brazos me rodean hasta acunarme en su pecho. Mis gemidos se convierten en un extraño sonido que emite mi garganta.

Mi vida es una tormenta que está arrasando con todo, con toda mi estabilidad mental. Siento que ya no puedo con tantas desgracias juntas, muertes… La muerte, una palabra tan sencilla y con un peso insostenible.

—Todo estará bien —susurra Sergio a mi oído. Lo dice para tranquilizarme, pero ambos sabemos que nada estará bien—. Habla conmigo, Selt. No te cierres por favor. Sé que esto es muy difícil para ti, pero ya verás que poco a poco las cosas se irán solucionando.

Sin darme cuenta, me he tranquilizado. La cercanía de Sergio hace que mi alma olvide todos los horrores que he vivido. Me sumerjo en el perfume de su cuerpo y la protección de sus brazos.

—Solo fue una pesadilla.

—¿Está segura? Porque no tienes la culpa de nada, cada quien es dueño de sus acciones y por ende de las consecuencias que cause. Hubieras interferido o no en los planes de tu madre, el resultado sería el mismo. Los guardianes hace algún tiempo ya tenían sus dudas sobre ella… y tus hermanas, bueno, ellas ya decidieron.

—Mis hermanas son un peligro para todos, lo sé, no tengo dudas sobre ello, pero entonces está el fuego, la hoguera que quemo a nuestra madre y recientemente a Carmelo, y siento que ahora soy yo quien destruye a la familia —salgo de sus brazos para poder mirarlo a los ojos.

La comprensión de su mirada me llena de una calidez que no aleja por completo mis temores y culpas, pero no consigue apaciguar la tormenta que intenta destrozarme.

—No debí haber permitido que presencias a ese imbécil… Lo mejor era haber acabado con él en el callejón hace meses, nos hubiéramos ahorrado el traumático momento de la plaza.

Carmelo puede estar muertos, pero Sergio sigue odiándolo, si pudiera revivirlo y matarlo de nuevo, pero esta vez con sus propias manos, estoy segura de que lo haría.

—Si se hubieran hecho muchas cosas antes, nos hubiéramos ahorrado todo lo que ha pasado desde que regresaste —aunque eso significa que mis manos se hubieran manchado con la sangre de mi madre.

—Me dirás que pasó esa noche.

Lo pienso por un instante, huir de esta conversación es lo primero que viene a mi mente. No estoy segura de sí, por sentirme la peor persona del mundo por haber intentado matar a mi madre, o, por darme cuenta de que le importaba tan poco que me iba a sacrificar. No le doy más vueltas al asunto.

—Esa noche me enfrenté a mi madre. Sabes hay un lugar subterráneo donde me llevaron, mis hermanas podrían estar allí, pero no tengo idea de cómo llegar.

—¿Obra de Carmelo?

Asiento, respiro y continúo:

—Delia estaba allí y Henry. Nos iban a sacrificar. Mi madre y yo discutimos, cortaron la garganta de Delia y antes de que pudieran continuar con Henry logre obtener su atención. Pensé que él podría haber escapado, pero ya no estoy segura de eso. Mi madre empujó una daga… —el recuerdo me hace llevarme la mano donde en ese momento fui herida—… la congele, el hielo salía de su cuerpo rompiendo su piel, estábamos tan cerca de la muerte, ambas y no entiendo que pasó. No entiendo por qué estoy viva.

Sergio se queda en silencio, parece no saber qué decir. No espero que diga nada en realidad, con que me escuche es suficiente. Él ha hecho tanto por mí, hasta estoy en su casa, y ahora que lo pienso, ¿qué voy a hacer de ahora en adelante? ¿De qué voy a vivir? ¿Dónde voy a vivir? Regresar a la casa de mi madre, no es una opción. No quiero volver allí.




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