Inocente

|Capítulo 5|

Un día tras otros pasaban y las noticas también. Han informado que el pueblo no podrá salir después de la cinco de la tarde, las muertes fueron aumentando progresivamente. La cabañita fue mejorando de a poco. No soy de esas personas que lo decora con miles de colores haciéndolo parecer un maldito arcoíris, soy más de colores oscuros pero, solo para darle un poco de estilo, les coloqué unas luces. Y al tener todo listo puse la casa en venta. No me afectó en nada que haya vendido la casa en donde crecí; lo único que me trae son malos recuerdos.

Es un poco peligroso vivir en un bosque en donde la muerte empieza a caminar pero yo conozco la muerte más que nadie, sé sus pasos y movimientos.

Lo malo es que me toma media hora para llegar a Greenburg.

En estos precisos momentos estoy yendo para allá. No disponía de un auto y no iría en un bicicleta, por lo tanto, caminaría hasta allá. Siento que un auto me sigue. Yo sigo caminado con rapidez pero, cuando voy a cruzar la calle, este se atraviesa en medio del camino. Veo en retrovisor y noto que es un chico como un año mayor. 
Me hace una seña para que suba al auto pero me niego.

Baja la ventanilla.

—Ángela, ven sube —frunzo confundida, otra vez lo mismo. ¿Quién es Ángela? ¿Y porqué me confunden con ella?

Sabía que en el pueblo no había tantas Pelirrojas  para confundirnos.

Vuelvo a la realidad y se me ocurre una pequeña idea. Decido subir al auto con el extraño y este pone la radio sonriendo, no sabían cuantas ganas tenia de meterle un cuchillo por el cuello; una de las cosas que odio es la música, no importa de qué tipo, simplemente la odio.

Este comienza a hablar y yo no le presto atención. Oculto mi mano dentro del bolsillo de mi chaqueta, deslizando mi pulgar por el filo del cuchillo en miniatura que tengo.

— ¿A qué hora saliste de la casa? Me hubieras dicho para llevarte, yo acabo de salir — mi rostro se encontraba neutro y frio.

«te comió la lengua el gato — ríe.

Sonrió un tanto macabra y me llega el pensamiento en que yo seré quien le corte la lengua si sigue hablando.

—Cuando pasé por esa puerta te habías ido y mi celular apenas se encendía — por fin hable con lo primero que se me ocurrió.

El me miró de reojo y cambio el canal de radio.

— Ok, pero mamá y papá dicen que hoy iremos al orfanato porque dicen que les llegó una información de un posible pariente.

Me tenso por dos cosas. Uno, por las simples  palabras mamá y papá;  y dos, el orfanato. No sabía si este chico era ciego o en verdad tenía un gran parentesco con lo que parece ser su hermana.

Lo que me extraña es que a mi también me llegó una carta,  aunque el dice que les dirían personalmente. ¿No será que…? No, no es posible, puede ser simple casualidad. 
Y dejamos la conversación hasta ahí. 

🔺🔺🔺🔺🔺 


Al llegar al umbral de Greenburg, el extraño y yo nos separamos. No me dijo su nombre y mucho menos me importó que lo dijera. Lo único bueno que recibí de él fue que me trajo a este lugar, así que lo dejaré vivir por eso, ¡pero solo por eso!

Ustedes se preguntarán si es que la  o yo que se, es guapo pero lo veo como un chico mujeriego. Igual no importa.

Estaba por entrar a clases de matemáticas cuando siento un abrazo desde mi espalda, me pongo recta y me tenso. No he tenido un abrazo desde… Nunca.

—Ángela ¿por qué no me dijiste que en dos meses sería tu cumpleaños?

— Por el amor al diablo,  qué tienen con la tal Ángela.

Me giro para encararla, ya me cansé de esto. Yo no soy Ángela, ni siquiera la conozco y no tengo intención de hacerlo.

—Mira niña bonita, te voy a dar la oportunidad de marcharte y espero que te olvides de mi rostro — exclamo seca y fría —. No soy la maldita Ángela, como que esos lentes lo único que hacen  es hacerte más ciega de lo que ya eres.

Sus ojos se humedecen y se larga corriendo como niña llorona. 
Solo vengo a la universidad para estudiar, no para hacer amiguitos. 


🔺🔺🔺🔺🔺 

Las porristas son demasiado… Escandalosas. No le veo lo lógico de estar dando vueltas por el aire para que llegue un momento que alguna se mate… Interesante.

En fin, la cosa es que no podía irme ya que todos obligatoriamente tenemos que asistir al campeonato de fútbol americano de los, ¡ay, no sé! No estoy para equipos de fútbol.

Vi que, entre uno del equipo, llamó meramente la atención. Se trataba de un rubio de ojos azules. Él nota mi mirada y me guiña el ojo, hago una mueca.

Otro idiota, pensé.

Quería irme, esto se esta volviendo una tortura. Preferiría siete balazos en el cráneo que estar soportando esto. Y se me da la paciencia, salgo de las gradas como puedo de la muchedumbre. Al salir voy hacia el estacionamiento que está cerca del bosque irme para mi cabaña pero me detengo lentamente al ver a una porrista en el autobús del equipo contrario.

Y como estoy muy aburrida voy hacia la señorita que está rebuscando en su asiento.

Ella se sobresalta al notar mi presencia y no evito ocultar una sonrisa burlona. Me coloco mis guantes negros que tenía en mi mochila con la mirada de aquella muchachita.

—Es peligroso estar por estos lados sola — digo tratando de sonar preocupada pero mi voz suena algo retorcida.

Se ve asustada y tan pequeña que hasta me da un poco de lástima.

—Se-se me habían olvidado los pompones — arrugo la nariz, las porritas y sus cositas.

Me acerco con mis manos metidas en mi chaqueta y le digo que si  puedo ayudarla a buscarlos . Obviamente se niega, el miedo la recorre por todo el cuerpo y . Sin esperar más, le clavo el cuchillo miniatura en el cuello mientras que lanza un grito que me deja más sorda. Hago una mueca de desagrado y le sigo lastimando con el objeto. Al terminar la sangre se encuentra en mis guantes y, para no ser mala, busco sus pompones, se los coloco a un lado y acomodo su lazo en su cabello rubio. No es como yo hubiera querido que quedara pero es algo. Antes de irme le corto dos dedos corazón, uno en cada mano, y lo guardo en una bosa plástica.



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En el texto hay: misterio, familia, suspenso

Editado: 31.10.2020

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