"Lana"
Mis ojos se abren y el sueño desaparece inmediatamente.
Que raro.
Miro el techo.
—<Yo no me despierto en la madrugada, y tampoco tengo insomnio >—digo en mi mente.
No siento sed. No siento ganas de ir al baño Pero tampoco tengo sueño.
Agarro mi teléfono de la mesita de noche y lo enciendo para ver la hora.
Son las 3:04 de la madrugada.
Pero algo no anda bien. Siento una incomodidad muy rara. Una sensación que no logro entender.
Me levanto lentamente de mi cama. Miro el suelo y me debato entre ponerme las chanclas o no.
Al final me levanto sin ponermelas y me acerco a la puerta aún con la luz apagada y las cortinas cerradas.
El piso esta frío. Abro la puerta con cuidado y noto el pasillo vacío y oscuro.
Camino hasta el final del pasillo lentamente.
Veo el reflejo de una luz en las paredes de las escaleras y me decido a bajar a la sala de estar.
El televisor está encendido y hay alguien en el sofá. Seguramente es el señor Willian que se quedó dormido viendo una película.
De la nada un extraño olor invade mis fosas nasales, era metálico y fuerte.
Sentía que conocía ese olor, ¿pero de que?
Me acerco con pasos discretos y miro a la mesita Pero no está el control.
Decido ignorar el olor.
Camino un poco más hasta quedar frente del gran televisor. Reviso en la mesita de abajo Pero no hay nada.
El olor vuelve y se hace tan fuerte que hace que me de la vuelta.
Mi garganta se cerró en un grito que nunca salió.
Mis ojos se negaron a creer lo que veia. Mi cuerpo estaba inmovil, pero mi mente solo intentaba hacerme creer que el estaba dormido y que esto solo era una pesadilla.
Mi estomago se retorció violentamente, las piernas empezaron a fallarme.
El señor Willian está... Muerto. Sus ojos están abiertos y... vacíos. Hay un agujero hecho por una bala en su pecho. La sangre gotea de un brazo que está fuera del sofá, creando un charco mientras el brazo gotea lentamente.
Inesperadamente reconozco que tipo de arma fue usada. Empiezo a escuchar mi corazon en los oídos.
Un sonido seco Pero grave hizo eco en la gran casa.
Doy un paso atrás. Mis alarmas se activan.
No estamos solos
No grito. Respiro profundo y lentamente vuelvo por dónde vine
Con una calma y tranquilidad que ni yo misma se de donde viene.
—<¿Voy a dónde la señora o busco a los niños? >—es lo primero que pienso.
Me decido por los niños. Con tanta tranquilidad subo las escaleras. Paso por el pasillo y me paro al frente de la puerta de los varones pequeños de la familia.
Con tanto silencio y cuidado abro la puerta.
Entro e inmediatamente cierro. Me acerco a la cama de Willian junior.
Enciendo la linterna de mi celular mientras camino hacia su cama.
—¡Willi! —dije su nombre en un susurro tembloroso.
Lo alumbro para llevarme la sorpresa que me quita el aliento.
Willian junior está muerto.
Vuelvo a quedarme paralizada y el olor a sangre empieza a volver a inundar mis sentidos.
Y al igual que con el señor, esto fue recién. El cuerpo aún está caliente.
E igualmente se utilizó la misma arma.
Agarro la sabana con la mano izquierda temblorosa y le tapo la cara. Con calma sigo mi camino y voy hacia la otra cama.
Temiendome lo peor, con la linterna iluminó el rostro de Antoine.
Está vez no me sorprendo. Al igual que su hermano: pálido, vacío, muerto por una bala en la frente.
Y también fue recién. Juraría que esto paso hace unos minutos.
Le cubro el rostro con su sabana.
Salgo del cuarto de los pequeños.
El dolor parte mi corazón de una forma tan nefable.
Camino por el pasillo sintiendo como la oscuridad sigue arropando cada rincon hasta subir otras escaleras que llevan arriba.
Me siento observada. Miro rápidamente hacia todos lados.
Aunque no puedo ver casi nada.
Paso por otro pasillo con más rapidez sintiendo ojos que me ven y yo no veo e iluminando el camino con mi teléfono.
No me atrevo a encender la luz.
Llego a una puerta blanca con pegatinas por todos lados de unicornios y flores.
Y lentamente abro la puerta y la cierro. Alumbrando me acerco a la cama y levanto las sábanas.
El alma se me cae a los pies. No hay nadie. La ansiedad empieza a aparecer en mi cuerpo.
Aunque no hay sangre.
Escuchó un sonido extraño. Me sobresalto. Viene detrás de la gran casa de muñecas.
Alumbró y... Veo a una niña hecha ovillo.
—¿Antoinette?— pregunto su nombre.
—¿Eres tu, Mimi? —preguntó la niña al llamarme.
—Si. Soy yo, Antoinette. ¿Que haces hay? —pregunté aliviada porque ella esté con vida... Aún.
—Escuché ruidos extraños y luego abrí un poco la puerta y ví a dos hombres raro con c-con unas pistolas gigantes y-y raras y me asusté —dijo la niña de siete años casi echándose a llorar.
—Ven aquí cariño —le dije y se levantó y me abrazó fuerte.
Cuando se separó encendí la luz del cuarto y mis ojos se cegaron un poco hasta adaptarse a la luz. Me acerque a la puerta y... Escuché pasos.
El corazón empezó a golpearme fuerte el pecho.
Coloqué el seguro de la puerta y me eché para atrás.
De repente alguien intentó abrir pero no pudo. La persona empezó a golpear fuerte y cada vez más
—Antoinette. ¡Entra en el armario! —la niña me miró, estaba claro, ella estaba a punto de llorar —. ¡Entra en el armario ahora!
La niña obedecio. La ayude a entrar.
La puerta fue golpeada cada vez con más fuerza.
—¡Ni se te ocurra salir! —le exigí a la pequeña.
Finalmente la puerta se abrió.
Un hombre armado. Con uniforme militar llevaba el rostro cubierto por una tela negra. Apuntó con el arma inmediatamente hacia mi.
—¿Donde está la niña? —preguntó con autoridad.
No respondí.