Inocente

|Capítulo 10|

Tenia dolor estomacal y tuve que faltar a la universidad, no me gusta enfermarme hace que mi cuerpo pida atención y la debilidad se cola en mi.

No pude dormir anoche, tengo ojeras y el dolor no disminuía. Era el karma pero me valía una mierda, tome aspirinas pero tardaba mucho y no soy una persona muy paciente que digamos. Me levanto aun sintiendo punzadas en el estómago, cambio mi pijama por una ropa más cómoda y hago un moño en mi cabello a pesar que se desarmara por lo corto que es. Tomo mi mochila y salgo de la cabaña camino hacia un rumbo no esperado, los búhos de escuchaban por la noche y el crujido de los palos pisados por mi pie.

Salo del bosque caminando por las calles, minutos después veo una farmacia 24 horas y entró para comprar unas pastillas, y quizás toallas.

La chica estaba aburrida detrás del mostrador, toco el vidrio que nos separa y me mira para darse cuenta que no estoy para esperas. Me analiza haciéndome rodar los ojos, todos hacían lo mismo ; aunque puedo entender aquí no hay tantas bellezas exóticas.

—¿Qué desea? —pregunta levantándose para empezar a buscar en las estanterías.

Me quedo mirando los estantes pensativa y digo todo lo que necesito.

También pedí agua por si me daba sed en el camino, me despido a pesar que no lo hago… en realidad es raro que me despida de alguien, será dolor de estómago que hace que no me vuelva tan amargada. Ya habían pasado algunas horas desde que me tome la pastilla por lo tanto tomo una nueva, caminaba sosteniendo mi barriga con la palma de mi mano. Algunos me dirán ¿Por qué estoy en caminando por la calle con un dolor en la barriga? Sera porque soy muy rara y me hace sentir menos débil.

Me hace saber que puedo seguir caminando a pesar del dolor, no me rindo fue lo que siempre pienso cada vez que me siento débil o abrumada. Mientras caminaba pase por la tienda de tatuajes donde trabajo, no hago dinero de la nada. Veo la luz prendida y tomo la perilla para abrirla pero esta se encuentra cerrada ; me agachó un poco haciendo una mueca y alzo un poco la maseta en donde se encuentra una llave, que abre la tienda. Cierro la puerta sin hacer ruido y noto a Jeremy (o también conocido como el tatuador de calzones) me acerco lentamente sin pisar una madera suelta, mi rostro queda acetímetros de su oreja y…

—bu— gruta dejando caer su libreta de cuentas sobresaltándose y cayéndose de la silla. Sin darme cuenta empiezo a reír por lo bajo.

Se queda mirando y me lanza un cuadrito de madera pero lo esquivo moviéndome hacia un lado, le lanzo una mirada asesina y hace una seña de paz. Me extiende su mano para ayudar a levantarlo pero como me da flojera o será porque no quiero tocar su piel, gruñe levantándose del piso sacudiendo sus pantalones.

Jeremy es adulto de 30 años de cabello rubio, ojos negros y un humor de perros. Sera por eso que aun no lo asesino. Recuerdo cuando una vez estuvo colado por mi pero lo termine amenazando con una navaja en su garganta, si volvía a llamarme bonita.

—remy, un gusto poder asustarte —lo saludo y molesto a la vez. Le digo remy porque se que lo odia pero no le conviene molestarse.

Rueda los ojos y recoge sus cosas.

—sabes que soy Jeremy y no fue gracioso.

—si lo fue — digo a sentándome en un puf.

—has faltado al trabajo ¿Cómo quieres tener un aumento, sino vienes? — exclama.

Ruedo los ojos y hago un puchero haciéndome la inocente.

—estuve ocupada remy, tengo mucho que estudiar — trato de sonar lo más niña posible.

—estudiar y una mierda.

—nada de palabrotas.

—uy si, niña buena eso no se lo cree ni mi abuela.

Suelto una carcajada seca y me dejo cerrar los ojos por un momento. Yo trabajo para Jeremy desde que llegue un día a la tienda para hacerme un tatuaje con un símbolo que esta en mi costilla. Era algo estaño tenia como si fueran pequeñas llamas que se encontraban cerca del símbolo infinito con una plumas negras con manchas rojas. Yo dibujo y ese es mi trabajo aquí, hago los diseños que quieran o hasta improvisados y me pagan una cantidad buena por ellos.
Jeremy me pasa un cigarro y lo empiezo a fumar con los ojos cerrados expulsando el humo que me imagino que son almas en pena.

Abro los ojos y  encuentro con la atenta mirada del señorito en frente, observando mi mano en mi estómago y hace una mueca.

—¿te viene la regla?

Lo miro mal.

—idiota.

Nosotros no hablamos mucho pero siempre decimos lo necesario. Se podría considerarlo  mi mejor amigo pero no lo siento así, es como… un conocido y ya.

Termino con el cigarro y saco una libretas con nuevos dibujos para que deje de quejarse, lo lanzo y lo atrapa entre sus manos. El no me paga de inmediato, frunzo el ceño y me dice que transferirá a mi cuenta. Asiento y desconecto mi mente por un momento.

—lo has vuelto hacer ¿verdad? — su pregunta me deja confundida, abro mis ojos y me a cómodo en el puf.

—¿de que hablas?

Suspira y niega con la cabeza.

—sabes que no me gusta que asesines a las personas —ruedo los ojos — tienes que dejar de hacerlo me preocupo por ti.

Me molesta que diga lo último, me levanto del puf y lo encaro cruzándome de brazos.

—yo no te pedí que te preocuparas por mi, y no voy hacer lo que tu digas — muerdo mi lengua — asesino porque se me pega la puta gana y eso ni es tu problema.

El también se levanta  se acerca pero no demasiado, sabe lo que le convine.

—no, pero eres mi amiga aunque tu digas lo contrario —me tenso — puedes hacer lo que te venga en gana, pero no puedes seguir así toda la vida. ¿Qué pasaría si la policía encuentra tus huellas? O aun peor ¿Qué descubran que eres la persona que lanza a los muertos al lago?

Relamo mi labio y desvió la mirada apretando los puños y los dientes, me valía un comino que la policía me encontrara y viviera tras las rejas. No tengo a nadie, ni una familia. Nadie.
Me acerco y quedo a centímetros de el.



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En el texto hay: misterio, familia, suspenso

Editado: 31.10.2020

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