Capítulo 5:
Libro negro
Tanils ha evitado las últimas tres semanas a su hermana Selt. Se la pasa la mayor parte del tiempo en su habitación y solo sale cuando la necesito. Carmelo por su parte parece haber olvidado el incidente. Su supuesto retorno de viaje por Pétalos de oscuridad no levanto ninguna sospecha en la ciudad, mucho menos en Selt.
Ella es la misma niña sumisa de antes, la jovencita obediente que no me causaba problemas antes de que su magia despertara.
Lo ocurrido en el bosque sigue sin explicación para mí. Taylor y esa anciana Tata lograron salir de Enmerald antes de que pudiéramos encontrarlos. Ahora desconozco su paradero.
Toco antes de abrir, entre abro la puerta.
—¿Se puede?
Tanils se encuentra a oscuras, tirada en la cama sin haberse cambiado la ropa de dormir, despeinada y sin ánimos de comenzar el día.
—Sí, madre. Puedes pasar.
Entro y cierro la puerta con cuidado. Camino hasta la ventana y retiro la cortina a un lado, paso el pestillo y abro. La luz del día es cálida y la brisa fresca. Es un muy buen día como para estar dentro de cuatro paredes.
—¿Por qué sigues encerrada en la habitación? —inquiero.
—¿Cómo sabes que ella no está fingiendo? —no puede ocultar el temor que siente hacia su hermana menor.
Nunca pensé que la mayor de mis hijas pudiera temerle tanto a Selt. No cuando es poseedora de una habilidad tan provechosa como tener el control de la mente de otro ser. En cambio, Tanils ha perdido la perspectiva de sí misma. Conocer el potencial de su hermana la desestabiliza.
Todavía no sé cuál fue el detonante para que Selt se ensañara con ella de la manera en que lo hizo. Carmelo no ha querido comentar nada al respecto, y Tanils estuvo abstraída durante las primeras semanas después de volver y ahora que pasa más tiempo encerrada…
—La tengo bajo control, no hay de qué preocuparse —recojo un poco mi vestido y me siento sobre la cama.
Tomo el cepillo de la mesita de noche y la hago que gire un poco para peinar su cabello. Ella se recuesta sobre mis piernas, tan asustada como cuando era una niña.
—No lo sé madre. Selt es la única que ha superado mis barreras mentales. ¿Cómo puede hacerlo? No lo entiendo. He pensado mucho, y estoy segura de que lo hice bien.
También he pensado mucho en eso. Mi pequeña hija ha conseguido evadir… No, esa no es a palabra. Selt ha logrado lo que nadie en su lugar ha hecho jamás, recuperar sus memorias una vez que han sido borradas.
—No tengo dudas de tus habilidades. Sé que hiciste un trabajo magnífico con la memoria de tu hermana, sin embargo, algo la ayuda a recordar… Solo tenemos que estar más atentas, ella suele ser predecible.
—Fue mi culpa madre. La hice enojar, yo… —se remueve de mis piernas hasta sentarse. La culpa baila en sus pupilas—. Le reclamé por estar de ofrecida con mi esposo, sé que me pediste que me quedara tranquila, pero no podía contenerme más. Le dije tantas cosas… Ella al principio parecía no entender de lo que le hablaba y hubo un momento en que cambio, su mirada no era la misma y entonces supe que estaba allí. Lucida, sabiendo todo lo que yo le había hecho.
Carmelo Acosta es el causante de todo el estallido de ira de mis dos hijas. Intentar explicarle a Tanils que no es su hermana la quien nada detrás de su marido, sino él quien acosa a su hermana es una pérdida de tiempo. Ella misma presencio los recuerdos de Selt, de esa manera se enteró del interés de su marido en su hermana menor. Sin embargo, ella prefiere pensar que Selt busca destruir su matrimonio.
—Ya hemos hablado, Tanils. No puedes reclamarle nada a Selt porque detonas sus recuerdos, la desestabilizas y si queremos evitar otro incidente como el que sufriste —Tanils se estremece—, te tienes que guardar tu incomodidad.
—Como digas madre. Prometo no volver a desobedecerte.
—Así me gusta. Ahora, no puedes seguir ocultándote en tu habitación, ya no sé qué decirle a Selt. Siempre se percata de tu ausencia.
Exhala un suspiro, se encorva desganada.
—No me siento lista madre.
—¿Lista para qué? —da un salto sobre la cama ante mi tono de voz. Se ve aterrada, imagino que mis orbes han cambiado de su característico carmesí. Cierro los ojos por un momento e intento relajarme. No concibo la idea de que ella pueda temerle a su hermana a tal grado de querer ocultarse entre cuatro paredes—. Tanils, ¿le tienes miedo a tu hermana?
Los labios le tiemblan al intentar hablar. Se invirtieron los papeles, era Selt quien le tenía miedo a su hermana tanto así que siempre tuve que estar en medio para evitar que Tanils hiciera de las suyas, y ahora sucede todo lo contrario.
—Viste de lo que es capaz. ¿Quién no le temería, madre?
—Tanils, no puedes demostrarle miedo a tu hermana Todo lo contrario arréglate y sal de la recámara antes de que se vuelva extraño tu comportamiento.
Coloco el cepillo en sus manos, y me levanto. Camino hasta la puerta.
—Voy a salir, para cuando regrese no te quiero ver aquí.