Inmunes

4

Hunter

Cuatro horas antes

—Ya llegamos —una vez más me tocó un tipo que seleccionó la odiosa opción de efectivo en vez de tarjeta—, son 15.87—. Como odiaba cuando eso pasaba

—La app me indicó 12.48 —porque eran los que más se negaban a pagar.

—Ese punto es un porcentaje promedio, amigo; puede aumentar o disminuir, dependiendo del lapso.

—Y yo qué culpa tengo.

—Hubo dos ambulancias en el camino, señor.

—Pues ese no es mi problema —el tipo, de muy mala gana, me dio trece dolares...— Vayase a la mierda.

—Hijo de puta —...y me calificó con una estrella.

Y de nuevo se repitió la historia.

Mi taza quedó afectada y otra vez iba a tener problemas para ganarme un bono por culpa de un idiota que me hizo hacer un viaje de casi cuarenta minutos. Pero la verdad no tenía sentido quejarme.

Él se había ido y el día estaba muy lento.

La app decía que había una muy baja demanda en casi la mitad de Nueva Jersey.

Eso pasaba después de las diez, ya que casi todos estaban en sus oficinas y la demanda volvería a subir hasta las cuatro de la tarde.

Por lo general solía desconectarme a esas horas e ir a un Starbucks, como un pequeño break. Tenía mi iPad, dinero para pagar una comida y quizás hoy sí encontraría la inspiración que necesitaba para mi proyecto.

—Un latte mediano y un muffin de zarzamora.

—En seguida —Starbucks era de los lugares que nunca me criticaba por quedarme el tiempo que quisiera. Había Internet gratis y música relajante que me hacían grata compañía—¡Hunter!

—Aquí —como una rutina de todos los días—¿Qué sería bueno usar ahora?

Tenía demasiadas ideas.

Podía usar al tipo que me quedó debiendo casi tres dolares como una inspiración vengativa o a Ray, él casero que subió la renta de mi departamento a un treinta por ciento.

Todo eran fantasías vengativas.

No podía usar eso.

¿O sí?

Claro que no.

Necesitaba...

—Vamos —...algo original.

Pero no hubo nada.

Pasaron dos horas y seguía sin encontrar esa idea.

—Vamos —de hecho la mayor parte del tiempo lo gasté viendo Netflix.

Revecé la app y para mi sorpresa no había demanda.

Conectarme sería una verdadera perdida de tiempo...

Ring Ring ,

—Bueno —...a menos de que tuviese una segunda opción.

—Hunt, hermano. ¿Cómo te va? —oír a Dito al teléfono fue como sentir que mi día fue iluminado. 

—Todo bien—Dito es un amigo que conocí cuando trabajé en Pizza Hut; él y yo fuimos compañeros de trabajo ahí durante casi tres años— Ya sabes día lento.

—Te creo —yo renuncié hace seis meses porque quería trabajar en Uber y Dito se quedó; lo curioso es que un par de semanas después lo ascendieron a asistente de gerente— pero veo que no estas ocupado.

—La verdad quería trabajar en mi proyecto. Ya sabes por lo de...

—Sí, hermano, lo que tu digas —típico de él—. Oye viejo tengo algo que decirte.

—¿Qué pasa?

—Tengo tres pedidos y todavía no llega ninguno de mis repartidores.

—¿Hablas en serio?

—Vamos, viejo; te los voy a pagar bien. Además hoy van a entrar muchas ordenes —su suplica fue como esperar a que la respuesta fuese un "No"—Recuerda. Puedes quedarte con las propinas —pero nadie se podía resistir a tal oferta.

La mayoría de los repartidores solía trabajar en UberEats durante esas horas. Encontrar a uno disponible era difícil y yo lo veía como un adicional.

—Suerte viejo.

Mi primer pedido fue al noreste.

Había poco trafico, las personas transitaban y entregué el alimento a un guardia de seguridad. El segundo me llevo a un barrio de departamentos donde me recibió una mujer cargando un bebe, por su aliento imaginé que estaba fumando hierba. Y el último fue la paquetera FeDex, al final reuní seis dolares y medio en propinas.

—Ya llegué.

—¿Qué crees hermano?

—¿Qué?

—Entraron otros dos más —Y todavía no era medio día.

Estos dos pedidos me llevaron a un edificio de oficinas y a una escuela primaria. Ambos clientes me midieron el tiempo y solo uno dio propina.

Dos dolares.

—¡Oh por Dios! —cuando regresé había más—. ¿Estas hablando en serio?

—Me temo que sí —pero parecía ser una broma.

—¿Son siete pizzas?

—En realidad son ocho. Hacerlas fue mucho trabajo.

—¿A qué te refieres?

—Tuvimos que retazar un pedido para una escuela, debido a que solo te tenemos a tí.

—Pero son demasiadas.

—Puedes guardarlas en tu cajuela, además te va interesar, viejo.

—¿De qué hablas?

—Ya están pagadas y el cliente dijo que sí las pizzas llegas antes de la 1:30 te dará una propina de cincuenta dolares.

—¿Cincuenta dolares? —por fin una oferta tentadora.

—Así es —y era a un destino cercano—. Pero primero debes llevar la orden atrasada.

—Aja —lo bueno era que esa orden solo me iba a retazar unos minutos.

La escuela secundaría Harper Robbinson.

—Vaya —verla fue como recordar esos días en los que iba a la escuela.

Un lugar que se veía muy vació en las horas de clase.

Pero no tenia tiempo para fijarme en esos detalles.

Di la señal de que había llegado y esperé en la entrada.

—Vamos —pero nadie vino.

Esperé cinco minutos, toqué a la puerta y envié otro aviso pero nadie respondía. Ahora solo tenía veinte minutos para entregar ese paquete o perdería esos cincuenta dolares.

—Maldita sea —pero no podía entrar.

Eso contaría como un allanamiento de morada, a menos que alguien abriera inocentemente la puerta, como un estudiante o...

—No voy a perder ese dinero—...un repartidor necesitado.

La dirección de Dito decía que debía entregarle la pizza a una tal "Lacey Patterson", más no algún salón o referencia en caso de que pudiese entrar a la escuela , por eso me confié con encontrar alguien en los pasillos, como un prefecto o monitor.



#109 en Ciencia ficción
#518 en Thriller
#183 en Suspenso

En el texto hay: apoyo confianza, virus, uber

Editado: 17.10.2020

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.