Capítulo 13:
Esqueleto
Selt Riquelme
—No es necesario que me acompañes.
Delia vive en una cabaña en el bosque, alejada de todos. No es la misma en que mi abuela Cándida se encerró con Carmelo, de eso estoy segura.
—No voy a dejar que vayas sola —ha cargado con el paquete envuelto en un lazo desde la mansión De la rosa. He ocupado todo su día, y supongo que tiene cosas que hacer. Con todo lo que está sucediendo en el concejo, lo menos que debe tener es tiempo para hacer visitas, como yo.
Enmerald se encuentra en un proceso de cambio, ya tiene un canciller, pero por razones que desconozco el concejo de guardianes nombrara a alguien más. El liderazgo de la ciudad se encuentra en manos del padre de Carmelo. Su reemplazo sería un hombre lobo de la familia Arellano, el parentesco que tiene con Sergio es lejano, sin embargo, está aquí para apoyarlo.
—Gracias. Estoy tan feliz de que hayas regresado, y que Mia este bien —avanzamos por el bosque.
—También estoy feliz de verte, estuve muy preocupado. La muerte de Arturo fue un golpe muy duro para los guardianes, pensé que te encontraría cuando volviera a la mansión, pero no estabas allí. ¿Recuerdas algo de esa noche?
Intento revivir ese momento, el baile que duro tan poco. Mia se volvió una bestia y Sergio fue tras ella, sé que estuve con Camille y luego salí. Fue cuando vi por última vez a Tata y al tigre, y luego todo se volvió oscuro. Hasta allí llega ese recuerdo.
—Salí de la mansión a buscarlos… todo está oscuro desde ese momento —comienzo a sentirme frustrada.
Sus ojos azul verdoso se desvían para admirar la naturaleza, y presiento la duda aun cuando no ha dicho ni una sola palabra.
—No me ocultes nada —le pido.
Sergio golpea una pequeña rama en el camino, parece indeciso.
—Regrese con Mia. Los guardianes estaban en la mansión. Taylor me comentó que desapareciste, o más bien que un jumper te llevó a algún lugar. Me preocupé mucho, quise buscarte, pero Fabián llegó y me dijo que te había acompañado a tu casa. Si no puedes recordar es difícil saber quién miente.
Ese es el problema, la desconfianza que tengo hacia su amigo y ninguna prueba para afirmar lo que siento. Quisiera no ser la responsable de fracturar su amistad con Fabián, sin embargo, no puedo confiar en ese felino. Algo dentro de mí insiste en que debo tener cuidado con él.
Ya puedo ver la cabaña a lo lejos.
—No creo que Fabián me haya llevado a casa, no confió en él —expreso con seguridad, aunque estoy ciega ante ese posible hecho.
—¿No lo recuerdas y aun desconfías de él? —nos detenemos. Me mira, me pierdo por un segundo en su mirada. La mezcla entre el azul y el verde es maravillosa, un deleite para mí.
—¿Acaso confié en él antes?
—No. Siempre tuviste tus reservas en cuanto a mi amigo, supongo que comenzaré a tenerlas yo también. Arturo fue traicionado y todavía se desconoce por quien —hay pesar en su voz.
Sé que es difícil para él desconfiar de su amigo. No soy quien, para ponerlo en esa situación, pero tampoco puedo mentirle.
—Lo siento, Sergio. Lamento todo esto.
—No tienes por qué disculparte. No es culpa tuya, por el contrario, les diste información importante a los guardianes en su momento. Has sido de mucha ayuda.
—¿Sabes que le ocurrió a Taylor y Tata? —cambio el tema. No puedo ir contra Fabián sin saber todo lo que he olvidado, necesito recordar y poner cada cosa en su lugar. Solo así sabré que fue lo pasó esa noche.
—Se encuentran en Pétalos de oscuridad, mi familia les ha dado alojamiento. Ahora que Arturo no está, y que su esposa ha perdido la razón ellos han abandonado a la familia, tampoco se siente a gusto con Fabián —explica.
Alcanzamos el puente de madera que atraviesa el pequeño estanque de agua hasta la cabaña.
—Debe verdad lamento tener que generar dudas con respecto a tu amigo, pero no puedo verlo sin que algo dentro de mí me ponga en alerta —soy lo más sincera posible. Ojalá me equivoque con respecto a ese felino, de verdad espero que así sea.
—No tiene importancia. Por cierto, Tata te mando a decir que tuvieras cuidado con los ojos de demonio.
No tengo idea de lo que pueda significar.
Estar cerca de la cabaña me hace sentir como si me hubiera quitado un peso de encima, porque eso eran las visiones: un peso, una culpa, un dolor insanable. Y ahora me siento libre como un ave surca los cielos. Mia está viva y bien. Eso es lo único importante, ella es lo más importante que tengo en la vida. Es como si solo fuéramos nosotras dos, como si solo nos tuviéremos una a la otra.
La pequeña casa de Delia está frente a mí, y no puedo evitar sentir ese insoportable sentimiento de pérdida, el mismo que se albergó en mi alma durante más de ocho meses por Mia y Sergio.
Nada es como lo recuerdo: la cabaña está cubierta de musgo, como si el bosque la reclamara. Se encuentra tan descuidada que con una simple frisa se derrumbaría. El miedo hace acto de presencia, y no quiero pensar. Tengo tanto miedo de pensar…