Las semanas siguientes solo fueron de mal a peor.
Tuve que ausentarme del trabajo para cuidar a tiempo completo a mi madre.
Tenía muchos ataques de ira, que luego la hacían sumergirse en una completa depresión.Las semanas fueron pasando y no había mejoría.
Un día notamos que su cabello comenzó a caerse, en pocas semanas no tenía ni un cabello sobre su cabeza.
Tuve que volver al trabajo, pero contrate a una enfermera que me ayudara con la tarea de cuidarla.
Pero mayor fue mi sorpresa cuando en la oficina solo hablaban de dicha vacuna.
Un compañero de trabajo también tenía efectos secundarios de la vacuna.
Mostraba una piel con ronchas, sus capacidades motoras eran deficientes.
Daba dos pasos y se caía, o se tropezaba con algún escritorio, o pared, o puerta, tenía un hematoma en la cara que daba señal de que tenía algún tiempo luchando con estos síntomas.
—Estoy realmente preocupada. —Comentó Alicia sentándose a mi lado en el almuerzo.
—¿Te vacunaron? —Indague.
—No, pero a mi hijo sí, les expliqué que él jamás se enfermó y fue quien me cuido, pero no entendieron razones. —Una lágrima escapaba de sus ojos.
Pero no podía consolar a nadie, yo mismo estaba viviendo un infierno en mi casa.
—La OMS no se ha pronunciado. —Añadió desesperada.
—No creo que lo hagan, ellos mismos recomendaron no aplicarse dicha vacuna. —fui un tonto, pues apenas llegó la vacuna moví cielo y tierra para que mi madre fuera una de las primeras vacunadas.
Al salir ese día del trabajo contemple con más detalles a las personas que me rodeaban.
Era un nuevo padecimiento lo que estábamos enfrentando, solo que este no se contagiaba, ese estaba desarrollándose en el cuerpo de cada una de las personas que se aplicaron dicha vacuna.
Pero todo se fue a la mierda en las siguientes semanas, el gobierno no tenía respuestas de cómo se tratarán dichos efectos.
Más y más gente comenzó a presentar síntomas.
Por ende el gobierno sin saber que otra cosa hacer, decretó un aislamiento social radical, sin embargo eso solo causó mayor caos en la población.
Las personas salimos a la calle a buscar alimentos, pero al encontrar los establecimientos cerrado desencadenó una ola de saqueos.
Hombres y mujeres comenzaron a romper las santamarías de los negocios y entrar a la fuerza y llevarse todo lo que podía.
Yo entre en un supermercado y tome un carrito, dejándome llevar por el furor del momento, metí todo lo que encontré a mi paso, salía de un lugar y entraba a otro con la adrenalina recorriendo mi cuerpo.
La policía llegó al lugar, pero solo un segundo trataron de contener el caos, sin embargo se percataron de que era imposible, comenzaron ellos a ser parte de saqueo.
Cuando mi carrito se llenó, fui a la casa, lo deje allí y volví a salir por más.
Pero pronto se acabó todo lo útil así que volví con otro carro por la mitad.
Mi madre y la enfermera no entendían nada.
—¿Me puedes explicar que es todo esto? —Gracias a los calmantes mi madres se mantenía en un estado de serenidad.
—Hay saqueos, el gobierno no tiene respuestas y la gente solo entro en caos. —Expliqué viendo que la mayoría de las cosas solo servirán si fuese a realizar una fiesta, por suerte el segundo carro lo que más había eran sobres de sopas.
—Yo debo retirarme señor Frank, desde la tarde he intentado llamar a mis hijos, pero no me responden, tal vez estén metidos en esta vaina del saqueo.
—No se preocupe señora María luego me cuenta. ¿Mañana si podrá venir?
—Si mijo yo mañana vuelvo.
En contra de todo pronóstico, me senté a ver las noticias, había saqueos a nivel mundial, pero la OMS seguía sin dar señales de vida.
Mi madre comenzó a arreglar las cosas en la alacena y luego se fué a dormir.
De nuevo me llamaron del trabajo avisando que no fuera pues la cuarentena era radical, pero que podía trabajar desde mi casa y así lo hice.
Con el pasar de los día hubo una ola de suicidios, personas que no podían recordar su nombre saltaban de los edificios.
Subió la tasa de homicidios, pues los inoculados en un ataque de ira terminaban matando a su familia, en el día se escuchaba como había choques de carros.
La enfermera no pudo ir más y no podía reprocharle, la calle era un caos y si salías te arriesgas a no volver.
Pasó un mes y deje de asomarme a la ventana, pues el paisaje se fue deteriorando, las calles estaban llenas de basura, de carros mal estacionados, de cuerpos descompuestos en el pavimento.
Cierta mañana me encontraba desayunando con mi madre, preocupado miraba como no quedaba casi sedantes, debía conseguir más, pero me aterrorizaba la idea de dejar sola a mi madre.
Quien se había quedado totalmente ciega, mi teléfono vibro notificando la entrada de un mensaje.
"Frank mi hijo acaba de morir, solo te escribo para despedirme de ti, sin él en este mundo no me queda nada para seguir con vida, gracias por todo tu apoyo, con amor Alicia"
Pase el día triste, entendía que el planeta se fue a la mierda y los pocos que quedamos en algún momento también pereceremos.
Acosté a mi madre y me fui a mi cama, no podía dormir, daba vueltas, pensando que tal vez, no es valiente quien se queda en este plano, sino el que se va para estar con su familia.
Cerré mis ojos y obligue a mi cuerpo a dormir, debía hacer algo, buscar medicina para mi madre, más comida y al menos un arma.
Un sonido hueco me despertó, pero decidí ignorarlo, ya que en los últimos meses ese era el sonido de cuando alguien se estrellaba con el suelo.
Me levanté en la mañana siguiendo mi rutina, cuando termine, fui en busqueda de mi madre, pero no estaba en su cama.
Desesperado busque en toda la casa, pero no encontre ningun rastro de ella.
Entre a su cuarto por quinta vez y fue cuando lo note su ventana estaba abierta y una nota estaba en el suelo de esta.