Capítulo 9:
Pasado
Sonia Riquelme
—El concejo esta dividió en este momento —Cesar Acosta el padre de Carmelo ha estado poniéndome al corriente de las decisiones que están por tomarse en Pétalos de oscuridad, y por lo visto no son nada alentadoras para nosotros—. La familia Arellano ha tomado un gran interés por Enmerald, yo diría que es más personal que otra cosa. ¿Tienes alguna idea de por qué?
Cesar ha envejecido mucho desde el día en que nos conocimos, se ve agotado con la extenuante vida y aún no hemos conseguido un puesto importante entre los guardianes. El tiempo pasa y siento que las agujas del reloj van retroceso alejándome de mis objetivos en vez de acercarme.
—Seguramente es por Selt —mi hija ha conseguido el interés de ese joven lobo, y eso representa un problema. Esa familia ha sido imposible de influenciar, fiel a los principios de los guardianes.
Han sido ocho meses en que el concejo nos ha mantenido a la expectativa sobre quien tomara las riendas de la ciudad, durante este tiempo Cesar ha estado a cargo en busca de que la gran ciudad de los guardianes lo tomen en cuenta, pero no ha sido suficiente.
—Lo imagine, ese muchacho que estuvo hace meses por aquí, Sergio. Él tiene que saber algo, y se va a convertir en una piedra en nuestros zapatos —asegura Cesar.
No lo pongo en duda, aunque mi hija nunca ha mencionado a Sergio y a su amiga Mia, ella sola no pudo haber descubierto todo. Por si misma nunca hubiera llegado siquiera a encontrar un indicio de la familia Olmos, tuvo ayuda.
—Están por llegar a la ciudad, dejaré que se reencuentre con Selt…
—¿No es eso peligroso? Él podría…
—No lo creo, la llegada de Mia la tendrá ocupada. Y en un día dudo que puedan hablar tanto sobre el pasado, esa misma noche trataré de atraerlo a casa y allí nos haremos cargo —me levanto y camino hacia el ventanal que da al jardín—, deja de preocuparte tanto por ese muchacho. Dudo que haya hablado con alguien, ¿quién le va a creer?, no tiene como respaldar nada, y Arturo está muerto.
Ya es bastante tarde y mis hijas no han regresado, ¿será que se complicó algo? Quizás debí haber ido personalmente a comprobar el dominio de las nuevas criaturas que han nacido de la oscuridad. Ya comienzo a preocuparme.
—Espero que tengas razón. Augusto Arellano es un hombre difícil, y si lo eligen a él antes que, a mí, de nada nos sirvió deshacernos de Arturo y los ostros guardianes de la ciudad.
Eso me deja desconcertada.
—Pareces muy seguro de que lo elijan a él —en una de las hileras del jardín camina una niña.
Mi pulso se acelera, no hay niños en la casa de los Acosta. Además… no puede ser. Ella no puede estar de regreso, está muerta. Yo me aseguré de eso.
—Tenemos que pensar en esa posibilidad Sonia. Si nos dormimos en los laureles nos ahogaremos —le escucho decir a Cesar, pero mi atención en esa pequeña pelirroja que juega en el jardín.
Han pasado años que no veía su rostro, la última vez su vida se deslizaba por la filosa hoja de una daga. ¿Acoso es mi mente imaginándose cosas? Federica no puede estar allí, hace mucho que dejo de existir en este mundo. Todos ellos dejaron de existir, cierro los ojos por un segundo.
Respira, Sonia. Los muertos nunca han regreso a atormentarte, no lo harán ahora.
Abro los ojos y todos están allí, doy un paso atrás. Mis otros dos hermanos también han aparecido, y mis padres. Tropiezo con algo.
—¿Sonia qué te pasa? —aparto la vista de la ventana. He tumbado una mesa con un florero con mi cuerpo. Balbuceo una disculpa—. Te veo algo alterada.
—No te preocupes, creí ver algo. No tiene importancia —me llevo la mano al pecho, mis latidos siguen acelerados.
—¿Está segura?
—Sí, quizás solo necesito descansar. Lo mejor es que regresé a mi casa, y cuando mis hijas y tu hijo vuelvan le dices que tuve que irme —la curiosidad de mirar a través de la ventana de nuevo me está matando, quiero corroborar que ha sido una mala jugada de mi memoria. No me atrevo.
—Tienes razón, todo lo que ha pasado en estos meses nos tiene a todos agotados —me acompaña hasta mi carruaje.
El anciano que trabaja para mí como cochero se pone rápido en movimiento, es un hombre fiel que ha sabido mantener la boca cerrada por muchos años.
Es una noche fría, helada en realidad. Me acaricio la sien con la esperanza de relajarme un poco. Selt me ha ocasionado tantos problemas últimamente, que provoca destruirla. Nos alejamos de las residencias de los Acosta, y el aire se convierte en un aliento invernal.
—Parecías asustada hija —tiemblo.
Había olvidado como era el tono de voz de mi madre y ahora está frente a mí. Con la garganta abierta y la sangre bañando su pecho y vestido.
Cada uno de ellos se encuentra en el interior del carruaje, mis dos pequeñas hermanas están a su lado de frente a mí, y mi padre y hermano a mi lado. Helándome la sangre con su presencia.
—No eres real —murmuro. Ella suelta una carcajada.