|Capitulo 2|

Escuché el grito de mi madre llamándome desde la cocina. Aún no me había despertado por completo. Me desvelé estudiando para los exámenes de economía y exposiciones de idiomas.

La maestra Colina dice que es para saber nuestra dificultad y nivel sobre el idioma.

Por lo tanto me la pasé escuchando, leyendo y hablando en francés, alemán y español.

Tomo una ducha y cuento el tiempo que llevo dentro de la regadera. Se ha vuelto un hábito ya que quiero evitar ciertos pensamientos que me tienen en duda  desde hace años . Me visto con un suéter blanco bordado y unos vaqueros ajustados negros con una zapatillas del mismo color que el suéter. Dejo mi cabello rojo suelto sostenido por un broche en el flequillo.

No me maquillo, por lo tanto tomo mi mochila y bajo hacia la cocina escuchando los gritos de mi hermano Leonard preguntándose en dónde están sus bóxer.

Un poco raro pero solo río entreabriendo los ojos.

Ya al estar sobre la encimera cogí unas galletas rellenas de fresa y jugo de naranja. Mi padre enciende la televisión revelando así el canal de noticias.

Como siempre muestran la presentación, dicen algunas cosas hasta llegar a las noticias del pueblo. Algo me incomodaba pero que no podía apartarme.

—Esta mañana se han descubiertos tres cuerpos de una mujer y dos hombres. Los investigadores informaron que eran jóvenes universitarios —quedo mirando mi galleta escuchando atentamente—. La mujer llamada Clara Caster fue encontrada con solo una pierna y un brazo, no tenía tantos hematomas como los dos hombres.

«Justin Style y Edgar Silvestre fueron hallados con cortaduras en todo el cuerpo, los ojos sellados con cinta adhesiva y sin sus genitales. Todos le damos es pésame a sus familiares.

Sentí una opresión en el pecho como si yo hubiera hecho aquello. Ver los cuerpos desde la televisión… Tan solo me daban ganas de vomitar.

Le hablé a mi madre sobre esa presión pero dice que es por la muerte. Al ver la sangre y  eso…

—¿Leonard, me llevarás? — digo tomándome el jugo de naranja hasta terminarlo.

—Sí, tengo que ir a buscar a mi algodón de azúcar — dice recogiendo las llaves y con una sonrisa boba.

Ruedo los ojos.

Él y su novia, Valentina O’donnell, la chica más llamativa de la universidad Greenburg. No es como en las películas que la popular es la mala,  la perra; en realidad es una chica tímida y agradable. De hecho mi hermano me obligó a establecer una amistad con ella. Claro, en ese tiempo no confiaba pero ahora es una de mis mejores amigas.

Al estar de camino Leonard enciende la radio y se empieza escuchar Believe de Maroon 5, nuestra banda favorita. Sé que es una canción vieja pero es una de las mejores.

—Ángela, hoy uno de mis amigos me dijo que tú le trataste mal a la novia — dice sin despegar la vista de la carretera.

Frunzo el ceño, confundida.

Yo no soy de juntarme con los amigos de Leonard y jamás  he tratado mal a alguna de las novias de ellos. 
Esto siempre pasa , a él le avisan que yo hice algo malo cuando, en realidad, no he hecho nada.

—No, ni siquiera los he visto en toda la semana—me justifico.

Se encoge de hombros y no dice nada.
Estas es una de las dudas que me martillaban día y noche. Es muy raro y siempre lo dejo pasar sin darle importancia pero, desde que el año comenzó, se ha vuelto más frecuente. Sabía que no podía dejarlo así. Sé que traería algunos problemas en un futuro cercano pero, por los momentos, no le dejaré llevar.

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Leonard y yo nos separamos al llegar a la entrada de la universidad. El se iba con sus amigos y yo estaría buscando algo qué hacer.

Estaba saliendo de mis clases de matemáticas cuando, de golpe, aparece Valentina, la novia de mi hermano. Está sosteniendo sus libros apretados a su pecho y se sostiene los lentes que puedo asegurar que se han roto por no-sé-qué.

La miro un tanto divertida y de mi mochila saco unos lentes morados nuevos. Se los doy y ella me da lo suyos.

Siempre tengo cosas guardas de repuesto, un bóxer de mi hermano, comida extra, dos pares de lentes, un cepillo de dientes y una navaja junto con un condón. No estaba muy de acuerdo con eso pero mi hermano dice que puede salvarle la vida cuando tenga que hacer el coito con Valentina.

Hago una mueca al recordar que cuando iba al baño siempre me encontraba una escena no muy agradable para los ojos.

—¿Cómo se te rompieron? — pregunto mientras comienzo a caminar por el pasillo con ella siguiéndome.

Se sonroja y no puedo evitar imaginarme diferentes escenarios.

—Fue el idiota de tu hermano— murmura en voz baja.

Ella no es una persona que hable con seguridad, ya que recuerdo que, en la preparatoria, la molestaban mucho y yo siempre salía a defenderla. Ahora que está con mi hermano ya no lo hacen y la universidad ayuda mucho, ya que no hay un montón de tarados por estos lados.

—Ya me imagino qué pudo ser— digo picándola, sabiendo que se sonrojaría otra vez. Parece un tomatito.

— No, no, no fue eso solo—suspira—… En fin, no importa, te busqué por todas partes y, cuando te encontré, me ignoraste por completo.

Lo que acababa de decir me deja desconcertada, no me había topado con ella hasta estos momentos. 
Debe ser que estaba apurada.

—Lo siento, es que tenía prisa. 
Asiente para poco convencida pero no seguimos hablando del tema. 

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Estaba en el campus viendo al equipo de fútbol practicar. Mi mirada quedó atrapada sobre el chico de cabello rubio y ojos celeste que estaba dando órdenes a sus compañeros. Tenía un pequeño crush con él desde que llegué a Greenburg. Eso son dos años. 
Aparto la mirada y me concentro en terminar de resolver unos problemas de cálculo.

De repente una gota cae sobre mi libreta, una tras otras y comienza a llover a cántaros. Guardo mi libreta con rapidez en mi mochila y bajo con cuidado de las gradas; no estaba tan arriba pero las precauciones. Veo al equipo tomar sus cosas para alejarse de la lluvia. Salgo del campo para adentrarme al pasillo cuando, por accidente, choco con alguien.