Inmortal. Guardianes 2. Origen de los oscuros

Capítulo 6: Diecisiete primaveras

Capítulo 6:

Diecisiete primaveras

 

Selt Riquelme

 

Hay días en los que despierto y siento que me falta algo. No estoy segura de qué, de hecho, algunas cosas en mi cabeza no encajan del todo. No puedo explicarlo, pero es algo que siento muy dentro de mí.

Lo último que recuerdo es la fiesta de cumpleaños de Mia, el baile y luego todo se volvió negro… el señor Arturo murió, y cada vez que pienso en eso me siento culpable y no entiendo por qué. Nadie me explica que fue lo que ocurrió con exactitud, siempre encuentran la forma de evadir el tema y para cuando me percato no encuentro manera de retomarlo.

No es lo único que me perturba, tengo la sensación de que he perdido el hilo de algo muy importante y por más que busco no lo encuentro.

También, están las pesadillas. No dejo de mirar a una mujer que no conozco siendo degollada, su sangre siempre da forma a algo en el suelo, pero nunca termino de ver que es, y como esa tengo muchas otras. Bestias sin control que me atacan o persiguen, lo que no tiene sentido porque asumo que no ha pasado nada extraño en la ciudad, mi madre ya hubiera mencionado algo y no ha sido así. Y la niña, veo una niña en mis sueños con ojos carmesís que me pide ayuda, desea ser libre.

Mi mente es un caos de recuerdos que no tienen sentido. ¿Qué me pasa? Si tan solo pudiera hablar con Mia, pero ni siquiera sé dónde pueda estar. No la he vuelto a ver, tampoco he salido de casa desde la muerte del canciller. No me he sentido bien en estos últimos casi nueve meses, me estoy familiarizando con mis recién descubiertas habilidades mágicas. Mamá dice que debo aprender a dominarlas para no lastimar a nadie, y mientras eso sucede debo permanecer en casa.

He preguntado por Mia, a mi madre y hermanas, no saben a dónde fue. Recuerdo que estaba comprometida con un muchacho, no estoy segura de su nombre, pero me siento molesta por no… ni siquiera sé con seguridad el origen de mi incomodidad con la idea de un matrimonio, que ni siquiera es mío.

A este ritmo me voy a volver loca.

Observo mi retrato en el espejo, no tengo ánimos de compartir con mi familia esta noche, pero mi madre ha organizado una velada por mi cumpleaños número diecisiete, algo muy íntimo. Hoy es 28 febrero cuando termine la noche e iniciaré el 1 de marzo, cumpliré diecisiete años. Nací el 29 de febrero, una fecha que solo se da en los años bisiestos, de cada cuatro años.

Debería sentirme feliz, de alguna manera las cosas han mejorado en mi familia. Mis hermanas me toman en cuenta en sus pláticas, algo que no ocurría antes. El despertar de mi magia ha marcado un antes y un después en mi vida. Aun así, no puedo sentirme feliz.

De mi cuello reposa una cadena con un dije en forma de lágrima, es una piedra lunar en un tono blanco azulado que pertenece a Sergio, a quien no he vuelto a ver. No puedo recordar cuando él me hizo entrega de su cadena, lo único que ha venido a mi mente en busca de ese momento es, una sombra que intenta decirme algo, pero esa es una de mis memorias que se encuentra incompleta.

Mi madre me ha comprado un lindo vestido para hoy, color verde bosque. Me hace recordar mis días de soledad en la naturaleza, mis días de tranquilidad. Esos que no he podido disfrutar de nuevo por este encierro, he mejorado mucho en mis habilidades o eso creen, ya pronto debería poder salir. Espero que eso sea muy pronto, necesito encontrar respuestas.

Me alejo del espejo y voy hasta la puerta, que difícil se me está haciendo poner un pie fuera de mi habitación. Mi cuerpo ha comenzado desde hace unos pocos días a repelar todo a mi alrededor, me siento incómoda en mi propia casa, en presencia de mi madre, de mis hermanas y de Carmelo, el esposo de Tanils. Sobre todo, con él, ese hombre tiene una mirada de mirarme que no me gusta. Mi instinto dice que huya, de todos ellos, también necesito saber por qué. Dejo la habitación sin ningún tipo de ánimos, pero me obligo a mantener una expresión cordial.

Todos están en la sala: mi madre, elegante con un vestido azul cielo; Tanils, en un vestido gris; Nariel, luciendo un color marfil; y Carmelo, quien tiene el rostro desfigurado. Según lo que escuche lo ataco una bestia hace algún tiempo, pero es algo que yo no recuerdo.

— ¡Feliz cumpleaños, querida! —Mi madre me abraza y me da un beso en la mejilla. Sonrío, mis labios se sienten forzados a realizar ese gesto.

De mis hermanas espero lo mismo, y el primer pensamiento que viene a mi cabeza es que nada de lo que ocurre está bien. Sin percatarme estoy de mal humor, una sonrisa no es adecuada mientras en mi mente se teje una línea de recuerdos que creí incompleto y que ahora parecen tener sentido.

Ya he estado en esta sala con mis hermanas y mi madre, esperábamos la llegada de alguien y por alguna razón no estoy conforme con estar presente, las habilidades de mi hermana Tanils controlando mis acciones y gestos me hacen retroceder de manera involuntaria. No entiendo por qué me lastimaría, yo no comprendo tantas cosas.

—¿Estás bien? —pregunta preocupada, y me parece raro que Tanils se preocupe por mí cuando hace un instante recuerdo que aprisionaba mi mente con sus invisibles manos.

—Sí, es solo que estoy un poco abrumada con todo esto. No me lo esperaba —miento. La realidad es que siento miedo a lo que mi mente no es capaz de mostrar con claridad, miedo a ella. A todos ellos.




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