Inmortal. Guardianes 2. Origen de los oscuros

Capítulo 25: Abuela Cándida

Capítulo 25:

Abuela Cándida

 

Despierto con la desesperada voz de una de las señoras de la casa. Es la misma que estaba sentada en el mueble sin poder moverse y casi ni respirar. Siento un gran alivio de verla bien y sorprendida de que mi hermana la haya lastimado.

A mi hermana no le conviene llamar mucho la atención, aunque ha estado enviando a sus “soldados” en contra de la ciudad su rostro nunca fue visto desde que Mia murió, tampoco mi hermana Tanils y mucho menos Fabián. Hasta ahora, y ha venido directo a verme a mí. ¿Qué estarás tramando hermana? No ha venido a vengar a nuestra madre, no, es otra cosa.

—¿Se encuentra bien señorita? —pasa su mano sobre mi frente. Los rubios rizos de la mujer caen desordenados fuera de la cinta que los sostenía.

—Estoy un poco mareada.

Permanezco en el suelo unos minutos más hasta que me siento un poco más estabilizada para levantarme.

—¿Qué le pasó? ¿En qué momento llego? Yo estoy un poco confundida —con su ayuda me siento sobre el mueble. Busco donde vi a mi hermana por última vez, y no hay nadie allí.

—Había alguien en la casa, ¿Sergio no ha llegado?

La señora se altera un poco ante la mención de un desconocido.

—¿Pero yo no vi a nadie? El señor Sergio no ha regresado todavía, ¿envío por él? —dice la mujer mientras comienza a revisar la otra estancia, asegurándose de que solo seamos nosotras.

—No, mejor no. Quizás vi mal.

—De todas maneras, voy a buscar a las muchachas para que vean por los alrededores, y voy a traerle un poco de agua que esta como pálida—dice mientras se va hacia la cocina.

Me recuesto un momento, no aguanto la cabeza. Lo que sea que haya hecho Nariel conmigo me ha dejado adolorida y atontada. La señora regresa con un vaso de agua. Lo ingiero despacio.

—He preguntado y nadie parece haber visto nada, señorita —me comunica la señora. Todavía sigue preocupada. Mencionar que vi a alguien no fue lo mejor, ella está llena de pánico y con todo lo que ha sucedido en la ciudad tiene toda la razón de tener miedo.

—Tranquilícese, cuando llegue Sergio y los demás guardianes yo les comunico lo creí haber visto y ya ellos tomaran las previsiones necesarias para nuestra seguridad, ¿le parece? —se ve más tranquila con la mención de los guardianes, y tenemos varios en esta casa. Todos hombres lobos.

—Tienes usted razón —retira el vaso de mis manos.

—Iré a recostarme un rato —camino con calma por el pasillo.

Me siento agotada, y con ansias de saber que pudo haberme hecho Nariel. Esa sombra no tiene la misma esencia de Simón, aunque suene ridículo, les tengo más miedo a de las que al propio Simón. Quizás el demonio no ha perdido toda su humanidad, ni siquiera con todas las muertes… ¿De dónde Nariel saco esas sombras tan cargadas de maldad?

Cierro la puerta con seguro, y me propongo seriamente contactar a Cándida. Ella es la única que puede decirme que son esas sombras, algo que tuve que haberle preguntado cuando fuimos por Carmelo. Pero lo olvidé por completo, y claro hasta ese momento más allá del miedo no perturbaban tanto como ahora. ¿Cómo se puede llamar a un fantasma? Yo no soy un buscador, ni nada que se le acerque. Cándida siempre ha venido a mí por su propia voluntad.

—Sería un buen momento para que regresaras a explicarme lo de la visión Cándida —digo en voz alta.

No obtengo ninguna respuesta, ni nadie aparece para aclarar mis dudas. Sigo intentando por un buen rato hasta que desisto, y decido descansar un poco. En la tarde debo ir mi vestido de novia y entonces quizás pueda encontrar a alguien que pueda ayudarme en el callejón.

Hasta podría comentarle a Sergio, él podría conocer a alguien de confianza. Tiene que ser alguien de confianza.

***

—¿Está segura? —pregunta por tercera vez Sergio mientras que nos movemos entre las personas por uno de los callejones. Al parecer un buscador que trabaja para los guardianes de manera extraoficial tiene su espacio por esta zona.

—Sí, esas sombras del bosque son diferentes al hermano de mi madre —doblamos en una esquina y me detengo.

—No necesitas a ningún buscador, sígueme —dice Cándida parada frente a mí. Sergio se detiene un poco más adelante al darse cuenta de que no lo he seguido.

—¿Por qué te detienes? —mira a su alrededor en busca de algún peligro.

—Ella ha decidido aparecer —tomo su mano y lo hago caminar con rapidez detrás de una mujer que nadie más puede ver.

No me gusta mucho la dirección que está tomando, me trae muy malos recuerdos. También, es uno de los pocos lugares en los que se puede estar solo, allí, en la plaza las personas nunca se acercan demasiado. La evitan, así como yo lo he hecho desde la muerte de Carmelo.

—Hubiera preferido al buscador —murmura Sergio.

La única vez que ha visto a la abuela no ha sido su momento preferido, el tema de los fantasmas lo pone nervioso. No es que yo me sienta muy cómoda hablando con un muerto, pero la situación lo amerita.




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