—Lo lamento tanto, Lacey —por más que quisiera aceptar el apoyo de April mi mente no me iba a dejar hacerlo —se lo que se siente perder a alguien importante —porque ella solo había perdido a un gato.
Justamente ese día se cumplieron las dos semanas y Gwen no despertó.
La sorpresa atrapó a muchos porque esa noche la vieron desmayarse varios de sus clientes y admiradores, sorprendidos de saber que tal enfermedad afectaría a una verdadera celebridad.
Gwen ya no estaba conmigo.
Ahora vivía sola y no tenía acceso a su dinero, porque todo estaba en una cuenta bancaria cuyo beneficiario era mamá.
Ella tendría el acceso al dinero y esta mañana me comentó que tenía planeado usarlo para pagar la universidad de Allison pero también me daría una pequeña parte para poder solventar mis gastos durante algunos meses.
La renta de Gwen era lo bastante cara como para solo darme dos opciones.
Mudarme o buscar un Roomie.
—¿Y qué vas a hacer?
—Supongo que mudarme. El problema será encontrar un buen departamento.
—¿Y qué dijo tu madre?
—Gwen siempre quiso ser cremada; así que cuando estén listas sus cenizas se las enviaré. Ella quiere organizarle un funeral estilo Hollywood y esparcir a Gwen en el lago donde solíamos pescar.
—¿E iras?.
—No lo creo. Desde que perdí mi beca ella no me ha hablado de la misma forma.
—¿En serio?
—Gwen y yo habíamos pasado navidad juntas desde hace cinco años. Supongo que para ella yo estoy muerta.
—De veras lo siento. —Después de que papá murió mamá no fue la misma.
Nos ignoró durante semanas; después empezó a salir con Phil, tuvieron a Allison y mi madre se entusiasmo, como sí creyera que por fin tenía una oportunidad de volver a hacer las cosas que hizo mal.
Gwen pasaba todo tu tiempo libre pintando y yo estudiando en vez de salir con chicos.
Pensé que ganar esa beca me ayudaría a progresar y mi madre se sintió feliz conmigo por primera vez en años. Pero perdí ese logro y desde ese día ella no me ve igual, porque tuvo que pagar mi universidad trabajando turnos de casi 16 horas como mesera.
—Pero cuéntame. Como fue que pasó lo de esa noche.
—Gwen se desmayó y de inmediato llamaron a los paramedicos. Ese día se habían reportado diversos casos de contagio por esa zona.
—¿Magnates?
—No, empleados; El punto es que cuando llegaron nos obligaron a hacer un examen de sangre. Yo salí ilesa al igual que la mayoría de los invitados.
—Eso es bueno.
—Sí —ojala hubiese sido yo y no ella.
Regresar a casa sola, luego de verla caer, y contemplar sus trabajos me hizo recordarla como sí aun estuviese pintando esos hermosos cuadros que ahora debía entregarlos.
—Ten mucho cuidado —April me ayudó a empacarlos— procura cubrirlos con plástico primero.
—Esta bien —eran demasiado delicados.
Romperlos haría que me metiera en problemas legales.
Esas eran las únicas copias que existían y yo apenas sabía pintar con acuarelas.
April colocó los cuadros dentro de una caja de madera y usó la pistola de clavos para sujetarla. En cuanto terminó tomó la caja y la llevo a la entrada, caminando entre todo el lugar que fue el estudio de Gwen.
—¡Cuidado! —Tirando por error un pequeño vaso repleto de pinceles.
—Disculpa —el vaso de los pinceles secos.
—No hay problema —todos los pinceles cayeron esparcidos por el piso— ¿Eh? —junto con una cosa que creí nunca volvería a ver— no puede ser.
—¿Qué es eso?
—El collar de mi abuela Margaret —Una cadena de oro adornada con un dije de mariposa—. Ella se lo dio a Gwen en su cumpleaños 16.
—¿En serio?
—Sí. Lo tuvo desde niña. Mi madre nunca supo de eso y nos pidió mantenerlo el secreto. De hecho ella me prometió regalarme algo así en mi cumpleaños 16.
—¿Y qué paso?
—Murió antes de que eso pasara.
—¡Oh por Dios!
—No te preocupes —Ponérmelo fue como abrir mi mente a un portal mágico que me conducía a la nostalgia.
Gwen y yo jugando con cosméticos y joyas de fantasía.
—Como amaba este collar —Todos los días, antes de empezar a pintar, Gwen lo guardaba en ese bote de pinceles secos, supuse que por eso siempre usaba dos—No te preocupes, Gwen. Te prometo que lo voy a cuidar.
—¿Ya te hicieron el deposito?
—No y la verdad ya me estoy preocupando —Habían pasado nueve días, desde que Gwen murió, y mi madre todavía no me enviaba el dinero.
Tenía que pagar la renta en la proxima semana o sería desalojada.
—Calma, lo resolverás —la verdad dudaba mucho.
Mi próximo cheque llegaría en tres semanas y sí pagaba la renta con ese dinero no quedaría mucho para solventar el resto de mis gastos, como la comida.
—Al menos las apps dan muchos cupones, Lacey
—Eso sí —en un caso así UberEats podía ser útil.
Pedí una ensalada, con un cupón del 50 por ciento de descuento, lo bastante grande como para que me pudiera rendir dos días. Y en casa habían varias cosas de Gwen que podía vender, como sus pastillas.
—¡Día difícil! —las cuales también podía ponerlas en la comida de Mark— ¡Digo!, Levi no te volvió a corregir, o sí señorita Tesla.
—Tesla era un inventor, Mark. No un químico.
—Uy, hasta que contestas algo bien. No entiendo porque no das clases de física.
—Sera porque tenemos maestro de física —April actuó a la defensiva.
—Aja, y a el no lo corrigen —pero Mark seguía aferrado con atacarme.
El idiota caminó al refrigerador; tomó su jugo de mango y un burrito que puso en el microondas. Luego se sentó a lado de nosotras, como sí estuviésemos interesadas en hablar con un hombre que de seguramente nació en el día que mataron a Lincon.
—No se ve que tengan muchos animos de platicar, chicas. ¿Les ocurre algo?
—La verdad no, Mark —pero yo me sentía a la deriva de hablar— es solo que tengo cosas más importantes de que preocuparme. Como ver de donde sacaré el dinero para pagar la renta de mi departamento.