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La garúa no parecía definirse, al parecer no quería ser lluvia, las nubes en el cielo aparentemente se habían instalado en un solo lugar, y de allí, nada, ni el mismo poderoso viento tropical parecía moverla siquiera otro metro, el incesante rocío que tenía aspecto de estar formado por finos trocitos de nieve que caían a la superficie con la misma delicadeza que si fueran pequeñas plumas que se le caían a titánicas nubes formadas en el cielo, pero irónicamente aquella precipitación que por un momento creí que se trataba de nieve, mantenía su estado líquido luego de ser iluminados por el cálido brillo de ese sol de México cuyos rayos de energía les daban la posibilidad de terminar su vida de cristales para ser una gota multiforme en su ciclo natural al desprenderse de ese vasto campo de nubes, así me encontraba relativamente bañado por esas finísimas gotitas de agua entibiecidas , para evitar que el agua cubriera mis pestañas y me quite la visión de ese maravilloso fenómeno, me puse a mirar hacia mis costados por donde solo hallaba mucha vegetación cuyas hojas y ramas eran intensamente iluminadas por ese hermoso sol de tibio brillar, tan curioso era ese paisaje pues parecía que tales árboles y vegetación no tenían ninguna especie de sombra proyectada, era como si las partículas de luz se hubieran disgregado para a continuación difuminarse en todo el aire e iluminar todo los espacios casi en su totalidad, estaba rodeado de una casi densa pero hermosa selva tropical cuyos matices eran evidenciados por la luz del astro rey, cuando mire hacia otro lado en el frente había un gran espacio el cual era libre de árboles en cuyo suelo estaba cubierto principalmente por una capa verdosa de pastos frescos cuyos llamativos colores conformaba una alegre composición visual el cual me tenía completamente maravillado, perplejo ante aquella obra maestra de la naturaleza, pero el cual me mantenía un poco escéptico sobre su existencia real, pues habían fenómenos físicos los cuales no lograba comprender a pesar de tener algunos años de existencia, pues cada minúscula hoja del pastizal se parecían a pequeños brazos delgados los cuales parecían tomar una y otra gota del incesante rocío, se llenaban de ese líquido mágico para seguir con su ilusa existencia, podía ver muchas cosas a mi alrededor cada una de ellas parecía como si los viera por primera vez, pues no lograba concentrarme en saber que eran, tampoco tenía una definición clara de cómo funcionaban, sentía como si mi mente hubiera volado de mi cuerpo o algo muy parecido, no le tomé mucha importancia porque al parecer estaba disfrutándolo con el mismo entusiasmo como observaba la espléndida vista, me encontraba sentado sobre un enorme bloque de granito cuyos lados superficiales estaban casi completamente cubiertos de una considerable capa de musgo lo cual le daban un efecto acolchonado a ese enorme pedazo de roca, me sentía bastante en calma como si por fin mi mente se hubiera liberado de todo pensamiento que no estuviera relacionado a lo hermoso del lugar en donde me encontraba, era una claridad que me cubría completamente dejándome sumido en una serenidad incomparable, sentado en la superficie del bloque sólido, podía observar a todo aquel ser o ente que a mí también me observaba desde su propia perspectiva, era algo completamente incomprensible para mí, ¿de qué se trataba aquel fenómeno?, no lo sabía, pero de lo que si estaba seguro era que el efecto era bastante fascinante pues me podía observar allí sentado, desde los más impensable rincones de ese bellísimo lugar, completamente despersonalizado seguía manteniendo ese ritmo de tranquilidad el cual no quería cambiar por nada más, estaba disfrutando de esa paz interna a pesar de que estaba seguro de que esa zona era el sitio donde estaba un complejo arquitectónico de una civilización mesoamericana ya desaparecida, lugar donde se suponía que habrían muchas personas haciendo turismo en los alrededores del complejo arqueológico, no había visto a otra persona aparte de mí así que pensé que luego vería a muchas personas caminando por allí y todo lo extraño terminaría por fin, pero aunque resulte evidente era gratificante haber dejado atrás el normal día a día de la ciudad para por fin escuchar los sonidos más sublimes y bellos que la naturaleza había dotado a muchas de esas avecitas que revoloteaban entre las ramas de esos singulares árboles o en ocasiones podía presenciar ese extraño comportamiento en el que tras volar una altura se dejaban caer sobre la magnífica capa de césped, en los que parecían descansar sus frágiles cuerpecitos o sus etéreas alas viéndolos así de contentos yo tenía una muy leve sensación de dejarme caer en ese campo pero a la vez me sentía ya muy descansado del largo viaje que había hecho para llegar hasta allí, pero a comparación de los días anteriores esta vez el sol no parecía lastimarme el rostro, al contrario percibía que cada uno de sus rectos rayos tocaban la superficie de mi piel, sentía que eran como una especie de masaje el cual por supuesto que era muy reconfortante era un poco diferente al baño de sol que había tomado en una de esas paradisiacas playas del océano índico, pues la sensación de relajo era mucho más profunda y a continuación una paz calurosa cubría cada uno de los átomos de mi existencia, así que estaba completamente vislumbrado al borde de quedar hipnotizado por esa genialidad original en composición y estética lo cual podía percibir como si tuviera un número infinito de sentidos perceptivos de placer y tranquilidad, toda la naturaleza parecía un paisaje de incontable belleza cuya cantidad es diversa, estaba allí fascinado por esa inexplicable escena observando los colores y texturas siendo bañado una y otra de sensaciones indescriptibles con palabras de pobre reconocimiento por la belleza como es el lenguaje humano en general, de alguna manera quería purgar de mi memoria todo ese escándalo y el desorden que soporté en los días anteriores cada vez que visitaba ciertas zonas de las ciudades de ese promisorio país, en esas calles donde se vivía la desesperanza estaba poblada por personas que sobrevivían como podía, aún después de haber enterrado en mi mente todos esos recuerdos vanos, justamente en ese momento los había olvidado, era completamente asombroso no poder recordar algo que dañó mi sensibilidad de un momento para el otro, no me di cuenta el momento en que había cerrado los párpados cuando de repente supe que todo lo que mis sentidos lograban percibir, estaban exageradamente intensificados pues de pronto sin explicación alguna pude sentir en la palma de la mamo un interminable humedad cálida y fresca a la vez, mi gusto saboreaba ese misterioso aire el cual tenía un ligero sabor dulcemente misterioso tan alterados como los olores que parecían surgir como producto de la respiración de la misma tierra bendita, eran vapores volátiles de las flores más secretas que impregnaban el aire le dieron un toque místico a ese lugar de tanta fantasía, los sonidos también exquisitamente melifluían con el viento y resonaban en cada uno de mis oídos, ondas simplemente celestiales provenientes de lejanías y de cercanía, todos llenos de un mensaje inentendible pero el cual pude definir esporádicamente como “ el susurro de lo inexplicablemente bello”, el panorama visible evidentemente era prueba de ello, aunque algunas veces tales percepciones se mezclaban entre sí, por lo que la misma existencia parecía tener un solo propósito; el cual era captar, resguardar y disfrutar de ese maravilloso lugar en medio de la nada.
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Editado: 29.02.2020